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El conservador Klaus sucederá a Havel en la presidencia checa

El veterano político es un euroescéptico y 'thatcherista' confeso

El economista conservador de 61 años Václav Klaus consiguió, tras tres rondas de nueve votaciones en las dos cámaras del Parlamento, la mayoría por sólo un voto más del mínimo exigido y será el nuevo presidente de la República Checa. Klaus logró el triunfo gracias a los votos de los comunistas y a la división en los socialdemócratas que gobiernan en el país, y sucede en el cargo a su enemigo político, el legendario Václav Havel.

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Fatal recambio

Cual ave fénix resurgió de sus cenizas y a la tercera fue por fin la vencida. Klaus corona su larga carrera política y llega a la más alta magistratura checa tras conseguir la mayoría necesaria para la presidencia de la República, vacante desde el pasado 2 de febrero, cuando concluyó el mandato de Havel, presidente durante 13 años.

El complicado sistema checo para elegir presidente provocó la unión de extraños compañeros de cama. La exigencia de mayoría absoluta por separado en las dos cámaras, la de Diputados y el Senado, obligó a un proceso de votaciones que duró mes y medio. La perseverancia de Klaus tuvo premio. En la tercera votación de la tercera ronda, cuando ya bastaba la mayoría en la sesión conjunta de ambas cámaras, Klaus logró 142 de 281 diputados y senadores. Su contrincante, el profesor de Filosofía de 66 años Jan Sokol, candidato de la coalición de Gobierno de centro-izquierda sólo tuvo 124 votos y no reunió los de todos los que apoyan en el Parlamento al Ejecutivo.

Los arreglos entre bastidores, con promesas de cargos y nombramientos, y los ajustes de cuentas con enemigos políticos hicieron posible el triunfo de Klaus, cuya vida política parecía concluida tras la derrota de su Partido Democrático Cívico (ODS) en las elecciones legislativas del pasado junio.

Klaus renunció a sus cargos en la dirección del ODS en diciembre y todo indicaba que estaba destinado a desempeñar sólo la presidencia honorífica. En enero, Klaus se lanzó a la carrera por la presidencia y se mantuvo tras las sucesivas votaciones hasta el triunfo ayer.

Para ello ha sido necesario que se diese la paradoja de que le votasen los parlamentarios comunistas, la antítesis de la política de Klaus cuando desempeño el cargo de primer ministro, entre 1992 y 1997. Klaus aplicó una política neoliberal implacable en el desmantelamiento del sistema económico comunista de la antigua Checoslovaquia.

El furor neoliberal de Klaus le valió el mote de versión checa de Margaret Thatcher. En una entrevista con EL PAÍS el pasado marzo, Klaus no mostró el menor inconveniente en asumir el mote, pero matizó, con un cierto toque de arrogancia, que no admira a nadie.En la misma entrevista, Klaus no tuvo el menor empacho en afirmar que, si de él dependiera, suprimiría las conquistas sociales de la Europa en la que la República Checa trata de integrarse. Según Klaus, "la Europa actual no es un país de la libertad", palabra que pronunció en español.

La posición proalemana de su contrincante Sokol en la delicada cuestión de los sudetes proporcionó a Klaus el apoyo de los 41 diputados y tres senadores comunistas en la votación de ayer. Sokol calificó en el pasado de "ignominiosa" la expulsión de 2,5 millones de alemanes de los sudetes al final de la II Guerra Mundial. El presidente de los comunistas Miroslav Grebenicek condenó a Sokol: "El Partido Socialdemócrata nos impone un candidato indigno del cargo presidencial".

Václav Klaus, nuevo presidente de la República Checa, ayer durante la votación en el Parlamento.
Václav Klaus, nuevo presidente de la República Checa, ayer durante la votación en el Parlamento.REUTERS

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