Chapapote con tinta de calamar
Unos 300 escolares malagueños participan en un homenaje a los voluntarios que limpian las playas de Galicia
Existe un chapapote que contamina las playas de Galicia, ese cuyo nombre nadie conocía hasta la catástrofe del Prestige. Pero hay otro que se hace con agua, harina y tinta de calamar y que podría llamarse chapapote de sensibilización. Ayer los voluntarios que han limpiado las playas gallegas elaboraron unos cuantos kilos de esta mezcla inocua para concienciar a los escolares malagueños de que "nunca más" debe producirse un vertido como el del Cantábrico.
"Aj, que asco, que pegajoso", se quejaba un niño que participaba en el taller de retirada del chapapote simulado. La monitora, Vanesa Martínez, les advertía que debían quitar la sustancia viscosa sin llevarse apenas arena para no deteriorar la playa. Mientras daba instrucciones a los críos, se preocupaba inútilmente de mantener limpio su pantalón burdeos. Al final, todos acabaron con manchas de pies a cabeza.
Vanesa ha estado dos veces en Galicia quitando chapapote y sabe de lo que habla. "Esta actividad es importante para sensibilizar a los más pequeños y para que esta catástrofe no se repita", opina. A su alrededor, los niños tratan de zafarse del engrudo grisáceo que se aferra a sus zapatos.
El taller formaba parte de las actividades organizadas por el colectivo ciudadano Málaga mais con Galicia como homenaje a los 1.100 voluntarios de la provincia que han participado en la limpieza del vertido.
La jornada lúdica tuvo lugar en el puerto malagueño y reunió a casi 300 escolares de primaria y secundaria. "En Galicia debe ser más difícil quitarse esto, porque allí es chapapote de verdad", aventuraba Sergio Sánchez, de siete años y alumno del colegio Victoria Kent. Otros talleres invitaban a los peques a limpiar animales petroleados o a simular la cadena trófica del mar para que descubrieran que los efectos sobre los peces acaban llegando al hombre.
Para los estudiantes de secundaria, las actividades eran diferentes. Charlas de los voluntarios, vídeos sobre la recogida del fuel y un chat con alumnos del instituto Leiladoura de Ribeira (A Coruña).
Después de dos horas de conversación, algunos se resisten a cortar. Una profesora promete repetir la experiencia del chat desde el instituto. Sólo entonces dan por finalizada la actividad. Son del instituto Torre del Prado, de la barriada malagueña de Campanillas. Tienen entre 15 y 16 años. Carmelo Cabello comenta que le hubiera gustado ir a Galicia a quitar fuel, pero que sus padres no le dejaron. Una compañera, Laura España, no se corta y suelta toda una declaración de principios: "El Gobierno en vez de liar tanto con la guerra en Irak debería haberse implicado más con lo del Prestige". Otra estudiante, Susana Leiva, trata de hacer una lectura en positivo y comenta que al menos, los gallegos han tenido "el apoyo de la gente".
Para ser precisos, el delegado de Medio Ambiente, Ignacio Trillo, aclara que de Andalucía han participado unos 5.000 voluntarios. A los alumnos de institutos, como ya son mayorcitos, se les da a conocer la Carta del Mar de Alborán, un documento que aboga, entre otras cosas, por unificar la normativa para evitar que los mercantes basura (monocascos, como el Prestige) sigan funcionando.
A última hora de la mañana, al finalizar los talleres, los peques y los adolescentes se juntan para la foto. Después, los de secundaria se enfrascan en un debate sobre la protección del medio ambiente. En cambio, los de primaria se atropellan para explicar a los compañeritos del otro taller la tarea que les ha tocado. Tendrán entre 7 y 9 años, pero hablan de la cadena trófica como si fueran biólogos.
Mejor educar en valores que enseñar derivadas
El homenaje a los voluntarios malagueños que han limpiado chapapote en Galicia se transformó al final ayer en un acto lúdico para escolares de dos institutos y tres colegios. Hubo talleres, charlas, videoconferencia, exposición de fotos y mucho debate. Por la tarde, las actividades ya tomaron otro cariz: marcha desde la Plaza de La Merced hasta el puerto, lectura de un manifiesto contra catástrofes como la del Prestige y entrega de diplomas a los voluntarios.
Todo amenizado con música gallega, flamenco fusión y ritmos andalusíes junto al silo que tanta polémica ha generado en el plan del puerto.
Si los escolares que participaron en los talleres se mostraron encantados con la iniciativa, los docentes no se quedaron atrás. "Jornadas como estas son esenciales porque creo que educar en valores es quizá más importante que enseñar derivadas", defiende Pura España, profesora del instituto Torre del Prado. A continuación, la educadora pone en un aprieto a los periodistas: "¿Acaso os acordáis para qué sirve una derivada?" Nadie contesta.
Las actividades han sido una iniciativa del colectivo ciudadano Málaga mais con Galicia y han contado con la colaboración de pescadores, ecologistas, la Junta de Andalucía, la Diputación y la Universidad.
Daniel Salas, miembro de la ONG Hábitat y voluntario en la recogida de chapapote, cree que esta jornada ha servido para concienciar a un buen número de estudiantes sobre la necesidad de preservar el entorno. Mientras da su opinión, prepara chapapote simulado para que los niños se hagan una idea de cómo es el que él quitó en Galicia. Le dice a los chavales que se pongan guantes y máscaras porque es tóxico. Algunos no lo llevan a rajatabla porque saben que es sólo engrudo.
En cambio sí se toman en serio la recogida y cuidadosamente depositan las pellas de supuesto fuel en unas cestas de plástico que luego se transporta a un contenedor. Los pequeños que están detrás aclaran que ellos son los manos limpias, es decir, los que se encargan del apoyo logístico para agilizar la labor de los voluntarios. Al final de la jornada, todos entonan una consigna: "Petroleros fuera, las costas como eran".
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