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Europa debería mostrar el camino hacia la paz

No sé si Osama Bin Laden ha leído las tesis de Huntington sobre el Choque de las civilizaciones, pero, aunque no lo haya hecho, de alguna manera intuimos que habría podido escribir el libro. Ha conseguido crear, mediante un acto de terrorismo altamente estratégico y con un objetivo perfectamente claro, una hipervulnerabilidad en la única superpotencia mundial. Si bien ha demostrado su capacidad para ser malvado, como estratega ha demostrado que no está loco. Malvado sí, pero no loco. Osama Bin Laden y sus acólitos de Al Qaeda han conseguido tejer una red de odio basada en la alienación, en el resentimiento y en el descontento.

En varios informes leemos que los imames más extremistas y fundamentalistas de ciertas zonas de Oriente Medio predican que los no creyentes son "nietos de monos y cerdos". Pero estos imames tienen sus contrapartidas en Occidente. Permítanme citar una declaración hecha en octubre de 2001 por una respetada figura de la derecha estadounidense, el señor Franklin Graham, hijo del señor Billy Graham, famoso evangelista estadounidense. El señor Billy Graham estaba enfermo en el momento de la investidura del presidente Bush, y su hijo Franklin le representó. En octubre de 2001, algunas semanas después del 11 de septiembre, manifestó: "No estamos atacando al islam, es el islam el que nos ha atacado. El Dios del islam no es nuestro mismo Dios", añadió, "no es el hijo de Dios de la fe cristiana o judeocristiana, es un Dios diferente, y creo que estamos ante una religión malvada y perniciosa".

En algún lugar, a medio camino entre los imames que consideran que los no creyentes son nietos de monos y cerdos y el señor Graham, que no es mucho más delicado en sus apreciaciones, se encuentra el reto de esta pregunta: ¿cómo escapar de las amarras que suponen el fundamentalismo y el conservadurismo de ambas comunidades? Éste es el reto al que deben enfrentarse nuestros políticos. Siguiendo a los que desean dialogar, a los que desean establecer contactos, debemos realizar nuestra labor, porque ningún fundamentalismo dará una solución a este problema.

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Junto con la necesidad de huir de los conservadurismos en ambas comunidades, deseo añadir un segundo comentario, en mi calidad de partidario convencido del "transatlantismo". Creo firmemente en el valor y en la necesidad de unas fuertes relaciones transatlánticas y no soy en absoluto antiestadounidense. Pero estoy profundamente convencido de que es la propia Europa la que debe enfrentarse al desafío de pregonar la moderna experiencia de Europa. Debemos transmitir nuestra experiencia en materia de buena gobernanza, de participación de los ciudadanos y de fomento de los progresos hacia una paz duradera. Nuestra historia contiene en sí misma la semilla de una metodología que hemos de aplicar con convicción para tratar de resolver los conflictos y los problemas del mundo y, en especial en el contexto de la sociedad árabe, del actual debate sobre las civilizaciones. Considero que el mayor cáncer que corroe la relación de Occidente con el mundo del islam árabe es la situación no resuelta y preocupante en que se encuentra Oriente Próximo. No se puede negar que Al Qaeda aprovecha el resentimiento causado por la cuestión palestina para reclutar a sus agentes. Mientras no podamos ofrecer una perspectiva de paz a Oriente Próximo, este reclutamiento continuará. Si no hay perspectivas de paz, si no existen bases para un acuerdo, si la política de la zona está dominada por una escalada de atrocidades, es un grave error pensar que la seguridad por sí sola puede constituir la respuesta. La Intifada y los atentados suicidas no son una respuesta para los palestinos. La seguridad por sí sola no es una respuesta para los israelíes.

A medida que pasa el tiempo estamos brindando un campo de cultivo al resentimiento, puesto que se recoge lo que se siembra. Creo firmemente que también aquí, aunque ya hayamos intentado, formando un cuarteto con los Estados Unidos, Rusia y las Naciones Unidas, ofrecer una perspectiva de paz, Europa debe empezar este año renovando y redoblando sus esfuerzos al respecto. La situación palestina es fundamental para reducir este descontento y la voluntad de convertirse en mártir, de convertirse en una bomba humana y de conectar con el radicalismo.

No considero que un dominio de los Estados Unidos en la zona constituya la base para construir una paz duradera. Considero que los temas de la llamada "seguridad no militar", de una mayor gobernanza, de una mayor participación de los ciudadanos y de la apertura de nuevas oportunidades son asuntos más a largo plazo y más difíciles de gestionar. En Europa tenemos una experiencia especial en este ámbito. Europa ha sido pionera en materia de mediación, de acuerdos de cooperación, de programas de reconciliación, de diálogo abierto. Sobre la base de nuestra experiencia europea, debemos ser capaces de explotar y desarrollar el espacio de la seguridad no militar, ámbito en el que tenemos una experiencia especial y en el que sabemos de qué estamos hablando.

En abril de 1999 tuve el privilegio, junto con algunos colegas, de visitar Auschwitz Birkenau con personas que sobrevivieron al holocausto. Europa ha aprendido de este periodo, y lo que ha aprendido sigue siendo válido en términos de creación de instituciones.

No hay que creer que la capacidad de ganar una guerra, cosa que Occidente puede hacer bajo la égida de los Estados Unidos, equivale a ganar la paz. Ganar la paz es una cuestión para la que los europeos disponemos de una capacidad especial. Debo añadir otra consideración. Cuando el rey Abdullah de Jordania intervino ante el Parlamento Europeo el año pasado, añadió otro elemento de alienación a lo que denominó la "calle árabe": el hecho de que el 50% de la población tiene menos de 18 años y no tiene perspectivas claras de futuro. Si no creamos las condiciones para que puedan convertirse en actores de la sociedad, corremos el riesgo de caer en el nihilismo y la anarquía. Tanto desde el punto de vista filosófico como institucional y político, Europa se encuentra en un lugar privilegiado para mostrar el camino hacia la paz.

Nuestro reto en tanto que europeos, al iniciarse este año 2003, y en lo que respecta al Irak en las semanas venideras, es mantenernos firmes y luchar por aquello en lo que creemos desde el punto de vista político. Al observar este extraordinario despliegue de fuerzas terrestres, marítimas, aéreas y anfibias, al ver cómo se crean estructuras de mando, todo ello acompañado de declaraciones según las cuales la guerra no es inevitable, no puedo sino llegar a la conclusión de que una retirada equivaldría a conceder la victoria a Sadam Husein. Corremos el riesgo de llegar a un punto en el que todos estos hechos sumados nos lleven a una situación irreversible. La cuestión no es tanto el lanzamiento de la primera bomba, si ello llega a producirse, sino saber cómo se mantendrá la paz después de que se haya lanzado la última bomba. Responder a esta pregunta es el mayor reto al que Europa se enfrenta hoy.

Pat Cox es eurodiputado y presidente del Parlamento Europeo.

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