Reformas del IRPF

Estoy repasando las reformas para el IRPF de 2003, publicadas en el BOE del 19 de diciembre de 2002, y veo muchas cosas que no me gustan. De hecho, comparo mi situación fiscal con la del año 1998 y veo que no ha cambiado para mejor, como dicen. Hay muchas razones para pensar que los trabajadores somos los menos agraciados. El mínimo personal sigue siendo precario: 3.400 euros al año para vivir. El que pague, por ejemplo, un alquiler seguro que, además de no tener

ninguna ayuda fiscal, no está de acuerdo con esa mísera cifra. Se baja el gravamen a las operaciones de compraventa de bienes y derechos con más de un año en nuestro patrimonio. Sé que esta medida vale para todos los contribuyentes, pero ¿quién está en disposición de ahorrar para poder invertir y beneficiarse de ella? Lo mismo digo para esa pila de mejoras relativas a planes de pensiones. ¡Hombre! Si en España efectivamente se pudiera vivir con 3.400 euros al año, como ganamos una media de 18.000 (dicen), efectivamente sería una medida popular.

Tras leer los cuantiosos beneficios que tendrán, por ejemplo, quienes viven de las rentas de alquileres, llego a algo que me ha llamado mucho la atención: los empresarios y profesionales pueden deducir, como gasto necesario para su actividad, las cuotas pagadas a seguros de enfermedad suyas y de su familia. Los "gastos de enfermedad" nos lo quitaron en 1998 y hoy reaparecen, pero sólo para unos pocos.

Después de esto fui al quiosco de prensa y en un diario leí en portada: "Todas las ventajas del nuevo IRPF". Y dentro decía: "La factura fiscal disminuirá el 38,14% para las rentas más bajas y el 6,39% para las más altas". O sea, que he debido interpretar mal la ley.