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Columna
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Nervios

Puede que mañana se cierre una de las historias más rocambolescas de cuantas ha padecido Andalucía. Eduardo Zaplana se puede sacar de la chistera soluciones suficientes para el subsidio agrario y calmar al personal, o sea, a los sindicatos, porque a los presidentes de Andalucía y de Extremadura, políticos con muchos kilómetros recorridos y cuerpos baqueteados en mil y una batallas, parecen optimistas en espera de que Zaplana ponga por escrito lo que ha cantado de palabra. Pero a quien tiene que convencer es a los sindicatos, que, de momento, mantienen la convocatoria de huelga general.

De entrada, hay algo que no encaja. Si la patronal agraria Asaja parece contenta y hasta se presta el presidente de los empresarios andaluces, Santiago Herrero, a ser interlocutor con la parte sindical en nombre del ministro, es que hay, como piensan Pastrana y Ruiz, gato encerrado. Mañana lo veremos. Zaplana, vendedor de humo y flautista de Hamelín, puede, sin embargo, desatascar un problema que estaba a punto de provocar una peligrosa crisis en las filas de concejales y alcaldes del PP en Andalucía. Y en Génova, 3 (sede del PP nacional), habrán dicho que bastante tienen con las hordas levantiscas gallegas capitaneadas por Cuiña, Báltar y Cacharro.

Y uno se pregunta: ¿por qué lo que ahora parece posible no pudo hacerse antes? La debilidad y la falta de credibilidad del PP puede ser razón suficiente. Nunca estuvo más tocado el Gobierno de Aznar que ahora y abrir, con mayor dureza, un nuevo frente como el andaluz, después del gallego, le puede ir alejando de La Moncloa.

En todos estos meses de acusaciones y enfrentamiento quien más ha pagado ha sido el PP andaluz y su candidata, por el momento, Teófila Martínez. La señora Martínez, debido al desajuste de los ministros de Aznar con Andalucía, ha llegado a convertirse en la mejor jefa de propaganda de Manuel Chaves.

(Nunca es tarde si la dicha es buena. Si en Grazalema, sus políticos, reconociendo errores pasados, quieren ahora hacer un acto de contrición y no volver a caer en pecado urbanístico, hay que decirlo, aun a fuer de ser acusado de estar vendido al alcalde, al que no tengo el gusto de conocer).

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