Marc Recha rueda una historia de desarraigados que viven en la frontera
Eduardo Noriega y Olivier Gourmet protagonizan 'Las manos vacías'
Como todos los pueblos costeros, Port-Vendres, un pequeño puerto rodeado de montañas y viñedos situado al sur de Francia, a orillas del Mediterráneo, se aletarga en invierno. Los turistas, como el sol y la luz, se esfuman; los restaurantes que ofrecen fruits de mer y las terrazas salpicadas de sombrillas amarillas echan el cerrojo, y la tramontana hiela la vida. Marc Recha buscaba este ambiente gélido y este paisaje desolador como escenario de su cuarto largometraje, Las manos vacías, una historia coral sobre gente que habita a un lado y otro de la frontera que el cineasta empezó a rodar en ese lugar solitario de la costa francesa el 11 de noviembre.
Después de dirigir la especial y libre Pau y su hermano, Recha, de 32 años, ha vuelto a ponerse tras la cámara con el mismo ánimo que en sus anteriores películas (El cielo sube y El árbol de las cerezas, además de Pau...) -su obsesión continúa siendo captar la vida- e idéntico método de trabajo -filma cronológicamente, sin alterar el entorno natural donde se sitúa la acción, ni la apariencia de los actores, y sigue sin someterse a las convenciones del cine: ni iluminación artificial, ni grúas, ni travelings...-, aunque esta vez ha escorado el tono del guión, que firma él mismo, hacia la comedia. Eso sí, una comedia muy particular, impregnada de su propio humor, austero pero incisivo. Al frente del reparto del filme -una coproducción con Francia- están Eduardo Noriega y el belga Olivier Gourmet, premiado como mejor actor en Cannes por su trabajo en El hijo, de los hermanos Dardenne.
El realizador catalán firma su primera comedia, austera pero incisiva
La acción de Las manos vacías, que transcurre durante seis días anteriores a una Navidad enclavada en el presente, se sitúa en un espacio real, pero escueto, ubicado entre la destartalada estación de trenes de Port-Vendres, el Café des Arcades, la casa que la señora Catherine (Dominique Marcas, gran dama de la escena francesa) comparte con su loro, y la de Eric (Olivier Gourmet), aneja al taller donde repara motos. "Éste es un lugar que tiene mucha fuerza y donde se ha sufrido mucho", resume Recha, pausado y tranquilo como es él, sentado en una mesa del auténtico Café des Arcades -el mismo que sirve a la ficción- durante un receso del rodaje. "Es una de las alcantarillas de la derrota republicana del 1939", añade, "convertida, hoy, en un lugar de paso, en una frontera entre dos territorios que, en realidad son el mismo, donde viven personajes que proceden de distintas partes y cuyo encuentro provoca un clima explosivo". A este sitio en medio de la nada llega el enigmático Gérard (Eduardo Noriega) desde su ciudad, L'Hospitalet de Llobregat -la misma en la que nació Recha-, y su aparición azuza aún más el conflicto.
A propósito del reparto, revela Recha que Gourmet "estaba en el proyecto desde el principio". Cuenta que escribió el guión a medida del actor belga y pensando en él, algo que nunca había hecho antes. Ahora se declara satisfecho de su decisión. "Olivier le da a Eric toda su dimensión humana", dice sobre la construcción del personaje que realiza el intérprete. En cuanto a Noriega, explica que encontró en el cántabro "la creatividad y el espíritu de aventura" que pide al elenco -y también al equipo técnico- que trabaja en sus películas. Y es que hacer cine bajo la batuta de Recha es toda una experiencia, según relatan los actores.
Olivier Gourmet, por ejemplo, admite que no es fácil ser dirigido por Recha, aunque reconoce que le fascina su estilo. "Es bastante tozudo y hay que atenderle, pero también sabe escuchar, y el intercambio de opiniones seguro que enriquecerá la película. La clave está en que no hay que tenerle miedo", opina. Y añade: "Marc aún es muy idealista; le gustaría que todo el equipo agarrase la película y no la soltara, como él hace, y es tan apasionado que al final lo consigue". Gourmet considera asimismo que el rodaje cronológico -algo bastante inusual- "es beneficioso, porque el actor se aprovecha de lo vivido por su personaje". Noriega coincide con Gourmet, a quien escucha boquiabierto y de quien asegura que "es un actor muy intuitivo y profundamente físico". "Marc pretende una implicación total, y eso, desgraciadamente, es imposible, porque nadie puede involucrarse en una película como su director, pero tiene una fuerza que contagia", comenta Noriega. También Eulalia Ramón, María en la ficción, la cartera del pueblo, que tuvo en tiempos una relación sentimental con Eric, comparte las impresiones de sus colegas. "Rodar con Marc es situarse en el punto cero: hay que olvidar cualquier inercia, costumbre o hábito de trabajo. Además, como actriz, me parece muy interesante no ir maquillada, que no haya artificios ni filtros", asegura.
Para Eduardo Noriega, éste es su primer trabajo tras Guerreros y Novo, su debut en el cine francés que se estrenará a principios de año. "En este tiempo no me ha llegado ningún otro proyecto que me motivara lo suficiente" confiesa el actor, que en Las manos vacías está desconocido: pelo largo y grasiento, barba poblada, ropa de segunda mano y hablando un catalán correcto, espontáneo y sin ningún acento, que aprendió con clases particulares y que, con el francés, es el idioma del rodaje. "Marc no quiere que actuemos, quiere verdad, y eso exige un aprendizaje continuo y diario", señala el actor. "El cine es una aventura de vida, y si no se concibe así proyectos como éste son difíciles de realizar", apostilla el director.
El rodaje de Las manos vacías, una coproducción entre la empresa española Eddie Saeta y la francesa JBA, acabará el 4 de enero. Después empezará la carrera para concluir el montaje con un objetivo claro: que la cinta pueda acudir al próximo Festival de Cannes.
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