García Montero desvela sus cambios de piel en 'La intimidad de la serpiente'
El escritor ha empleado cinco años en completar su nuevo poemario
Luis García Montero ha necesitado cinco años para completar su nuevo poemario, La intimidad de la serpiente. El poeta camina en este trabajo por los arrabales de la España de los sesenta y recrea sus destellos juveniles hasta crear un retrato nada complaciente de la sociedad actual. "Me interesa la mirada del conspirador, y no para defender paraísos artificiales, sino para mantener una mirada crítica sobre la realidad", asegura el poeta.
La intimidad de la serpiente (Tusquets) se abre con Cuarentena, un poema inspirado en una fiesta de cumpleaños en la que un amigo le regala una fotografía en la que se ve a García Montero (Granada, 1958) con 20 años saliendo de una reunión clandestina del Partido Comunista de España. La foto provoca un diálogo entre el joven que iba a llevarse el mundo por delante y el adulto que se ve vencido. "El diálogo entre la inocencia y la persona que ha aprendido a moderar sus sueños a costa de renunciar a ellos crea la atmósfera que da pie al libro", cuenta el escritor. "Ese joven era fruto de una sociedad que apostaba por la modernidad, la democracia, la libertad sexual y Europa, y ahora hemos comprobado que esos sueños han sido manipulados". Como ejemplo de la derrota, el autor de Habitaciones separadas cuenta cómo la libertad sexual que jóvenes como él defendían en los setenta ha desembocado en los programas de telebasura donde se venden las miserias íntimas de los famosos.
Escrito en un tono lírico y otro más reflexivo, La intimidad de la serpiente pretende ser una reflexión sobre el papel de la poesía y una evocación de la España en la que los trenes hacia Alemania iban cargados de emigrantes españoles. En estos cinco años de trabajo, García Montero ha tenido dos referentes claros: Luis Cernuda y sus poemas de reencuentro con la pobreza, escritos en México, y Pasolini y su denuncia de todos los valores que se perdieron por una determinada manera de entender el progreso.
García Montero ha planeado este poemario como "un ejercicio de reivindicación de la conciencia individual intentando devolver la dignidad a las palabras que utilizamos. Esta reflexión tiene que ver con la memoria y con la sociedad española actual que vive en la modernidad". A juicio del poeta, vivimos un momento de crisis en el que las palabras pierden su sentido: "Se habla de paz para declarar una guerra y de libertad para imponer la represión". "El poema, Las confesiones de Don Quijote, se presenta como una denuncia de una sociedad que está liquidando la democracia a base de romper la diferencia entre realidad y ficción y de querer que no distingamos los gigantes de los molinos de viento".
Luis García Montero alterna los poemas con las canciones líricas, en la tradición de Juan Ramón Jiménez y Alberti y en las que desarrolla una "poesía más cerrada en la que el poeta trata de convertir la palabra en un espacio de entendimiento".
García Montero es catedrático de Literatura en la Universidad de Granada y compagina la poesía con el ensayo -en estos días se ha reeditado Poesía, cuartel del invierno (Seix Barral)-, pero la lírica es el género que tiene autoridad sobre él. "Me siento poeta, y por eso soy una serpiente solitaria. Si un poema me sale bien no tengo la urgencia del que está perdiendo el tiempo. Si escribo ensayos es porque soy catedrático, y dentro de mi trabajo está la investigación y necesito darle un contenido teórico a mi poesía".
El autor de Completamente viernes acuñó el término "poesía de la experiencia", que dio pie a una de las polémicas que ha alimentado la poesía de los últimos años. "Muchos poetas opinan sin leer los libros y hubo autores que criticaron a los poetas que contaban su vida cotidiana acusándoles de carecer de aspiraciones filosóficas y de falta de rigor en el lenguaje, pero creo que la poesía de la experiencia ha dado un sentido trascendente a la realidad. No creo que la poesía sea la reinvención del lenguaje".
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