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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El chapapote sevillano

En Sevilla, el chapapote no lo vierte el Prestige. Yo no sé quién lo vierte, pero sí sé que es una riada continua y que lleva manando bastante más tiempo que el barco hundido en Galicia, sin que, al parecer, a nadie de los que puedan dar solución le importe. Sus consecuencias son más penosas e inmediatas, si cabe, de las que traerá en el tiempo la mancha de fuel.

Nuestro chapapote es la mala sanidad, tiene tantas similitudes con el gallego que se les puede comparar sin problemas. Ambos son consecuencia de negligencias políticas, los dos son negros, el de aquí por lo que se ha tenido que trabajar como un ídem para conseguirlo y tener lo que se tiene. El nuestro no es pegajoso, es ligero, somos demasiado tolerantes, nos aguantamos con todo, no reclamamos de forma insistente. Al chapapote gallego no lo quiere nadie, al de aquí lo queremos todos, tan sólo que lo queremos digno, como creemos que corresponde a un servicio público de esta categoría.

¿Dónde está la grandeza de la lección gallega? Creo que en la unidad de acción del pueblo doliente, sabedor de que si ellos no se organizan, sus problemas no los soluciona nadie. Ellos viven del mar y si éste muere, la supervivencia al menos se resentirá bastante.

En Galicia a los blancos voluntarios de todo el mundo hay que darles todo nuestro agradecimiento por su sacrificio y solidaridad. En Sevilla, a los blancos no voluntarios pero sí en su mayoría voluntarioso personal a los que hay que respetar, a unos por su dedicación y entrega, haciendo posible que la saturación salga adelante. Pero también existe ese otro personal que en Galicia van de fotos, paseos por la costa, y en Sevilla la foto es la misma, paseo por lo público para grandeza de lo privado.

Los barcos recogedores de chapapote a Francia, los gallegos sin medios para recoger el fuel, y en Sevilla el hospital militar Vigil de Quiñones cerrado, su magnífico personal de brazos cruzados (va para tres años), el hospital de Bormujos sin concertar y los sevillanos padeciendo, mientras tanto, sus consecuencias en las urgencias masificadas.

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