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CATÁSTROFE ECOLÓGICA | Efectos para la salud del vertido de fuel

1.087 personas han sido atendidas tras trabajar en la recogida de fuel

Las secuelas más frecuentes son irritación ocular y vómitos

Carlos E. Cué

Más de dos meses de recogida de chapapote han dejado secuelas en algunos de los trabajadores. Según la Xunta, desde el 29 de noviembre hasta el 7 de febrero fueron atendidas 1.087 personas. Vómitos, irritación ocular y de la faringe, problemas respiratorios y dolores de cabeza son las dolencias más frecuentes. La Xunta admite que la cifra no refleja toda la realidad, porque muchos voluntarios han sido atendidos de regreso a sus ciudades.

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Aún no hay un estudio fiable sobre la incidencia de la recogida del fuel del Prestige sobre la salud de las personas que han ayudado a limpiar el chapapote. Por eso, para ver las consecuencias, sólo se puede acudir a las estadísticas oficiales. Ni siquiera éstas abarcan todo el tiempo trascurrido desde el inicio de la recogida de fuel, ya que los datos del Servicio Gallego de Salud, dependiente de la Consejería de Sanidad, arrancan del 29 de noviembre del año pasado, a pesar de que el chapapote empezó a llegar a las playas el 16 de ese mismo mes. Casi inmediatamente se iniciaron las labores de limpieza de las costas.

Xurxo Hervada, jefe del servicio de información de la Xunta sobre Salud Pública, sostiene que las afecciones sufridas por voluntarios, militares y contratados de la empresa Tragsa expuestos a los residuos del Prestige son las mismas que se han registrado con anterioridad en otros desastres similares, especialmente el del petrolero Erika, hundido frente a las costas de Bretaña (Francia). Allí, la proporción de personas asistidas por los servicios médicos rondaba el 6%, mientras que en Galicia las cifras indican que los trabajadores que han necesitado asistencia suponen entre un 3% y un 4% del total de las personas que han estado en contacto con el fuel. Pero Hervada admite que sus datos no incluyen a todos los afectados, y en particular a los voluntarios. Muchas dolencias comienzan a manifestarse una vez abandonada la recogida de fuel, y los voluntarios procedentes de otras zonas de España prefieren someterse a tratamiento cuando regresan a sus ciudades. Y de sus afecciones no queda constancia en Galicia.

Las afecciones más comunes tiene que ver con la inhalación de los gases que emanan del petróleo: la irritación de la faringe (189 casos), dificultades respiratorias (153), dolores de cabeza (208), náuseas o vómitos (145)... Otras molestias tratadas son la irritación de la piel por el contacto con el combustible (102 casos), la pérdida de apetito (34) y trastornos en el sueño (31). Hubo 59 casos de deterioro del nivel de conciencia. También, a causa del difícil trabajo en las rocas, se registraron 140 casos de traumatismo y otros 71 de cortes.

Los datos también aclaran los lugares donde mayor número de atendidos ha habido, probablemente porque allí fue mayor la concentración de chapapote. Los lugares más afectados han sido Carnota, con 114 personas, Muros (105), Ribeira (84), las Islas Cíes (77), O Grove (67), Muxía (60) y Moaña (40 atendidos).

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Por grupos de edad, más de la mitad de los afectados tiene menos de 35 años, y de ellos, 446 entre 16 y 25, edad mayoritaria entre los voluntarios, muchos de ellos estudiantes. El 66% de los atendidos por eran varones.

De momento, no se han registrado "patologías raras", según Hervada. Ni siquiera muy graves, salvo algún traumatismo que ha requerido hospitalización. El caso extremo fue el de un hombre que sufrió un infarto mientras recogía chapapote en las Rías Bajas. Fue trasladado a un centro hospitalario y salvó la vida. Las pocas personas que han tenido que ser hospitalizadas durante algunos días presentaban problemas intestinales.

Los primeros días, precisamente aquéllos de los que no hay estadísticas, la situación fue mucho más grave, Sobre todo, porque todavía no había material adecuado y la gente recogió fuel sin mascarilla y, en ocasiones, con las manos desnudas, sin guantes. Pero incluso con el alcance limitado de las estadísticas oficiales, se puede concluir que ser voluntario no ha sido tarea fácil. El fuerte olor a fuel, intensificado por el alto contenido en azufre, provoca todo tipo de molestias. La más frecuente es la irritación de los ojos, de las que se han registrado 200 casos. A pesar de ello, Hervada sostiene que las mascarillas, al aire libre, no son de gran utilidad. Pese a ello, y por precaución, la Xunta obliga a usar las de carbono, aunque muchos municipios se quejan de que las que les suministra Tragsa no sirven, son incómodas y no protegen de forma suficiente.

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