París y Berlín meditan su respuesta
La carta difundida por el club de los ocho ha puesto sobre el tapete europeo una correlación de fuerzas que se viene fraguando desde que en octubre pasado se reactivó con fuerza el eje París-Berlín y anuló el de Londres-Madrid-Roma. El documento ha puesto de manifiesto que, frente a las grandes potencias económica (Alemania) y política (Francia), hay otros países que quieren dejarse oír y hacer valer su peso. Por eso, Europa espera ahora en vilo el contraataque de los dos grandes. "Estamos viendo cómo respondemos evitando el enfrentamiento", comentó ayer un portavoz alemán.
Desde octubre, cuando se celebró la cumbre de Bruselas, el canciller Gerhard Schröder y el presidente Jacques Chirac han desatascado las negociaciones para la ampliación, han condicionado cómo será la Política Agrícola Común (PAC), han presentado conjuntamente las principales propuestas sobre el futuro de Europa (hoy entra en vigor el polémico Tratado de Niza), han puesto en entredicho el cheque británico y, recientemente, mantienen las posiciones más alejadas de EE UU sobre la crisis en Irak, aunque en este terreno sus visiones tienen matices diferentes (un no rotundo alemán a la participación en la guerra, condicionada a una decisión del Consejo de Seguridad en el caso francés).
Con la carta, el británico Tony Blair, el español José María Aznar y el italiano Silvio Berlusconi han protagonizado su primer gran desplante ante las dos potencias, aunque ha sido el primer ministro portugués, José Manuel Durão Barroso, también firmante de la carta, el que ayer lo dejó más claro en un debate parlamentario en Lisboa: "¿Son ocho líderes europeos los que provocan la división y no dos los que adoptan una posición en nombre de Europa sin consultar al resto de Europa?". Sean unos u otros, la división en Europa llega en el peor momento, cuando más necesita hacer valer su influencia ante una posible guerra en una de las zonas más sensibles del planeta.
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