Plácido Domingo vuelve al Teatro Real para cantar 'La valquiria' "como un buen soldado"
El tenor, recuperado de una traqueítis, estrenará la obra de Richard Wagner el 5 de marzo
Necesita toda la plenitud de su fuerza y su experiencia para traspasar la barrera de sonido wagneriana. Pero Plácido Domingo llega pletórico para vencerla y triunfar en el Teatro Real con La valquiria, segunda parte de El anillo del Nibelungo, de Wagner, que protagoniza junto a la alemana Waltraud Meier y que se estrena el 5 de marzo. "¡Dios mío, son 102 músicos y nosotros tan sólo tenemos dos cuerdas vocales!", dice. Pero se encuentra totalmente descansado para la batalla y además llega dispuesto a sacar adelante sus funciones "como un buen soldado" en estos tiempos prebélicos.
Ha empezado el año con dos meses de retraso. La culpa la tiene una traqueitis que le ha obligado a suspender tres compromisos, entre ellos seis funciones de La dama de picas, de Chaikovski, en el Liceo de Barcelona. "Ningún año había comenzado a cantar el 5 de marzo", dice. "Pero una bronquitis mal curada y no haber sabido retirarme a tiempo para tratarla me ha costado una recuperación más larga", aseguró ayer el tenor madrileño, vestido de azul, menos enérgico de lo normal, más calmado y quizás más cansado de lo que se espera de alguien que es un auténtico titán de su oficio.
La recaída no le ha hecho replantearse los planes de retirada. Siguen estando a cinco años vista... Como hace tres años: también decía que estaban a cinco años vista. Y es que Plácido Domingo no sabe restar, afortunadamente para sus admiradores. "No me he planteado nada, ha sido un catarro mal curado, me encuentro en forma, seamos optimistas, veamos todo en tono positivo. Son cosas de la garganta".
Pese a su ánimo, los ensayos también agotan. Les llevan a veces hasta ocho y nueve horas en este montaje de La valquiria, que dura cinco horas, con dirección escénica de Willy Decker, ausente, como el año pasado, y musical de Peter Schneider, en la que también están Waltraud Meier, como Sieglinde; Alan Titus, como Wotan, el mismo que hizo el año pasado El oro del Rin, o Luana De Vol, como Brunilda. "Los ensayos son muy duros. Los personajes wagnerianos pasan más tiempo de rodillas que de pie", cuenta Domingo, que ayer también dejó clara su capacidad de convocatoria con más de 100 personas en la sala de prensa del teatro para verle en acción.
Voz y más voz
Pero el estado físico no es el único problema. "En los 65 minutos del primer acto, Siegmund tiene tres monólogos y un total de cinco romanzas. Necesitas la máxima concentración", afirma. Y, además, en esta pieza wagneriana -terminada en 1856 y escrita como la primera jornada de El anillo..., después del prólogo, que es El oro del Rin, y a la que siguen Sigfrido y El ocaso de los dioses, que completan la tetralogía-, la energía vocal debe estar intacta. "Para cantarlo necesitas voz y más voz, es algo imperioso, requiere un tren de canto, por su dramatismo y porque el romanticismo debe ser resplandeciente".
Tiene que ser así porque La valquiria es la parte de El anillo... en la que más se habla de amor. Por eso, los locos seguidores de la tetralogía, al final, echan de menos a estos dos personajes, Siegmund y Sieglinde, que ya no vuelven a aparecer más y que fueron concebidos para crear a Sigfrido, protagonista de la tercera parte. "El público añora esta historia de amor", asegura Domingo. Meier le da la razón: "Sieglinde representa el amor puro; luego, avanza la tetralogía y se centra en el juego del poder, por eso se les recuerda, porque son simpáticos y exaltan el amor", dice la gran diva wagneriana, que ha sentado cátedra con sus interpretaciones de Tristán e Isolda; la Kundry, de Parsifal, o la Venus de Tannhäuser, y que ha cantado junto a Domingo La valquiria varias veces desde que la estrenaran juntos en Viena en 1992.
Lo mismo sucede con Alan Titus, que encarna al poderoso Wotan, dios nómada empeñado en la conquista del anillo, y que se siente completamente compenetrado con los dos cantantes. "Yo les llamo mis niños, lo son en el escenario", afirma el tenor estadounidense, que cantará en Madrid toda esta tetralogía, coproducción del Teatro Real con la Ópera de Dresde.
Los tres también echan de menos a Willy Decker, que otra vez ha dejado de lado venir a preparar los ensayos de la obra en el Real para dedicarse al estreno de la tercera parte, Sigfrido, en Dresde. Emilio Sagi, director artístico del Real, le disculpó: "Las lamentables inundaciones del pasado verano en Dresde destruyeron parte de los decorados del montaje y trastocaron las fechas de los estrenos. Por eso no puede estar aquí".
Todos se fían de su asistente, Martin Gregor Lütje. "Confío en que su ayudante nos transmita bien sus intenciones", dice Meier. "Yo he visto el montaje que se estrenó en Dresde y es fiel en el 99,9%", asegura Titus. "A todos nos gusta trabajar con directores de renombre y prestigio, pero el trabajo de su asistente es muy fidedigno", tercia Domingo.
Sorprendente y explosivo
El caso es que Decker ofrece la misma visión, el mismo juego, entre minimalista, irónico y abstracto de la tetralogía, con un juego de teatro dentro del teatro en el que hay un escenario con filas de butacas de sala que se mueven a merced de los vientos que llevan la corriente del río. "En algunas partes es sorprendente y explosivo", asegura Plácido Domingo.
Al menos, tanto como muchas partes del proyecto propio que Domingo tenía de la tetralogía y que ya no se verá. Durante años estuvo planeando llevar a cabo un montaje de las cuatro óperas de Wagner en colaboración con George Lucas, creador de la saga de La guerra de las galaxias y dueño de Industrial Light and Magic, una empresa de efectos especiales con la que iban a diseñar unos espectáculos que pretendían ser un acontecimiento en la Ópera de Los Ángeles, donde Domingo es director artístico, igual que en Washington.
El 11 de septiembre lo arruinó. "Como saben, desde esa fecha la economía ha cambiado mucho y ya los directivos de esa compañía no están dispuestos a asumir el coste de un proyecto así", anunció ayer Domingo. Pero puede que salga por otro lado. "En Washington, quizá, con otros creadores, aunque todavía no hemos decidido nada".
Fútbol en vez de guerra
También ayer, en la presentación de La valquiria, en el Teatro Real hubo tiempo para hablar de la guerra, como en cualquier esquina, como en cualquier acto. Plácido Domingo nadó con diplomacia y pies ligeros, con halagos y buenos deseos para todos. "Nadie quiere una guerra en la que en un minuto 300 niños puedan quedar sin padres", aseguró. "Parece inevitable, pero yo creo que se puede evitar, que se puede encontrar una solución, las únicas guerras que quiero que ocurran son las que suceden en el escenario. Nadie con sentimientos desea algo así. Hasta Bush creo que desea que se resuelva, y espero que ésa sea la solución". De todas formas, él también propone sus métodos: "¿Por qué no resolver estos conflictos con un partido de fútbol?", propone.Sus compañeros de reparto, la alemana Waltraud Meier y el estadounidense Alan Titus, también lanzaron sus deseos de paz. "Como alemana, para mí es inimaginable que mi país vuelva a vivir más guerras nunca", dijo la cantante. "Lo oímos todas las semanas, la guerra no es inevitable, llegar a esa situación sería un fracaso y no creo que vayamos a fracasar", aseguró Alan Titus. Como es el intérprete de Wotan, se podría decir: palabra de dios.
Babelia
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