"¡Hay que mantener el buque lejos de la costa!"
El Ministerio de Fomento ya tenía claro llevar al petrolero a 120 millas de la costa cuatro horas después del accidente
El Prestige deambula herido, sin máquina, frente a las costas gallegas mientras en los despachos se gestiona el negocio del salvamento del buque. A las nueve de la noche del 13 de noviembre, con la cubierta embadurnada de una capa de fuel y agua salada, el capitán del navío, Apostolos Mangouras, se dispone a materializar el enganche, por fin, con el Ría de Vigo. Mangouras sabe que el remolcador es su seguro de vida. A esa hora, su patrón, Universe Maritime, le ha autorizado para dejarse auxiliar por el remolcador bicéfalo. El Estado lo envió al siniestro; la rescatadora privada, lo subcontrató.
Las autoridades del Ministerio de Fomento respiran al lograr que el Prestige tome el remolque, aunque ignoran la situación real del barco. Sólo tienen noticias imprecisas de la grieta basadas en las informaciones de los pilotos de los helicópteros que han sobrevolado el petrolero.
"Las autoridades han pedido terminantemente que se remolque el buque a 120 millas"
Smit Tak: "Solicitamos un puerto de refugio para llevar al 'Prestige' y solucionar el problema"
Pese a la falta de datos sobre la gravedad de las heridas en el buque, sólo cinco horas después de la llamada de socorro, las autoridades del Ministerio de Fomento han tomado una decisión crucial para la supervivencia del navío.
Los responsables de la Sociedad Estatal de Salvamento Marítimo (Sasemar) envían a las 20.30 un fax al armador del Prestige para que haga firme el remolque que le ofrezca el Ría de Vigo y declaran expresamente sus intenciones: "A fin de mantener el buque lejos de la costa española". El director general de Marina Mercante, José Luis López-Sors, vuela para hacer noche en A Coruña.
En el Ministerio de Fomento, los servicios de prensa también acreditan que la decisión esta tomada desde esa misma noche.Una nota de las 22.40 detalla que un buque de salvamento marítimo realiza la maniobra de remolque del Prestige. Y añade: "Se dirigirá el buque mar adentro para evitar riesgos. La solución que se ha considerado más adecuada es la de dirigir el buque mar adentro para minimizar posibles daños".
Fomento precisa que el buque que desea despedir a alta mar se halla escorado, con sólo tres tripulantes a bordo, y que uno de los helicópteros ha detectado "una mancha de hidrocarburos en una cantidad no cuantificada". La intención del Gobierno es muy temprana.
Ni siquiera aguarda a la noche. Hay indicios. Jesús Uribe, responsable de operaciones de Sasemar, explica que a las seis de la tarde del 13 de noviembre informa a Smit Tak, la empresa holandesa de salvamento, que el remolcador Ría de Vigo "se está dirigiendo hacia la zona del Prestige para tomar remolque, alejarlo y proteger la costa española".
Cuatro horas después de producirse el accidente del petrolero, las autoridades de Fomento ya tienen claro que defender la costa española significaba alejar el buque, herido de muerte, mar adentro. Justo lo contrario intentaba a esas horas Michael Margretis, director de operaciones de Universe Maritime, empresa propietaria del navío.
"Que remolquen el barco a un lugar seguro, minimicen la contaminación y salven el buque". Su ruego cae en saco roto.
De madrugada, los intentos de enganchar el Prestige al remolcador son infructuosos. Por unos minutos, el capitán Mangouras atisba una esperanza de que no lo alejen de las costas.
A las 4.06, el capitán del remolcador Ría de Vigo pregunta a Mangouras:
-¿Puede fondear en caso necesario?
-Sí.
Pese a la respuesta afirmativa, nunca se intenta el fondeo. Las autoridades nunca consideran seriamente tal posibilidad.
Ángel del Real, capitán marítimo de A Coruña, llama al inspector Serafín Díaz:
"¿Puedes subir a bordo del Prestige para poner en marcha las máquinas?"
Díaz acepta y por la mañana coge un helicóptero que le deja sobre la cubierta del petrolero a las diez de la mañana.
La visita del inspector al buque será la base de la argumentación de Fomento, que justifica su decisión de alejamiento en el informe que Díaz hace tras regresar de su viaje al barco, algunas horas después de que las autoridades hubieran ordenado alejarlo.
El inspector informa a sus superiores:
"Desde el helicóptero se veía un boquete largo en el costado de estribor de unos 15 metros aproximadamente, como si se hubiese desprendido una plancha, como grieta, y se apreciaba una mancha de fuel desde una milla antes del barco".
El inspector no examina qué tanque de carga se ha roto, ni comprueba si funciona el mecanismo de remolque de emergencia ni analiza el audicator para conocer las consecuencias del sobrecalado del buque. Su misión es sólo una:
"El encendido del barco era primordial para alejarlo de la costa".
Ángel del Real, el capitán marítimo de A Coruña llama esa misma mañana del día 14 a Evaristo Landeira, el práctico mayor del puerto.
-¿Se puede meter el Prestige en puerto?
-Yo sólo acepto meter el barco si me eximís por escrito de responsabilidad, porque mi seguro no cubre estas situaciones.
Del Real comunica esa respuesta a sus superiores, que se ratifican en su deseo de alejar cuanto antes el petrolero de las costas gallegas.
El director general de Marina Mercante, que ha llegado hace unas horas a A Coruña, cuenta telefónicamente los detalles del accidente a sus superiores del Ministerio de Fomento en Madrid, que pintan un panorama desolador:
"La actuación del capitán del barco, con un buque en esas condiciones, habiendo desalojado a la tripulación, con la máquina parada, poniendo dificultades a la toma de remolque, lo único que garantizaba es que el buque se estrellara contra las costas de Galicia, derramando el total de su dañina carga, la cual se repartiría por todo el litoral, dado el temporal reinante en aquel momento, poniendo en riesgo la salud de las poblaciones costeras y el medio ambiente marino. Todo ello, además, sin otorgar margen de tiempo a los servicios de respuesta a la emergencia". "¿Adónde va un barco sin tripulación, sin propulsión y sin gobierno, si no es a estrellarse contra la costa", proclama Fomento. Y ensalza su propia apuesta: "La decisión del alejamiento es la única viable, razonable y la que dicta el sentido común dadas las circunstancias de la emergencia. Se trata de alejar el peligro para reducir en lo posible un daño que se produce mucho antes de que actúe la Administración española".
En la noche del 14 de noviembre, Ángel del Real, capitán marítimo de A Coruña entrega al capitán Wytse H. Huismans, del equipo de Smit Tak, la empresa privada que se hace cargo del salvamento, la orden de alejar el petrolero a 120 millas de la costa. Del Real cumple órdenes del director general de Marina Mercante.
Cuando llega el equipo de Smit Tak a bordo del petrolero en la madrugada del día 15, lo primero que hace es evaluar sus daños. Desciende a las entrañas del Prestige. A las tres de la madrugada, ya tienen el diagnóstico del buque enfermo: "Falta el forro del lado del tanque de lastre número tres. El tanque está abierto al mar; mamparo entre el tanque de lastre número dos y el tanque de lastre número tres dañado; mamparo entre el tanque de carga número tres y el tanque de lastre número tres dañado y la carga se está filtrando hacia el tanque de lastre y vertiéndose al mar".
Media hora más tarde, deshace la única operación acometida a bordo por el inspector de Fomento, Serafín Díaz: "El jefe de salvamento a bordo del buque siniestrado ha decidido parar el motor principal, debido a las fuertes vibraciones, con posibilidad de causar más daños de los actualmente existentes".
A las once de la mañana del día 15, los responsables de Smit Tak afrontan una reunión con el gabinete de crisis en pleno: el director general de Marina Mercante, José Luis López-Sors; el subdirector general de Tráfico y Navegación, Manuel Nogueira; el director general de Sasemar, Javier Gárate; el delegado del Gobierno, Arsenio Fernández de Mesa, y el capitán marítimo, Ángel del Real.
La posición de los altos cargos es inflexible: "Después de explicar la situación actual del buque siniestrado a las autoridades, éstas han pedido terminantemente que se remolque el buque a 120 millas de la línea de costa en dirección oeste y que se estudie la posibilidad de realizar un trasvase de barco a barco al sur de Canarias".
Smit confiesa su fracaso: "Las autoridades han negado cualquier posibilidad de remolcar el buque a aguas abrigadas, ni a la bahía de Vigo, ni a Gibraltar. Posteriormente, se ha presentado una nueva carta a las autoridades solicitando un área abrigada para el buque siniestrado".
A las 12.11, Smit envía un fax al delegado del Gobierno, en el que reitera su ruego:
"El navío tiene ciertos daños estructurales en el forro exterior del casco hacia el tanque de lastre número tres de estribor. Lo que hace falta es llevar el buque siniestrado a aguas tranquilas donde se pueda realizar un trasvase a otro barco en condiciones controladas. Solicitaríamos, por consiguiente que considere la posibilidad de asignarnos un puerto de refugio o un área segura adónde podamos llevar el Prestige y solucionar sus problemas. Somos plenamente conscientes de que sus inspectores desearán visitar el siniestro para convencerse de que es seguro trasladarlo a aguas territoriales españolas abrigadas y, por supuesto, nosotros colaboraremos en todo lo posible para que dichos inspectores visiten el siniestro".
No hay respuesta. Las autoridades están convencidas de lo contrario. Ningún inspector visita más el barco. A las 16.45, el petrolero es totalmente evacuado. "No sabemos qué puede pasar durante la noche, y, en segundo lugar, no pueden hacer nada a bordo debido al empeoramiento del tiempo".
Fomento, en sus comunicados, ha remachado que "el alejamiento del Prestige no se decidió ni en función de su hundimiento ni del presumible comportamiento físico del fuel en el fondo marino". Un testigo de las reuniones del gabinete de crisis desmiente esta afirmación. Y lo hace ante el juez: "La orden de alejarse a más de 120 millas fue porque a esa distancia, con más de 3.000 metros de profundidad, pensaban que el fuel se solidificaría". El relato es del capitán marítimo, Ángel del Real.
El rumbo del alejamiento del barco es otra incógnita. Fomento aclara que no es cosa suya: "El destino al que debía dirigirse el Prestige para realizar las correspondientes labores de rescate o trasvase de la carga eran decisión exclusiva de la empresa salvadora".
Pero a las once de la mañana del 15 de noviembre, las autoridades ordenan un rumbo determinado e incluso un destino: al sur de Canarias. Y ya la víspera, a las seis de la tarde del día 14, la torre de Finisterre lanza una severa reprimenda al capitán del petrolero.
"Debemos cambiar el rumbo a oeste 270", explica Mangouras.
"No, no, no", replicó Finisterre. "Debe ceñirse a la instrucción dadas por las autoridades españolas". La bronca sobre Mangouras sólo se aplaca cuando retoma un rumbo 320, noroeste. "Debe mantener el rumbo y la velocidad".
La justicia quiere saber todo sobre cómo fundamentó el Gobierno el alejamiento y rumbo de un buque agonizante. El destino ordenado es una incógnita. El real ya está escrito: el fondo del mar.
Mañana, tercer capítulo: "Necesitamos urgentemente barreras en la entrada de Arosa".
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