De vuelta
Los embajadores de España y Marruecos regresan a sus destinos en Rabat y Madrid y los respectivos Gobiernos se disponen a recomponer sus relaciones. La visita de la ministra Ana Palacio a Agadir, donde fue recibida por el rey Mohamed VI, es un punto de partida para un reencuentro que interesa a ambos países por igual. Especialmente ante la perspectiva de una guerra con Irak, que puede repercutir negativamente en la estabilidad marroquí.
Ésta es una razón circunstancial de los esfuerzos desarrollados por Francia y Estados Unidos como componedores. Aprovechando la llegada de un nuevo primer ministro marroquí, Driss Jettu, han ayudado a Rabat y a Madrid a recomponer los platos rotos. El gesto de ofrecer los caladeros marroquíes a los pescadores gallegos afectados por el chapapote del Prestige ha contribuido a este deshielo. La pertenencia de España al Consejo de Seguridad durante dos años, en los que el órgano central de la ONU va a replantearse una solución para el Sáhara Occidental, también ha hecho ganar puntos a España.
No es momento de buscar culpas por lo ocurrido en los últimos 15 meses, pues debe de haberlas en ambos lados, incluido un episodio tan desafortunado como el de Perejil. Es hora de mirar a un futuro irremediablemente compartido, en el que España y Marruecos tienen mucho que ganar si impulsan lo que les une y mantienen bajo control lo que les separa.
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