Cuestión de vísceras
La campaña de denuncias destinada a desenterrar supuestas corrupciones socialistas genera malestar en el PP
El 1 de febrero pasado el secretario de Política Municipal del PSOE, Álvaro Cuesta, se puso el traje mitinero en Valencia. El dirigente socialista comparó la reciente adjudicación de la campaña publicitaria sobre las pensiones realizada por el ministro de Trabajo y presidente del PP de la Comunidad Valenciana, Eduardo Zaplana, con las adjudicaciones del condenado Luis Roldán. El desparpajo y la falta de reparos de Cuesta para nombrar una de las viejas bichas del PSOE -ya amortizada en amplias derrotas electorales- y adjudicársela al adversario provocó una reacción de consecuencias impredecibles. El Partido Popular, con Eduardo Zaplana al frente, abrió la caja de Pandora para hacer llegar a los socialistas todos los males. Así, desde el domingo 2 de febrero no ha habido un sólo día en el que los populares no hayan denunciado un presunto caso de corrupción de los socialistas; aunque para ello hayan tenido que exhumar cuestiones que se remontan, como mínimo, a 1995. Una táctica que ha sido respondida con artes similares por parte del PSPV. Los socialistas cuentan, sin embargo, con la ventaja de no tener que retroceder tanto en el calendario para airear supuestas irregularidades, algunas de las cuales forman parte de la actual gestión del PP.
El Grupo Popular tiene congelada desde 2001 una comisión de investigación sobre Pla
"No vamos a consentir la difamación de Zaplana", aseguran
¿Por qué un partido que goza de amplias mayorías absolutas en el ámbito local, autonómico y nacional se mete en una piscina de barro? La respuesta más clara la ofreció el pasado martes el portavoz del PP en el Senado, Esteban González Pons: "No vamos a consentir la difamación de Eduardo Zaplana". "[Los socialistas] están lanzando falsedades, infundios y calumnias contra Eduardo Zaplana, sacando a relucir los fantasmas más viejos de su vieja conciencia y no lo vamos a consentir", sentenció. En la piscina de barro se han metido, en menos de una semana, el candidato a la presidencia de la Generalitat, Francisco Camps; el portavoz parlamentario, Alejandro Font de Mora; miembros del Consell, diputados y ediles del PP. Todos ellos para denunciar o comentar supuestas irregularidades del adversario político.
Hasta la fecha, todos los asuntos supuestamente irregulares protagonizados por el PSPV o por su líder, Joan Ignasi Pla, ya habían sido aireados en distintos momentos de la legislatura. Ninguno de los principales asuntos de supuesta corrupción han sido denunciados a los tribunales. Es más, el Grupo Popular, que maneja a su antojo la agenda parlamentaria en las Cortes Valencianas, tiene congelada desde octubre de 2001 una iniciativa para crear una comisión de investigación sobre el caso Alaquàs, sobre un supuesto caso de financiación irregular del PSPV.
Entonces, ¿por qué los populares han decidido ahora poner en marcha el ventilador para anegar a los socialistas en supuestas corrupciones? La respuesta a esta cuestión no es fácil, pero lo cierto es que la decisión de embarrar al adversario se produce en un momento donde los populares ven resentida su imagen de honestidad en Castellón -por una presunta operación urbanística irregular-, en Alicante -con el escándalo de la gestión realizada en Mercalicante y la bronca desatada por la cesión de unos solares en Benalúa- y en Valencia, donde el propio Zaplana se ha visto involucrado en el escándalo de Aguas de Valencia. Fuentes del PSPV creen que la presión para que Zaplana comparezca en el Congreso y explique su relación con Aguas de Valencia está en la raíz de la furibunda reacción del PP y no las descalificaciones mitineras de Álvaro Cuesta.
Lo cierto es que en las primeras 48 horas de acusaciones de corrupción cruzadas entre populares y socialistas, Francisco Camps se atrevió a afirmar que le habían comentado que las encuestas de contenido político pagadas por Aguas de Valencia habían sido encargadas por el PSPV. Una afirmación de la que Camps se hizo el desentendido sólo unas horas después.
En medio de esta atmósfera espesa, algunos destacados miembros del PP reconocen en privado su malestar por la estrategia de poner el ventilador en marcha, ya que consideran que les perjudicará más que les beneficiará. Un situación que ha afectado al propio candidato autonómico Francisco Camps que partía inmaculado en esta precampaña y que ha tenido que acercarse al barro.
"Unos empujan y otros nos dejamos empujar", sentencia un destacado miembro del comité electoral del PP, molesto en privado con una estrategia que no está claro todavía cuándo acabará. Algo que no parece preocupar a Alejandro Font de Mora cuando sentencia: "Lo que hemos hecho ha sido hacerle una autopsia política a Pla, abriendo las tripas de su pasada gestión para exponer su deplorable contenido".
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