Maigret, a las puertas de La Pléiade
La mítica colección publicará dos volúmenes de Georges Simenon con motivo de su centenario
Georges Simenon entra en La Pléiade, la mítica colección reservada a los grandes clásicos, de la editorial francesa Gallimard, y con él es probable que lo haga también el comisario Maigret, el más célebre de sus personajes. Según afirmó el jueves pasado, en Lieja (Bélgica), su segundo hijo, John Simenon (Tucson, Arizona, 29 de septiembre de 1949), los dos volúmenes que aparecerán el próximo mes de mayo "incluirán entre tres y cinco maigrets".
Gallimard no quiso confirmarlo ni desmentirlo el viernes, remitiéndose a marzo para cualquier información al respecto. Le Soir Magazine informa, no obstante, en su número del 12 de febrero, de que Gallimard encargó hace tres años la edición de los dos volúmenes a Jacques Duboi, presidente del Centro de Estudios Georges Simenon de la Universidad de Lieja, y a su ayudante, Benoît Denis. Incluirán, entre otras obras, La nieve estaba sucia, Carta a mi juez y La prometida del señor Hire. Según dicha información, que cita a Dubois, han elegido unos pocos títulos de Maigret "porque estas novelas tienen un carácter estándar y repetitivo".
''¡Simenon... un siglo!' es una exposición de espíritu surrealista, como a él le hubiera gustado"
Según una de las leyendas que circulan en torno a Georges Simenon, su célebre comisario surgió en septiembre de 1929 en un puerto holandés. "Con Pietr el letón, nació un tal Maigret, de quien yo no sabía que acabaría obsesionándome durante años y que iba a cambiar por completo mi vida", escribe en Memorias íntimas (Punto de Lectura). Cuentan quienes saben que en realidad Jules Maigret ya existía en relatos anteriores, aunque bajo una forma menos elaborada. A finales de 1930, ya tenía en el cajón varios casos del comisario, pero su editorial, Fayard, prefería sus llamadas novelas populares: daban mucho dinero.
En febrero de 1931 llegó por fin el lanzamiento de los maigrets por todo lo alto y fue un éxito, pero en octubre de 1933 se fue a Gallimard. No rompió sólo con Fayard, sino aparentemente también con Maigret: pensaba escribir romains de la destinée, novelas duras, como él las calificaba. La primera fue El inquilino.
Simenon dejó Gallimard en 1945 y se entregó a un joven editor, Sven Nielsen, de origen danés, nieto y bisnieto de libreros, en la recién creada editorial Presses de la Cité. Simenon, cuenta Pierre Assouline, en Gaston Gallimard. Medio siglo de edición en Francia (Península), no se había sentido cómodo entre los autores de Gallimard, pese a que esta editorial le había publicado unas cincuenta novelas.
Autor de 400 libros, un monstruo de la literatura del siglo XX, cuyos romains de la destinée, como sus maigrets, jamás dejan indiferente, no tuvo premios y consideró a menudo que no era suficientemente reconocido (a no ser por sus lectores). "Es curioso el malentendido que se ha creado en torno a usted. Pasa por ser un autor popular y, en cambio, no se dirige en absoluto al gran público", le escribió su gran amigo André Gide en diciembre de 1938. "Incluso los temas de sus libros, el modo en que trata los pequeños problemas psicológicos, todo parece destinado a personas de gustos refinados. A todos los que piensan con cierto desdén: 'Simenon no es para nosotros', cuando todavía no lo han leído, quisiera decirles que se equivocan".
Quizá por eso, el mejor homenaje a Simenon en este año de su centenario es la edición de una veintena de sus novelas en La Pléaide. A la espera de que Maigret sea aceptado en la cumbre de la literatura, el primer tributo al escritor belga se lo ha rendido su ciudad natal, Lieja, que abandonó cuando tenía 19 años y a la que regresó sólo en contadas ocasiones.
La exposición ¡Simenon... un siglo! se inauguró el viernes en una carpa de 2.500 metros cuadrados, instalada entre las plazas de Saint-Lambert y del Marché. Como dijeron sus organizadores, se trata de una exposición "de espíritu surrealista, como a él le hubiera gustado". Aunque, con la ambición de expresarse en tres dimensiones y no siguiendo un orden cronológico, recorre de alguna manera la vida y la obra de Georges Simenon, desde que nació pasados 10 minutos de la medianoche del 12 de febrero de 1903 hasta su muerte, en Lausana, en la noche del 3 al 4 de septiembre de 1989.
Dividida en diversos apartados, se inicia en la reproducción de una plaza de Lieja 1900, en la que muestra, sobre todo, sus primeros pasos en las letras: artículos en la Gazette de Liège, cuando tenía 16 años; su primera novela, Le pont des arches, firmada como Georges Sim, así como ediciones de las 200 novelas populares que publicó bajo 17 seudónimos diferentes. Luego, sus viajes, desde la vuelta a Francia por canales y ríos; África, Estados Unidos... Y, junto a él, otros grandes viajeros como Hemingway o Kerouac.
El comisario Maigret tiene, por descontado, un espacio de honor: su despacho del Quai des Orfèvres, pero aparecen también los de otros héroes de ficción: el piso de Sherlock Holmes en Baker Street o la morgue donde trabaja la doctora Kay Scarpetta.
También hay una sala de proyecciones, en la que, aparte de fragmentos de películas inspiradas en sus obras, como Trois chambres à Manhattan, se proyectan extractos de, por ejemplo, Harry Potter y la piedra filosofal. Muy surrealista.
Uno de los espacios que más interés suscitan es el dedicado a sus relaciones con las mujeres. Realmente, mucho más light que lo que él cuenta en sus memorias: ahí están su primera esposa, Tigy, a la que abandonó por la canadiense Denyse, mientras mantenía una larga relación con Boule, a la que contrató como cocinera; el apasionado romance con Josephine Baker o sus tardíos amores con Teresa, contratada como doncella y que también ofició de enfermera, cuando Simenon se rompió siete costillas al caerse en el cuarto de baño... Todo tratado con discreción.
Muchas fotografías de su familia y en especial de sus hijos: Marc, fallecido hace dos años y medio; John; Marie-Jo, que se suicidó en 1978 cuando tenía 25 años, y Pierre. La biografía viaja asimismo por sus numerosas casas, hasta 35 dicen que tuvo. Se exhiben numerosos documentos, desde su certificado de nacimiento hasta sus cuadernos escolares de notas o sus títulos de navegación.
Llaman la atención sus manías: los lápices, las carpetas amarillas, su sistema de trabajo, un capítulo por día, o la bola de oro de Cartier que le regaló Denyse, su segunda esposa.
La ambientación se completa con una gabarra en una esclusa, el rumor del mar o el rápido tecleo de una máquina de escribir.
"Durante toda mi vida he sentido curiosidad por todo, no sólo por el hombre, a quien he observado vivir en todos los rincones del mundo, o por la mujer, a quien perseguí casi dolorosamente, pues era tal mi necesidad de confundirme con ella que el deseo resultaba a veces acuciante. También sentí la llamada del mar y de la tierra...", escribió Simenon en sus memorias. Algo de todo eso hay en esta exposición.
En España, Tusquets ha iniciado el Año Simenon con La mirada inocente, la novela preferida del escritor, según le contó a Bernard Pivot en una interesantísima entrevista para el programa Apostrophe (Editrama la comercializa en vídeo). En mayo publicará otra de sus novelas duras, El fondo de la botella, y en noviembre, El tren de Venecia. Tusquets, que ha publicado ya 27 romains a la destinée y 42 maigrets, proyecta un gran lanzamiento de las novelas del comisario. Edicions 62 anuncia en catalán, para mayo: L'home de Londres, L'home que mirava passar els trens, El fons de l'ampolla y La neu era bruta.
"Nos dio la libertad de ser libres"
Georges Simenon se muestra en Memorias íntimas como un padre muy afectuoso, pendiente siempre de sus hijos. John Simenon, que se reunió en Lieja con periodistas españoles, lo confirma. "Nos dio ocasión de vivir una vida de familia. Nunca nos faltó, siempre estaba disponible. Nos dio la libertad de ser libres".
John Simenon, que se ha dedicado a la producción y distribución cinematográfica, se siente ahora más dispuesto a dedicarse a la obra de su padre. Ha trabajado con Michel Carly en el libro Sur les routes américaines de Simenon, en el que recorren los 10 años que el escritor vivió en Estados Unidos.
Sobre las memorias de su padre, dice que "fue sincero, aunque a veces no exacto. Pero no mintió, no hablaba abiertamente de sus heridas o sufrimientos. No necesitaba aparentar lo que no era". Admite que Simenon de joven era un poco "fanfarrón".
Afirma que se siente "orgulloso y sorprendido" de la exposición ¡Simenon... un siglo!, porque muestra a un hombre que "ha vivido todas las vidas posibles".
"Maigret es una mezcla de personas que conoció y también, en cierta medida, el hombre que hubiera deseado ser", dice John Simenon, para quien lo mejor de la obra de su padre es su "universalidad". "Todo el mundo se reconoce en sus libros. Las cosas que él describe son las que le pasan a la gente del mundo entero".
John Simenon cree que no quedan inéditos de su padre, aunque no se ha publicado aún su correspondencia con el escritor Frédéric Dard.
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