La banda de la parálisis total
William Rees-Mogg, ex director de The Times de Londres, planteó una cuestión muy importante en un ensayo que escribió después de observar las recientes y masivas manifestaciones en Europa en contra de la guerra. Refiriéndose a las diversas pancartas que portaban los manifestantes, dijo: "Había un eslogan que faltaba, pensé. Había bastantes que exigían libertad para Palestina, (pero) busqué en vano alguno que reclamara libertad para Irak... Ninguno de los oradores expresó ningún deseo de liberar Irak". Rees-Mogg tiene bastante razón. Cuando se habla de Oriente Próximo, toda la cuestión de la democratización y mejora del Gobierno no forma parte del debate sobre el futuro. En la medida en que sí, se usa como una herramienta para vapulear a los enemigos, no como un valor supremo que debe ser fomentado para todos.
Empecemos por los europeos. Sólo existe un grupo de árabes para los cuales los europeos han expresado sistemáticamente su opinión a favor de su liberación, y es el de los árabes que viven bajo la ocupación israelí, los palestinos. Los árabes que han estado viviendo bajo la tiranía de Sadam y otros dictadores árabes no preocupan al presidente Jacques Chirac de Francia y a sus compañeros de viaje. Todos sabemos de qué va el tema: la cuestión judía. "Para demasiados europeos, los árabes no tienen interés moral en y por sí mismos", observa el analista de Oriente Próximo Stephen P. Cohen. "Sólo adquieren interés si están luchando contra los judíos o siendo maltratados por los judíos. Entonces su liberación se convierte en una cuestión primordial, porque exigirla es una manera de darle duro a los judíos. Las manifestaciones de los europeos por una Palestina libre y no por un Irak libre o cualquier otro país árabe huelen demasiado a una forma políticamente correcta de antisemitismo, parte de una historia muy vieja".
Lo cierto es que Francia no está interesada en promover égalité, fraternité y liberté en Oriente Próximo. Hoy le interesa fundamentalmente controlar el poder estadounidense. Le interesa fundamentalmente colocar a Francia en una posición que le permita ser el próximo gran Uncola del mundo, el líder de una coalición alternativa al poder estadounidense. Pero para ser sinceros, hasta ahora EE UU no había mostrado nunca demasiado interés en la democracia árabe. Trataba a los Estados árabes como gasolineras grandes y mudas, y todo lo que le importaba era que mantuvieran sus surtidores abiertos y sus precios bajos. Por lo demás, podían hacer lo que quisieran a su propia gente en sus países y fuera de ellos. Sólo después del 11-S, al darse cuenta de que lo que estaba ocurriendo en esos países nos amenazaba, empezó EE UU a pedir la democracia en el mundo árabe, pero sólo para librarse de Arafat y castigar a aquellos regímenes árabes que no eran de su agrado, o sea, el de Sadam. Aún no se ha visto que se haya dirigido ningún esfuerzo serio de democratización hacia Arabia Saudí o Egipto o Kuwait. Para EE UU, el Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo sólo es para nuestros enemigos, no para nuestros amigos.
Pero luego, aparte de unos cuantos liberales árabes valientes, los intelectuales árabes tampoco han hecho de la promoción de la democracia un valor supremo. En parte es debido a que siempre han tratado la liberación de Palestina como un valor político más importante. Y en parte a que muchas sociedades árabes siguen siendo tan tribales, y tienen un sentido de ciudadanía tan débil, que temen que la democracia pueda hacer surgir a los fundamentalistas, a una tribu rival o la anarquía. De ahí que los árabes digan: "Mejor 100 años de tiranía que un día de anarquía". Irónicamente, el 11-S empezó a cambiar esta opinión. Puede verse en la falta de apoyo árabe a Sadam. Existe una conciencia mucho más profunda de que los líderes como Sadam son lo que ha retrasado el desarrollo árabe. "Pero como los pueblos y los sistemas árabes nunca han desarrollado su propio modo de deshacerse de los malos líderes, tan sólo pueden mirar a personas de fuera para que lo hagan, y eso evoca los peores recuerdos del imperialismo y el colonialismo", observa Cohen. "No quieren librarse de Sadam al coste de ser controlados por los estadounidenses". Por tanto, están paralizados; deseando que se elimine a Sadam, pero profundamente temerosos de quién lo hará y de qué vendrá a continuación. Lo que todo esto significa es que cuando se trata de construir la democracia en Irak, los europeos se desentienden, los estadounidenses se muestran hipócritas y los árabes ambivalentes. Por tanto, emprender allí un proyecto de democratización con éxito, de forma tal que estimule la reforma positiva en toda la región, exigirá una revolución real en la manera de pensar de todos: estadounidenses, árabes y europeos. Si se hace bien, Oriente Próximo nunca volverá a ser el mismo. Si se hace mal, el mundo no volverá a ser el mismo.
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