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Perfil | Charlene de Carvalho Heineken

La emperatriz de la cerveza

Isabel Ferrer

A los aficionados a las listas de personajes ricos y famosos les encanta el caso de Charlene de Carvalho Heineken, de 48 años, y heredera del imperio cervecero holandés levantado por su bisabuelo y consolidado por su padre Freddy. La única hija del empresario que hiciera célebre la botella verde con etiqueta roja y negra, no solo lleva su fortuna marcada en el apellido. Desde la muerte de su progenitor, dispone de 2.850 millones de dólares, más dinero que las reinas de Inglaterra, donde reside, y Holanda. Ser la mujer más rica de ambos países no ha cambiado, sin embargo, sus costumbres, y prefiere educar a sus cinco hijos en el anonimato a presidir reuniones de trabajo.

Con todo, la casa Heineken sigue siendo un negocio familiar y Charlene y su esposo, Michel de Carvalho, vicepresidente en Londres de Schröder Salomon Smith Barney, figuran en su consejo de dirección y de supervisión, respectivamente. Si ella quisiera, su influencia podría ser decisiva, porque controla con sus parientes la mayoría de las acciones de la sociedad propietaria de la mitad de Heineken. Como sólo ha sido vista un par de veces en citas profesionales, una de las cuales fue la junta de accionistas celebrada tras la muerte de su padre, sus habilidades financieras son un enigma. Lo que sí dejó claro al poco de heredar es que no pensaba desprenderse de su parte. "Formamos parte del pasado, presente y futuro de la compañía", dijo, dando a entender que habría siempre un miembro de la familia al frente. Dicha afirmación confirmaría las predicciones de Bárbara Smit, biógrafa de Freddy Heineken. Según ella, Charlene lleva una vida anónima alejada de los miembros de jet set internacional frecuentados por su padre, "porque le entregará el testigo a su hijo mayor en cuanto éste pueda trabajar".

Para lograrlo tal vez tenga que mostrarse más en público a la larga. De este modo irían llenándose los parches de una biografía donde todavía destacan más los coqueteos con el cine de su marido, que actuó en Lawrence de Arabia y fue un esquiador olímpico en los años setenta, que sus propios estudios de Derecho en la universidad holandesa de Leiden y las prácticas realizadas en Heineken. Algunos analistas han sugerido que su empeño en no ceder acción alguna podría restringir la expansión futura de la compañía. Pero todo son conjeturas que tal vez respondan a algo tan simple como honrar el ejemplo de su padre. Un hombre que entró en la casa fundada por su abuelo a los 18 años, vio como se perdía la mayoría de las acciones en 1942 y logró recuperarlas en 1954 para no soltarlas más.

SCIAMMARELLA

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