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AMENAZA DE GUERRA | La reacción social en España
Columna
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Cuestión de semanas

Una vez más se comprueba que la política es la administración de los tiempos. Cuestión de semanas. Ésa era la expresión que servía de estribillo el pasado miércoles a la primera comparecencia sobre el caso de Irak del presidente del Gobierno, don José María Aznar, ante el Pleno del Congreso de los Diputados en el palacio de la carrera de San Jerónimo de Madrid. Repetimos, cuestión no de días, ni de meses, sino de semanas. Eran esos mismos los términos temporales, cuestión de semanas, empleados en esos mismos momentos por el secretario de Estado de Estados Unidos, general Colin Powell, en su informe simultáneo al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en Nueva York. Fue entonces en su réplica cuando los malvados socialistas y sus compañeros de adversa fortuna ladraron su rencor por los escaños y propalaron la especie insidiosa del seguidismo de Aznar ante Bush, queriendo explicar la libérrima coincidencia en términos de humillante sumisión. Pero, de eso nada. Como estamos leyendo, viendo y escuchando todo indica que se trata más bien de un caso como los descritos en la teoría de la armonía preestablecida de Leibnitz.

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Como tantas veces, las guerras buscan acompasarse con la meteorología. Los avances en la predicción de la temperie han sido fundamentales para la planificación de las operaciones militares. Ninguna ofensiva se desencadena sin garantizarse la supremacía aérea y pese a los avances tecnológicos en la navegación instrumental las buenas condiciones climatológicas son una ayuda bienvenida. Estamos aprendiendo cada día de las adversidades que representan las altas temperaturas del verano en Irak y todavía el Pentágono sigue lejos de tener por completo a su favor los poderes invocados por Josué que le permitieron alterar el curso de los astros, detener la puesta del sol, y prolongar la jornada hasta alcanzar la culminación de la victoria. La ventana de oportunidad para la intervención militar caduca en cuestión de semanas. Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa de Estados Unidos, lo sabe con exactitud y más allá de ese límite temporal las penosidades y riesgos propios se incrementarían innecesariamente.

Si nos atenemos a la Casa Blanca, en cuestión de semanas tendremos la intervención militar norteamericana en Irak y de esa intervención no nos salvaría ni siquiera la deserción del adversario Sadam Husein, como acaba de reconocer la consejera nacional de Seguridad, Condoleezza Rice. Estamos en una situación límite y lo primero que se hace en las situaciones límite es pasar lista a la formación y dar las novedades al mando. El presidente Aznar, siempre solícito, figura como se ha visto entre los primeros alistados en el banderín de enganche del Pentágono sin atender a otros compromisos con sus socios europeos. Estaba dispuesto a acudir presuroso en ayuda del vencedor porque sabe lo que nos conviene. Por eso se lanzó a la recogida de firmas dispuesto a sumar merecimientos. Pero ahora el juego parece abrirse. La Francia de Jacques Chirac tiene su propio criterio y rehúsa que la Alemania de Gerhard Schröder quede humillada porque de las humillaciones de Alemania hemos aprendido mucho desde el Tratado de Versalles.

Además, el papa Juan Pablo II se declara contra la guerra, el cardenal competente considera inconsistentes las pruebas aportadas por Colin Powell, el vicepresidente de Irak, Tarek Aziz, va a ser recibido por Su Santidad, y un legado pontificio viaja a Bagdad. Entonces, el ministro de Defensa, Federico Trillo, se erige en doctor de la Iglesia Universal y aporta tranquilidad a las conciencias de los católicos aclarando en Múnich que "las materias sociales no son de fe" y que, por tanto, "no hay obligación" de seguir el mensaje del Papa en este capítulo. De aquel omnes cum Petro ad Iesum per Mariam pasamos al catolicismo a la carta. Pareciera como si España, o sus dirigentes, que estuvieron en la Santa Liga contra el turco en Lepanto pero también en la paz y en la reconciliación, prefiriera ahora bajo la égida de Aznar alinearse con el Pentágono sin atender tampoco al reclamo del plan alternativo promovido desde el eje franco-alemán. En resumen, si hay guerra veremos los desastres y como no la haya nos va a lucir el pelo fuera del núcleo duro que se perfila en la UE donde todo pasa también factura.

Manifestación contra la guerra en Madrid
Manifestación contra la guerra en MadridM. ESCALERA
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