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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Carcajadas multiculturales

Casualidades de la vida: Ramu (Jimi Misty), un joven indio, profesor de música, imaginativo y con aspiraciones de promoción social, emigrará a Estados Unidos para convertirse... en ocasional actor porno. Más casualidades: como en el caso de Peter Sellers, jardinero sabio de Bienvenido mister Chance, nuestro hombre no tendrá muchas cosas que decir, pero topará, entre prestación sexual ante la cámara y salto gimnástico frente a la misma, con una serie de extravagantes personajes de la high society neoyorquina, de los que acabará convirtiéndose en guía espiritual, nada menos; un gurú un tanto desmadrado que, en la medida que bebe su sabiduría de su angelical compañera de devaneos sexuales (Heather Graham), lanzará consejos colmados de llamadas a la desinhibición, al amor libre, a la orgía grupal.

EL GURÚ DEL SEXO

Directora: Daisy von Scherler Mayer. Intérpretes: Jimi Misty, Heather Graham, Marisa Tomei, Christine Baranski, Michael McKean, Sanjeev Bhaskar. Género: comedia. EE UU-Reino Unido, 2002. Duración: 95 minutos.

Con tales guiños de guión, un considerable humor negro para jugar con los tópicos nacionales y de clase, Scherler Mayer narra una comedia de enredos que mezcla con habilidad cosas aparentemente en las antípodas. Por ejemplo, la crítica social con el musical más disparatado: baste con decir que la traca final es un número que acaba maridando la música de Grease con la estética de un musical cualquiera made in Bollywood, un desternillante descenso de escaleras a la usanza del cine de Bombay, sin olvidar los esquemas más socorridos de la comedia amorosa.

Es ésta tal vez la mayor objeción a hacer a una película que, por lo demás, luce siempre fresca, chispeante, afortunada en el gag visual y más aún en la réplica lanzada con gracia. Su dependencia del viejo cliché de chico encuentra chica le falla y la pierde, pero acaba reencontrándola aparece más como un talón de Aquiles que como un verdadero recurso para ordenar una estructura narrativa.

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