Fernando Torres, un fenómeno
Dos jugadas maravillosas de El Niño rojiblanco tumban al Deportivo - El Barça empata sin goles en Málaga - El Athletic pierde en casa con el Villarreal tras rematar tres veces en los postes - El Betis pincha de nuevo y el Rayo cae en Vallecas contra diez del Mallorca
El fútbol español tiene un futuro fenomenal con nombre y apellido: se llama Fernando Torres. Se adivinaba que este jovenzuelo era una joya, pero entre el bacheado camino en Segunda y las convulsiones genéticas de la entidad rojiblanca, al chico, pese a sus méritos, se le negaban las portadas. Desde su regreso a la élite, el Atlético ha vivido enganchado a su estrella. Torres ha sido, de largo, el mejor del equipo en lo que va de temporada. Pero ayer, tras una semana bélica, con la entidad chamuscada desde los despachos y el banquillo, era más necesario que nunca. El Deportivo, ni más ni menos, ponía a prueba la infinita paciencia del Calderón. Demasiada exigencia para un futbolista al que le faltan algo más de dos meses para cumplir 19 años. Lejos de tiritar, Torres agarró el toro por los cuernos, puso el estadio patas arriba y enterró al conjunto gallego con dos jugadas sublimes, una cerrada con un golazo propio y otra con una invitación a Correa que el uruguayo no desaprovechó. Dos partituras inolvidables en dos minutos. Y en menudo día. Todo un signo de madurez que confirma al desgarbado delantero madrileño como la irrupción más ilusionante del fútbol español desde la fulgurante puesta en escena de Raúl. Precisamente, con el que se retará el próximo domingo en el Bernabéu, una plaza que Torres, un colchonero febril, tiene siempre grapada en su mente. El duelo promete. En la retina rojiblanca aún perdura la faena que en octubre de 1994 le hizo al Atlético un mocoso que Jorge Valdano, entonces técnico del Real Madrid, se había sacado de la chistera una semana antes en Zaragoza. Un gol de Raúl acabó entonces con el Atlético. El madridista le lleva una ventaja de casi 300 partidos de Primera, pero El Niño del Manzanares llegará más crecido que nunca.
Quien no pudo disfrutar en directo del fenómeno Torres fue Jesús Gil, al que una indisposición le hizo dejar el palco antes de tiempo por consejo médico tras unos días tan agitados. Conocer las diabluras del chico le sirvió de sedante y el presidente respiró aliviado.
Como lo hizo el Barça en Málaga, donde un simple empate sin goles le permite al menos aparcar una semana el baile de cuchillos. Así están las cosas por Barcelona, donde ya nadie sueña con batallas mayores en una Liga que tiene al Madrid como un ciclón, a la Real con más apuros que al principio del campeonato y al Valencia y al Deportivo un tanto alejados.
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