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Llega la oleada Virginia Woolf

El estreno de la película 'Las horas' impulsa la reedición de varias novelas de la escritora

En la mañana del 28 de marzo de 1941, Virginia Woolf se dirigió a su pabellón-estudio en el jardín de Monkey's House, su casa en Sussex (Inglaterra), y escribió dos cartas, una para Leonard, su marido, y otra para Vanessa, su hermana, las dos personas a quienes más quería. En ambas, explicó que oía voces, que creía que nunca se restablecería, que no podía estropear la vida de Leonard ni seguir adelante. Después, regresó a la casa y escribió de nuevo a Leonard:

"Querido, estoy segura de que, de nuevo, me vuelvo loca. Creo que no voy a superar otra de aquellas terribles temporadas. No voy a curarme en esta ocasión. He empezado a oír voces y no me puedo concentrar. Por lo tanto, estoy haciendo lo que me parece mejor. Tú me has dado la mayor felicidad posible...". Dejó la carta en la sala de estar, cogió su bastón para ir al campo y se fue andando hasta el río Ouse. Dejó el bastón en la orilla, se metió una voluminosa piedra en el bolsillo del abrigo y entró en el agua en busca de la muerte, la única experiencia, como le había dicho años antes a su amiga Vita Sackville-West, que nunca podría relatar. Tenía 59 años. Había escrito nueve novelas, cinco ensayos importantes y dejó inéditos (se publicaron después de su muerte) tres volúmenes de ensayos, una novela (Entre actos), sus diarios y una abultada correspondencia.

Virginia cogió una piedra, se la metio en el bolsillo y entro en el río en busca de la muerte

La imprescindible biografía Virginia Woolf (Lumen), escrita por su sobrino Quentin Bell y traducida por Marta Pessarrodona, acaba con el suicidio de la escritora. Y con su muerte empieza Las horas (El Aleph), espléndida novela de Michael Cunningham (Cincinnati, Ohio, 1955), en la que a partir de La señora Dalloway recrea la figura de Virginia Woolf. Con ella obtuvo, en 1999, el Premio Pulitzer y el PEN Faulkner, y ha sido llevada al cine por Stephen Daldry.

La película, protagonizada por Nicole Kidman, en el papel de Virginia Woolf, Meryl Streep y Julianne Moore, se estrena en España el 14 de febrero y por este motivo hay una auténtica fiesta editorial de ediciones y reediciones. Además de Las horas, que también aparece en bolsillo en la colección Quinteto, se publican estos días varias novelas de Virginia Woolf: La señora Dalloway aparece en tapa dura y con prólogo de Mario Vargas Llosa (ya incluido en La verdad de las mentiras, Alfaguara) y en bolsillo por Alianza, que saca, además, Orlando, Al faro y Un cuarto propio. La joya de este festival Virginia Woolf es la biografía de Quentin Bell, que ya publicó Lumen en 1979 y que ahora se reedita, con un prólogo añadido de Bell a la edición en inglés de 1996 y otro de Marta Pessarrodona.

Las horas es quizá el mejor homenaje que se podía rendir a Virginia Woolf. Michael Cunningham, profesor de escritura en la Universidad de Columbia, en Nueva York, describe un día en la vida de tres mujeres para adentrarse en el mundo de Woolf: la propia escritora, en el tiempo en que escribe La señora Dalloway; Clarissa, que tiene el mismo nombre que la protagonista de La señora Dalloway -es una norteamericana que en los años noventa prepara una fiesta en honor de Richard, un antiguo amigo enfermo de sida, que la llama cariñosamente señora Dalloway-, y Laura Brown, un ama de casa de Los Ángeles que un día de 1949 prepara con su hijo un pastel de cumpleaños para su marido. Laura se siente atrapada en el hogar y su refugio es la lectura: ese día está leyendo La señora Dalloway. En realidad, Laura lee toda la obra de Woolf, libro por libro. Se siente fascinada por una mujer así, tan brillante, tan extraña, tan insondablemente melancólica, una mujer que poseía genio y, sin embargo, se metió una piedra en el bolsillo y se internó en un río. ¿Cómo pudo suicidarse alguien capaz de escribir cosas tan bellas?, se pregunta.

Cunningham reproduce fragmentos de La señora Dalloway y convierte en personajes de ficción a Virginia; a su marido, Leonard Woolf; a su hermana, Vanessa Bell; a Nelly Boxall, la criada de los Woolf, pero ha seguido fielmente la vida de todos ellos e imagina cómo habrían sido en un día inventado de 1923. La señora Dalloway se publicó en 1925.

Los personajes de Las horas se debaten, tal como le sucedió a Virginia Woolf, entre la soledad, la desesperanza y el amor por la belleza y la vida, hasta unirse en un trascendente final. Pero, ¿cómo fue en realidad Virginia Woolf?

Quentin Bell lo cuenta maravillosamente en su biografía.

Virginia Stephen nació el 25 de enero de 1882. Su madre, Julia Dukworth, murió cuando ella tenía 13 años. Su padre, Leslie Stephen, fue una de las figuras más originales de la Inglaterra victoriana. Apasionado por la filosofía y la literatura, sucedió a V. M. Thackeray en la dirección del Cornhill Magazine y es autor de History of english thought in eighteenth century, entre otras obras. Con él descubrió Virginia, siendo apenas una adolescente, a Platón, Spinoza, Montaigne y Hume, y de él heredó la pasión por la literatura inglesa.

Virginia tuvo tres hermanos: Vanessa (1879), Thoby (1880) y Adrian (1883); tres hermanastros, hijos del primer matrimonio de su madre (George, Stella y Gerald) y una hermana, Laura, deficiente mental, a la que apenas trató, nacida del primer matrimonio de su padre.

Eran una gran familia y estuvieron muy unidos, conscientes de que buena parte de la felicidad que se respiraba en la casa de Hyde Park Gate se debía al enorme amor que se profesaban Leslie y Julia Stephen. Pero había también horribles secretos de familia, como el acoso sexual del hermanastro George a Virginia después de la muerte de Julia, y que la marcó profundamente.

Virginia, como explica Quentin Bell, fue una criatura poco común: le tomó mucho tiempo aprender a hablar correctamente, y no lo hizo hasta los tres años. Pero fue también muy precoz. A los nueve años creó un periódico con su hermano Thoby, el Hyde Park Gate News, del que muy pronto se hizo cargo ella sola. Escribía noticias sobre su familia y entorno y también sus primeras piezas de ficción.

Virginia y Vanessa soñaron de crías que la primera sería escritora y la segunda pintora. Los sueños se cumplieron. Ambas fueron el epicentro del grupo de Bloomsbury, integrado por los amigos que sus hermanos Thoby y Adrian hicieron en Cambridge: Roger Fry, Duncan Grant, Lytton Strachey, J. Maynard Keynes, Clive Bell (que se casó con Vanessa Stephen), Leonard Woolf o Desmond McCarthy. Virginia y Leonard, que se casaron en 1912, consagraron su vida a las letras. En 1917, fundaron la editorial Hogarth Press. Sus primeros autores fueron Katherine Mansfield (Preludio) y T. S. Eliot (Poemas). También publicaron las novelas de Virginia, cuya vida, para siempre, fue indisociable de su literatura.

Virginia y Leonard Woolf. Fotografía incluidas en la biografía <i>Virginia Woolf</i> (Lumen), de Quentin Bell.

La lucha contra la locura, el amor por la literatura

Desde un principio la vida de Virginia Woolf estuvo amenazada por la locura. Muy poco después de la muerte de su madre, en 1895, se dio cuenta de que había enloquecido y de que podía volver a enloquecer. "Su pulso se aceleraba, hasta un punto casi inaguantable. Estaba dolorosamente irritable y nerviosa y, más tarde, intolerablemente deprimida", escribe Quentin Bell en su biografía Virginia Woolf. El médico de cabecera le hizo suspender todas las clases, le ordenó llevar una vida tranquila y hacer ejercicio al aire libre. Fue el principio de una carrera contra la locura, que finalmente la venció. Otra depresión de terrible intensidad hizo que se negara a comer e intentó suicidarse tirándose de una ventana. Tenía pesadillas, tendida en la cama oía a los pájaros cantar en griego e imaginaba al rey Eduardo VII espiando entre las azaleas. En 1910 ingresó por primera vez en una casa de reposo para alienados. Más adelante se tomó seis gramos de veronal, una dosis casi mortal. Los periodos de lucidez y locura se alternaron, hasta que llegó el día en que llegaron las tinieblas definitivas. La familia y la propia Virginia consultaron a médicos y psiquiatras, pero no supieron o no pudieron curarla. Lo que impresiona de la escritora es que sus problemas mentales no alteraron un ápice su amor por la literatura, su curiosidad, su pasión por aprender. Virginia publicó su primera crítica en The Guardian en 1904 y colaboró muchos años en The Times Literary Suplement. Su primera novela, Fin de viaje, apareció en 1915 y cuatro años después, Noche y día. En 1922 publica El cuarto de Jacob, que recuerda la vida de su hermano Thoby, prematuramente muerto de fiebres tifoideas. La señora Dalloway apareció en 1925. Como dice Vargas Llosa en el prólogo de la actual edición, ésta es la primera novela de Virginia Woolf, que, como luego Las olas, revolucionó el arte narrativo de su tiempo. Después vendrían Al faro (1927); Orlando (1928), que fue un éxito (tres ediciones en menos de tres meses); Una habitación propia (1929), Un cuarto propio, según la versión de Borges; Las olas (1931), que según Leonard Woolf, el primer crítico de Virginia, es una obra maestra; Carta a un joven poeta (1931); Flush (1933); Los años (1936) y así, hasta el final (Entre actos, que se publicó después de su muerte en 1941). Virginia Woolf escribió con entusiasmo y dolor.

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