_
_
_
_
Reportaje:

Subcontratas para la carrera espacial

El 92% de los proyectos de la NASA se realiza fuera de la agencia estadounidense

Las investigaciones sobre las causas de la desintegración del transbordador espacial Columbia no van a detener la conquista del espacio. Sí van a arrojar luz, en cambio, sobre el creciente papel que las contratas externas, encabezadas por Boeing y Lockheed Martin, tienen en las actividades de una NASA que gasta fuera el 92% de su presupuesto.

Los contratistas van a jugar un papel clave en la investigación del accidente, pero prefieren no pronunciarse sobre los efectos que las pesquisas sobre el desastre del pasado día 1 vayan a tener sobre su vinculación al programa espacial.

La entrada de EE UU en escena supuso despidos, con los ingenieros de la NASA controlando el cumplimiento de los contratos

Y es que la NASA domina los números de la ingeniería, pero se pierde con los de la economía. En la pasada década, bajo constante presión política para controlar los excesos de gasto, optó por aumentar la subcontratación de trabajos. Tradicionalmente, la agencia espacial ha encargado fuera en torno a los dos tercios del programa de la lanzadera, pero las demandas del Capitolio, aceptadas de buen grado por el anterior administrador, Daniel Goldin, han hecho que hoy el 92% del presupuesto de la agencia salga al exterior.

Goldin encandilaba a los congresistas con su lema de construir una NASA "más rápida, más barata y mejor". A mediados de la pasada década decidió concentrar la agencia en la investigación y el desarrollo, y distanciarse del día a día del programa espacial, que debería quedar en manos de un contratista principal. Para entonces, el grueso del trabajo lo realizaban Lockheed Martin y Rockwell Internacional, que, ante la amenaza que para el perdedor suponía la nueva estrategia de concentración, optaron por crear una sociedad al 50% que fuera la directora externa del proyecto. Así nació United Space Alliance (USA), en la que el puesto de Rockwell pasó a ser ocupado por Boeing cuando el fabricante de aviones y satélites adquirió su división aeroespacial a la compañía californiana en 1996.

Rockwell Internacional está en el origen de la lanzadera, de la que fue diseñador principal y coordinador de las más de 250 compañías que tuvieron a la recién siniestrada Columbia como su primer producto, en 1981. En las más de dos décadas transcurridas desde entonces, muchas de aquellas sociedades han desaparecido, se han transformado o han sido absorbidas, por lo que buena parte del equipamiento que producían hoy es fabricado por USA. El consorcio se encarga desde el entrenamiento de los astronautas y los controladores de vuelo hasta la fabricación de las placas de revestimiento que protegen a la lanzadera al atravesar la atmósfera. Según los analistas, el margen de beneficios que deja el trabajo con la NASA promedia un 3%, muy por debajo del 8%-13% que brindan los contratos con el Pentágono.

Pilar para Boeing

La agencia espacial contrató trabajos con USA por valor de 9.000 millones de dólares desde 1996 al año 2002, acuerdo extendido hasta septiembre de 2004 a cambio de otros 2.900 millones. Mediante USA y otros trabajos propios, Boeing -que fabrica los motores de la lanzadera y fue responsable de la última modernización de la Columbia, realizada entre 2000 y 2001- recibe alrededor de 2.000 millones de dólares anuales de la NASA, el 3,7% de una facturación anual de 54.000 millones. Para Lockheed Martin -fabricante del tanque externo de combustible, del que se desprendió un fragmento de la capa de aislamiento en el despegue de la Columbia-, la cantidad absoluta es ligeramente menor, aunque sus 1.700 millones suponen el 6,4% de los 26.600 millones de negocio del año pasado.

El tercer gran contratista es Alliant Techsystems, muy lejos ya de los dos gigantes, con una facturación de 2.140 millones, a los que la lanzadera contribuye con 380 millones, el 17,8% del total. Morton Thiokol, una filial de Alliant, fabrica los cohetes que ayudan a poner en órbita la lanzadera, y a esta sociedad se atribuyó la responsabilidad por el sellado defectuoso que provocó la explosión del Challenger en 1986. Más de 120 empresas contribuyen al programa espacial, en respuesta a pedidos de USA.

La entrada de la compañía en escena supuso despidos, la amortización de plazas que quedaban vacantes y, sobre todo, que numerosos programas y funciones que venían desarrollando conjuntamente técnicos de la NASA y personal externo quedara en exclusivas manos de USA, con los ingenieros de la agencia espacial limitados a controlar de lejos el cumplimiento de los contratos y especificaciones. Goldin aprobó la estrategia por considerar que el programa espacial estaba ya tan encarrillado y era tan sabido lo que había de hacerse en cada momento que la agencia podía permitirse el distanciamiento. Con el visto bueno del Congreso, Goldin rebajó la burocracia de la NASA y los costes de operar la agencia a cambio de desmoralizar a la plantilla, perder personal cualificado y, según sus críticos, abrir la vía a menores controles de calidad. Informes oficiales y congresistas críticos de esta solución advirtieron que se corría el riesgo de reducir las medidas de seguridad, aunque lo hicieron en términos de indeterminado futuro.

El principal beneficiario

USA, como principal beneficiario, mantiene que la seguridad siempre ha sido prioritaria y defiende el cambio auspiciado por Goldin con el argumento de que, desde que en 1996 se hizo cargo del grueso del programa, ha ahorrado miles de millones de dólares a la NASA, ha reducido las cancelaciones de despegues en un 67% y ha recortado irregularidades y averías en un 70%.

Sean O'Keefe, subdirector de la Oficina de Gestión y Presupuesto de la Casa Blanca, fue enviado por George Bush a sustituir a Goldin con la misión de seguir controlando el gasto, en particular de la Estación Espacial Internacional, la bicha de los congresistas por sus constantes extralimitaciones presupuestarias, la última de ellas de 5.000 millones, que elevan el costo total, por ahora, hasta 35.000. O'Keefe dio explicaciones al presidente sobre la situación en la NASA dos días después de la desintegración de la Columbia y esta semana ha comparecido ante la comisión del Congreso que investiga la catástrofe.

Los expertos aventuran que USA y los restantes contratistas no van a sufrir daño sensible por el accidente. La NASA no puede prescindir de ellos, y con ellos seguirá trabajando tanto en la puesta al día de las lanzaderas, para lo que ya hay presupuestados 1.600 millones de dólares, como en el programa para crear una nueva nave orbital que pueda unir la Tierra con la estación espacial para el año 2025. O'Keefe aprobó en noviembre un presupuesto de 2.400 millones de dólares con que financiar los cuatro próximos años de investigación en este plan en el que trabajan por separado Boeing, Lockheed Martin y un tercer grupo formado por Northrup Grumman y Orbital Sciences.

A la conquista del universo

La inesperada muerte de los siete astronautas que viajaban en la nave Columbia ha despertado de la rutina al poder político y ratificado la voluntad de seguir adelante en la carrera espacial, con presupuestos potenciados, tras años en los que la máxima era el sacrificio económico.

Después de décadas de apreturas en el cinturón presupuestario, aplaudidas por un Congreso que ahora se lamenta de ellas, la Casa Blanca acaba de presentar un nuevo presupuesto para el próximo año fiscal de la NASA, que aumenta el anterior en 470 millones de dólares, hasta los 15.470. De ellos, 3.900 irán destinados al programa de la lanzadera, 700 más que en el actual ejercicio. Los defensores del programa espacial consideran insuficientes esas cantidades y, bajo los efectos del siniestro, la Casa Blanca ha hecho saber que el presidente escuchará las propuestas de incremento de gasto que se le hagan.

La impresión extendida es que la catástrofe dará un nuevo empujón a la conquista del espacio, con el contratiempo que para las compañías representa la suspensión temporal de los vuelos compensado por los trabajos de renovación de las tres lanzaderas que aún quedan (Atlantis, Discovery y Endeavour) y la potenciación de los proyectos en marcha para construir una nueva generación de vehículos espaciales.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_