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Tribuna:AMENAZA DE GUERRA | La posición de Turquía
Tribuna
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Carta abierta a los primeros ministros desde EE UU

A los primeros ministros de España, Dinamarca, Hungría, Italia, Polonia, Portugal, Reino Unido, y al presidente de la República Checa:

Su declaración de solidaridad con la política del Gobierno estadounidense hacia Irak plantea más preguntas de las que responde. Solidaridad con nuestro Gobierno no es lo mismo que solidaridad con nuestro pueblo. Dentro de sus propios países, la mayoría rechaza la política estadounidense con respecto a Irak. Los sondeos de opinión en Estados Unidos reflejan una nación profundamente dividida. La consternación, la duda y la oposición a una guerra contra Irak están aumentando con rapidez. Seguramente, sus embajadores les habrán dicho que en nuestras iglesias, comunidades, escuelas y universidades, en el Congreso y en la prensa, se está desatando una tormenta política.

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En estas circunstancias, su llamada a la "unidad" con Estados Unidos tiene un tono curiosamente ritualizado. La unidad auténtica podría proceder de un consenso razonado dentro de nuestros países, y entre nosotros y buena parte del resto del mundo. Esto es lo que nuestro presidente no ha alcanzado. Nuestros países comparten, como dicen ustedes, valores democráticos. Sin embargo, el primer ministro británico se niega a permitir que se vote en la Cámara de los Comunes sobre la guerra contra Irak. Su homólogo español sólo admite un debate en el Congreso de los Diputados. Los preparativos del Gobierno de Bush para la guerra incluyen restricciones draconianas de los derechos de los residentes o visitantes árabes o musulmanes en Estados Unidos. Quienes respaldan al presidente han organizado una campaña de difamación o intimidación contra aquellos ciudadanos que manifiestan su disensión. Grotescamente, el plan milenarista del Gobierno de Bush para democratizar Oriente Próximo nunca se ha debatido en el Congreso ni en la nación. En ambas orillas del Atlántico, nuestras culturas democráticas manifiestan profundos fallos.

Declaran ustedes que el sistema de derecho es un componente primordial de nuestra herencia común. El presidente Bush sostiene que nuestro país tiene derecho a eliminar a enemigos en potencia mediante ataques preventivos. La proclamación del derecho de ataque preventivo por parte de una nación contra otra es un asalto definitivo contra la dolorosamente construida estructura del derecho internacional. Es una invitación a que otros países sigan el ejemplo. Estados Unidos ya ha transgredido el derecho internacional con el trato dado a los prisioneros que ha hecho en Afganistán o que han sido capturados por Gobiernos aliados en otras partes. Peor aún, el presidente, en su discurso sobre el estado de la Unión, ha declarado: "En conjunto, más de 3.000 sospechosos de terrorismo han sido detenidos en diversos países. Otros muchos han encontrado un destino diferente. Digámoslo de esta forma, ya no suponen un problema para Estados Unidos, ni para nuestros amigos y aliados". Estados Unidos, por consiguiente, ha creado un espacio extralegal y, si hay que creer al presidente ("un destino diferente"), ha matado a aquellos que han penetrado en él. Desde la primavera de 1945, ningún líder de un gran país occidental se ha jactado tan abiertamente de practicar el terrorismo estatal. Naturalmente, cuando pensamos en el sistema de derecho, Berlusconi (y esto lo digo con todo el respeto a sus múltiples y admirables cualidades) no es el primer nombre que se nos viene a la mente. Razón de más para que sus colegas reflexionen sobre su respaldo implícito a precedentes que inevitablemente se volverán contra sus propios países. Proclaman ustedes su vinculación al futuro de Naciones Unidas, pero no critican el desprecio del presidente Bush hacia ese organismo. La tacha de "círculo de debate y discusión" por atreverse a debatir las iniciativas estadounidenses.

Aceptan ustedes, con pasmosa tranquilidad, la afirmación de que "el régimen iraquí y sus armas de destrucción masiva representan una clara amenaza para la seguridad mundial". Repiten algo que no es más que una ficción de la Casa Blanca, que Irak respalda a Al Qaeda. No hay pruebas convincentes de ninguno de los dos argumentos. Tratan ustedes la obsesión del presidente Bush con Irak como algo racional. Las amenazas para la seguridad mundial que suponen la creciente brutalidad del Gobierno israelí en Palestina, el conflicto entre India y Pakistán, el programa de armamento nuclear de Corea del Norte, no parecen preocuparles excesivamente. Las amenazas mayores como el hambre, la enfermedad y la pobreza en el mundo no merecen una mención por su parte. Mientras tanto, con una indiferencia bastante convincente por las consecuencias, están ustedes dispuestos a respaldar a Estados Unidos en el inicio de una conflagración en Oriente Próximo.

Nada parece importarles más a ustedes que evitar un conflicto con el Gobierno actual de Estados Unidos. Es difícil creer que esto vaya en consonancia con la dignidad de sus pueblos, o con una duradera amistad con Estados Unidos. Lo que nos honraría a todos sería la abierta expresión de disensión, y no la ansiosa demostración de fidelidad. En este sentido, las opiniones públicas de sus países son mejores amigas de nuestra nación que sus dirigentes.

Norman Birnbaum es profesor emérito de la Facultad de Derecho de la Universidad de Georgetown y asesor del Comité Progresista del Congreso.

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