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Depresiones del Atlas

Si el mundo pretende tener una recuperación económica decente, la mejora dependerá de que EE UU se levante. Ningún otro país es capaz de utilizar toda su capacidad productiva si la economía de EE UU sigue estando débil. Hay cierto optimismo sobre la posibilidad de que Japón vuelva a levantar cabeza, pero durante la última década, que fue muy decepcionante, se han atisbado en Japón demasiadas seudorrecuperaciones como para justificar tales esperanzas.

Europa también parece que va a ser decepcionante. Las previsiones de crecimiento siguen bajando, aunque el panorama para la política gubernamental sea de reducción del gasto y aumento de los impuestos, a medida que se hace sentir el pacto de estabilidad fiscal y crecimiento. Además, el Banco Central Europeo parece indefenso, ya que está atado por los grilletes autoimpuestos de su objetivo de inflación. Y los nuevos mercados aún no son lo bastante grandes como para desempeñar un papel significativo en el equilibrio de la demanda mundial.

No hay signos de que el Gobierno estadounidense tenga la voluntad de estimular la economía lo suficiente para producir un rápido crecimiento

Por tanto, EE UU sigue siendo el último recurso de la economía mundial. Pero esto es preocupante por dos razones: en primer lugar, EE UU no puede mantener eternamente enormes (¡y crecientes!) déficit por cuenta corriente: en un momento dado, el deseo de los inversores extranjeros de tener partes cada vez mayores de su riqueza en EE UU menguará y luego se frenará. Cuando eso suceda, el dólar caerá y el estímulo proporcionado al mundo por la demanda de importaciones estadounidense llegará a su fin.

En segundo lugar, no hay signos de que el Gobierno estadounidense entienda o tenga la voluntad de estimular la economía de EE UU lo suficiente para producir un rápido crecimiento económico. Obsérvese la política monetaria. La Reserva Federal (Fed) ha empujado los tipos de interés seguros a corto plazo que controla hasta niveles notablemente bajos: el 1,25 % anual. Los tipos de interés a corto plazo no pueden llevarse a cotas más bajas. Lo que es más importante, ¿conseguiría el limitado margen en que aún pueden recortarse los tipos de interés hacer gran cosa por impulsar la demanda? No parece probable.

Los tipos de interés a largo plazo podrían llevarse a cotas mucho más bajas si la Reserva Federal emprendiera el paso sin precedentes de efectuar compras gigantescas de bonos del Estado a largo plazo. Pero ¿daría la Fed ese paso sin precedentes sin que ello supusiera una grave crisis interna?

Ahora, consideremos la política fiscal. La estructura barroca del Gobierno estadounidense siempre ha sido hostil a la idea de un ejercicio efectivo de la política fiscal. Sean cuales sean los cambios en las leyes fiscales que apruebe el Congreso de EE UU este verano, no es probable que tengan repercusiones importantes para la capacidad adquisitiva de las familias hasta abril de 2004. De modo similar, cualesquiera que sean los aumentos del gasto que el Congreso apruebe este otoño, no tendrán efectos significativos sobre el gasto estatal hasta el verano y el otoño de 2004. Pero esta vez, el escaso estímulo está amplificado por los fallos de diseño del programa económico de Bush. Incluso la revista de tendencia conservadora Economist señala que las propuestas de la Administración de Bush no son un estímulo económico a corto plazo; simplemente "no proporcionan el impulso corto e intenso que muchos líderes políticos, entre ellos el propio Bush, han estado pidiendo".

Cuando los recortes de impuestos propuestos se introduzcan de forma completa, si es que llegan a introducirse, no proporcionarán el impulso de 1.000 dólares anuales a la renta de 90 millones de hogares que la Administración de Bush insinúa que proporcionarán. En cambio, probablemente proporcionarán algo semejante a 250 dólares adicionales anuales a las rentas de las familias típicas, y ganancias súbitas mucho mayores a las familias con ingresos anuales por encima de los 200.000 dólares. Pero éste es el tipo de gente que tiene menos probabilidad de coger sus recortes de impuestos y gastarlos para impulsar la demanda.

No hay señales de que se vaya a mantener una política económica prudente en EE UU en la primera década del nuevo siglo. Si se pretende que vuelva la prosperidad mundial, la suerte económica de EE UU tendrá que ser incluso mejor de lo que era en los años noventa. El resto de la economía mundial haría bien en no arriesgarse y empezar a labrarse su propia suerte.

J. Bradford DeLong es catedrático de Economía en la Universidad de California en Berkeley y ex subsecretario del Tesoro de EE UU.

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