Científicos a la espera
A veces las buenas ideas se malogran por una gestión deficiente. Tal es el caso del Programa Ramón y Cajal del Ministerio de Ciencia y Tecnología para la incorporación a nuestro sistema de investigación de científicos de valía acreditada que están desarrollando su labor en el extranjero. La segunda convocatoria del programa se lanzó en enero de 2002. El proceso de selección de candidatos finalizó después del verano. Y todavía hoy no se han firmado los contratos que permitirían a los investigadores incorporarse a sus puestos de trabajo y cobrar sus salarios.
Algunos viajaron a España con sus familias cuando supieron que habían sido seleccionados y su situación es ahora comprometida. En algunos departamentos y universidades intentan paliar estas dificultades, pero no siempre es posible y, en todo caso, los recursos para mantener a estos investigadores no se podrán recuperar, ya que no habrá pagos retroactivos.
El ministerio debe explicar las razones del retraso, de difícil justificación teniendo en cuenta que en la anterior convocatoria, con menos tiempo disponible, se firmaron los contratos y se empezó a pagar con más rapidez. Y debe concluir de una vez la tramitación de una convocatoria que empezó hace ya un año.
Sin duda, nuestra ciencia no está a la altura de la europea, pero a la vista de lo sucedido en éste y en otros casos podría pensarse que la gestión y la burocracia ministerial están en un estado todavía más retrasado. No es concebible, en nuestros días, que impedimentos de tipo administrativo frenen y, en buena medida, malogren un programa positivo como el Ramón y Cajal. No se sabe qué es peor, si resignarse a la mediocridad científica o poner en marcha iniciativas para las que no existe un diseño de gestión claro. Porque, en este segundo caso, las deficiencias en su puesta en marcha anulan una parte importante del valor que pudieran tener. La imagen que está dando España ante los organismos de investigación extranjeros de donde han partido los científicos ahora frustrados no puede ser más deplorable.
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