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ARCO 2003

Galeristas y artistas marcan las diferencias de los dos pabellones

Lo primero que se aprecia al entrar en Arco son los dos grandes cuadros de Barceló -unas inmensas marinas matéricas pintadas recientemente, a 300.000 euros cada una - que cuelgan en la galería de Bruno Bichofsberger, su representante en exclusiva desde hace décadas. Dan fe no sólo de la presencia en esta edición de algunas de las más potentes galerías suizas, sino que también resultan premonitorias de este cierto retorno al orden, es decir, a la pintura, que empezó a vislumbrarse el pasado año y se afianza éste.

"Es curioso porque parece como que vuelven los ochenta", comentaba Fernando Roldán, de la galería sevillana Cavecanem. "Hay como una vuelta al interés por la pintura, y me ha pasado a mí, pero, por lo que veo, también a los otros galeristas. Son cosas que están en el aire".

"Es una edición espléndida". La valoración positiva de la nueva edición de Arco por parte del galerista Carles Taché, de Barcelona, era habitual entre los galeristas y artistas consultados, aunque las diferencias aparecían en el tratamiento de los dos pabellones. El recorrido por el 7 es una vuelta a los grandes nombres de las vanguardias históricas y las principales corrientes de la mitad del siglo XX, mientras que en el 9 se vuelcan las tendencias y los artistas de las últimas generaciones.

Como un museo

"Aquí se citan las mejores galerías con sus mejores fondos, y esto hace que cada Arco vaya mejorando hasta llegar a éste, que es espléndido", añade Carles Taché, que ayer tenía reservadas piezas de Scully y Colomer. "Hay grandísimas obras y están colocadas de manera muy relajada, como si fuera un museo, y así se puede pasear y descubrir".

El pintor Eduardo Arroyo se negaba a salir del pabellón 7. "Hay dos ferias, una con fotografías sobre cartones y autonomías subvencionadas, y otra seria, no de mercadillo, con galerías internacionales potentes. El dibujo de la feria es más fácil y las obras se ven con más dignidad".

Ben Jakober y Yannick Vu, que exponen en Galerie de France (París) un botellero en homenaje a Duchamp, creen que hay optimismo a pesar de las amenazas de guerra, y destaca una vuelta a la pintura y la calidad de las obras en las galerías. El galerista Vostell (Berlín, Madrid) también observa un Arco más clásico, con menos fotografía, instalaciones y videoarte. "La pintura se vende mejor y ésta es una feria de arte donde domina el mercado". La calidad de las obras también es señalada por el galerista Guillermo de Osma (Madrid).

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