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Reportaje:

Romper el círculo del hambre

La ONG catalana GRAMC lleva a cabo un proyecto de desarrollo en una comunidad rural de Senegal

Clara Blanchar

África. Sesenta y un pueblos en una de las zonas más deprimidas de Senegal. Quince mil habitantes, en su mayoría de la etnia fula, originariamente nómadas y animistas. Agricultores. Seguidores del islam. La mitad de la población tiene menos de 15 años y entre los mayores el analfabetismo alcanza casi el 70%. Tienen un médico por cada 80.000 habitantes y el hospital más cercano está a 100 kilómetros. Es la comunidad rural de Sare Coly Salle, situada cerca de la ciudad de Velingara, en la zona norte de la región de Casamance. En este contexto, la ONG GRAMC (Grups de Recerca i Actuació amb Minories Culturals i Estrangers), fundada en Girona en 1989, trabaja desde hace cuatro años en un programa integral de desarrollo económico. Programa integral, porque pretende impulsar la agricultura, el comercio, la sanidad y la educación en la zona, y de desarrollo, por razones obvias.

El proyecto pretende asegurar la economía de la región y crear sistemas de autogestión

Hace dos semanas, la comunidad rural de Sare Coly Salle fue la última parada de la Caravana Solidaria al África Occidental 2002, una iniciativa organizada con el apoyo logístico del Ayuntamiento de Barcelona y Barcelona Solidaria que permite a una decena de ONG catalanas hacer llegar material de ayuda humanitaria a las zonas donde desarrollan sus proyectos. En el caso de los GRAMC, sus integrantes llevaron hasta la Alta Casamance senegalesa un camión todoterreno cargado con material agrícola, sanitario y educativo.

La idea de los GRAMC de impulsar un proyecto de desarrollo en Senegal surgió tras 10 años trabajando para la integración de inmigrantes en las comarcas de Girona. Durante la década que transcurrió entre 1989 y 1998 la asociación recabó suficiente información sobre la realidad de los lugares de origen de estos inmigrantes como para plantearse ampliar su radio de acción y colaborar in situ en su desarrollo. Contaban, además, con la colaboración de los inmigrantes que forman parte de la organización, los cuales constituyeron la asociación que actúa paralelamente a los GRAMC en Senegal, la ASESCRS, cuyas siglas responden a Asociación para el Desarrollo Económico, Social y Cultural de la Comunidad Rural de Sare Coly Salle. Ellos conocen mejor que nadie las circunstancias que cada año llevan a miles de personas a emigrar hacia el norte.

El objetivo de ambas organizaciones es tan claro como complejo: intentar asegurar la economía de la región, tal y como explica la gerente de los GRAMC, Margarida Vila. En sus propias palabras, "crear las condiciones para que la gente no pase hambre y generar mecanismos de autogestión que permitan que el proyecto se sostenga con fondos propios".

El principal problema que afrontan las comunidades rurales como Sare Coly Salle es la subsistencia entre los meses de junio, cuando se siembra, y octubre, cuando se cosecha. Durante este largo periodo se han agotado las reservas de la cosecha anterior y el dinero que hubiera podido generar. Además, es época de lluvia y por tanto de malaria, una enfermedad imposible de tratar sin comida ni dinero para comprar medicamentos.

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Ante este panorama, lo primero que hicieron los GRAMC y la ADESCRS fue crear un banco de cereales. Por una parte, se aseguraba el autoabastecimiento de la zona, y por otra, permitía escapar al círculo vicioso que tiene atrapados a miles de campesinos senegaleses: el monopolio estatal, en manos de compañías transnacionales, y los bana-bana, especuladores que se aprovechan de la desesperación de la gente y revientan los precios. Desde su creación, el banco compra los cereales a los campesinos y los vende a un precio asequible. Además se puede comprar y vender tanto con dinero como a cambio de otros productos de primera necesidad que el mismo banco adquiere cuando genera beneficios. Así, por ejemplo, un campesino que cultive sorgo y no tenga dinero puede vender una parte de su cosecha y cambiar la otra por azúcar.

Las asociaciones han creado también una pequeña tienda donde se venden productos básicos, como arroz, azúcar, té, sal, aceite y jabón. La tienda evita a los campesinos tener que desplazarse a Velingara, lo que requiere mucho tiempo y dinero. El pequeño puesto se ha ido convirtiendo en un centro de referencia para la comunidad rural, gracias también a que funciona como locutorio telefónico, y los beneficios que genera revierten en el proyecto.

En el mismo cercado donde se encuentran la tienda y el banco, la asociación dispone de maquinaria agrícola (molinos de cereales para aligerar la carga que soportan las mujeres, desgranadoras, motocultores) y ha formado a trabajadores que se desplazan a las tierras con las máquinas cuando sus propietarios lo requieren.

Actualmente, el proyecto se completa con la aportación periódica de material educativo y sanitario y con un programa de formación destinado a grupos de mujeres, a quienes se enseña a trabajar huertos, un cultivo que los campesinos han dejado de lado desde hace más de dos décadas porque han dedicado todos los esfuerzos al algodón y el cacahuete, los dos productos que compran las transnacionales y que se identifican con la posibilidad de obtener dinero.

Costó que arrancara el proyecto de los GRAMC y la ADESCRS "porque la gente de la comunidad rural era muy reticente y tenía miedo a las falsas promesas y la especulación a las que tiene acostumbrada el Gobierno a la población", tal y como cuenta Margarida Vila. Es un proyecto a largo plazo. "Lo primero es garantizar las condiciones de vida para posteriormente generar ingresos, puestos de trabajo y, lo más importante, esperanza dentro de la comunidad que evite recurrir a la emigración". Pero todo esto no se puede hacer en un año ni en dos, como reconocen los miembros de los GRAMC. Y hay otro pero, y es que en Senegal hay cientos de comunidades como Sare Coly Salle. Por algo se empieza.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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