Enésimo quiero y no puedo

Se está convirtiendo -sobre todo en el cine europeo, donde el mito del director-autor está sobrealimentado, y sigue engordando y causando estragos- en una de las causas habituales del no funcionamiento, o mal funcionamiento, de una película el frecuente desajuste que se produce en ella entre lo que el director quiere poner en la pantalla y lo que las limitaciones de su ingenio le permiten poner en ella. No es autor quien quiere, sino quien puede, y quienes pueden son pocos. Por contra, abundan los que no se conforman con ejercer su buen oficio y se sienten creadores de un mundo sin serlo y autores de un estilo del que carecen.

En El adversario, la poco consistente y mal fundada ambición de la directora francesa Nicole García está tan por encima de sus posibilidades que oscurece las claves y rampas de bajada al fondo de ese personaje verídico que es Jean Claude Armand, al que Daniel Auteil da una intensidad que se pierde en la estrechez de la imagen y en la cortedad de la secuencia. El asunto de fondo es grave, aterrador, y aunque la directora se vacía en su intento de tocar ese fondo, no lo logra. Se queda lejos de conseguir lo que nos propone, mirando perpleja las negras aguas de este pozo humano, sin saber cómo sumergirnos en ellas..

Turbador enigma

El 9 de enero de 1993, Jean Claude Romand asesinó a sus hijos, su mujer y sus padres. La instrucción de su caso desveló que no era el médico que decía ser, ni tenía ocupación alguna, pues vivía desde 20 años atrás errante, deambulando sin destino durante todo el día de un lugar a otro, a costa de la fortuna familiar y de sablazos a amigos. Al ser descubierta su descabellada impostura, un mecanismo de fría demencia mortífera saltó de su hasta entonces apacible carácter y barrió con fría furia de la vida a toda su familia, para no tener que darles explicación de su inexplicable muerte en vida. Algo escondía en las oquedades de su cerebro este buen ciudadano, para que al desenmascararlo despertara de pronto la bestia que dormía dentro de su apacible vida burguesa.

Ese algo es la pregunta, y el enigma, que flotan a la deriva, sin respuesta alguna, en la reconstrucción de este inaudito episodio de la crónica negra francesa por la cámara de Nicole García. Las imágenes -aseadas, bien compuestas pero pobres y arrugadas ante la tarea, superior a sus posibilidades, de llegar a las raíces de este suceso abismal- de El adversario no logran dar solidez a la negrura que quieren y no pueden representar; y se quedan en un pobre enunciado de este laberíntico infierno íntimo, que acechaba detrás de la perplejidad de un hombre en perpetua huida, que hoy sobrevive en la quietud sin sustancia del manicomio donde se alarga el atolladero de su forma necia y salvaje de llevar hasta el límite las leyes de su clase y su modo de vida.