Los años comprometidos de la República
De los tres artículos de Chávez Nogales, el primero analiza la situación política en Cataluña mediante diálogos con dirigentes políticos catalanes; el segundo es una premonitoria entrevista con Joseph Goebbels, y el tercero (en el recuadro de la página siguiente) trata sobre la celebración de la Semana Santa en la República.
La situación en Cataluña
Sostienen los hombres de izquierda de Cataluña que el proletariado catalán, la clase obrera industrial, los menesterosos y en general los desheredados que se mueven siempre por indiscutible espíritu protestatario y de insolidaridad social, carece de esa mentalidad doctrinaria creada por la sistematización marxista del dogma de la lucha de clases. Es decir, que los proletarios catalanes no son marxistas.
'Cuatro historias de la República'
Manuel Chaves Nogales Destino.
-¿En qué consiste entonces el revolucionarismo del proletariado catalán?
-En una aspiración desesperada hacia la libertad, en un hondo sentido de justicia social, en una fe absoluta en los ideales republicanos que no han sido hasta ahora superados, y en la vinculación del propio bienestar y el mejoramiento de las condiciones de trabajo, en el bienestar y el mejoramiento de Cataluña.
-Pero todo esto no es revolucionario; es todo lo contrario, es ser conservador.
-Así es. El proletariado catalán, marchando a nuestro lado, tiene un cauce abierto a la corriente de sus reivindicaciones.
-Demasiado fácil y optimista es el panorama. Si el proletariado catalán es sencillamente republicano y autonomista, Cataluña es, sin duda, el país ideal, el islote paradisíaco en el mapa de las luchas sociales de nuestro tiempo.
-Así es y así debe ser. La única fuerza insurreccional de Cataluña se está liquidando en estos momentos. La CNT y la FAI; es decir, el sindicalismo revolucionario y el anarquismo. Ambos están a punto de desaparecer. Constituyen una supervivencia, acaso mejor el cadáver insepulto de un ideal que ya no tiene una existencia verdadera.
-¿Es tan cierta como se dice la desaparición del anarcosindicalismo? ¿No se tratará de un optimismo cándido?
-No; la Confederación, y su brazo armado, la FAI, desaparecen rápidamente. Su antigua fuerza, el apoliticismo, tenía razón de ser cuando las elecciones eran sencillamente una esgrima entre los electoreros de los partidos y también cuando el proletariado se entusiasmaba con las conquistas inmediatas de mejora en las condiciones de trabajo y aumento en los salarios. En aquella época, el sindicalismo y su instrumento de acción, la Federación Anarquista Ibérica, que tenía indiscutiblemente una técnica perfecta de la acción directa, arrastraban tras de sí a las masas trabajadoras. Hoy, no; el apoliticismo ha fracasado ante las experiencias electorales de 1931 y de ahora. La masa proletaria encuentra en el voto un instrumento de acción eficaz que antes no tenía. Ante este hecho, una gran parte del sindicalismo evoluciona y se dispone a participar en la lucha política; a la cabeza de esta orientación, Ángel Pestaña, elegido precisamente diputado, se ha puesto al frente del partido sindicalista.
"La otra parte del sindicalismo revolucionario está en franca descomposición. El organismo confederal pasa por una crisis de confianza en la opinión obrera, y los cuadros sindicales autónomos en su mayoría. Nosotros, los hombres de la Esquerra, recogeremos esas masas, que vendrán a nuestro lado atraídas por la satisfacción que nuestro catalanismo y nuestro auténtico ideal republicano pueden depararles".
-Y al desaparecer la fuerza de la CNT y de la FAI, ¿qué versión tomarán los grupos que son fatal e irreductiblemente revolucionarios?
-Sólo quedará en completa insolidaridad con la obra de los republicanos de izquierda una mínima parte de la organización sindical, el inexpugnable reducto de la anarquía, las fuerzas de choque de la FAI. Son hombres formados en la lucha revolucionaria, que difícilmente cambiarán de mentalidad. Pero a partir de esta evolución, su obra revolucionaria, privada del aliento de las grandes masas de los sindicatos, quedará reducida a una acción putchquista.
-¿Se atreverá la Esquerra a reprimir inflexiblemente desde el poder esa acción terrorista si llegase a producirse?
-La Esquerra sabrá mantener el orden.
-Si la acción terrorista de ese residuo del anarcosindicalismo lo exigiera, ¿se decidirían los gobernantes de Cataluña a colocar fuera de la legalidad a la FAI?
-Sólo un hombre, el presidente de la Generalidad, el honorable don Luis Companys, puede contestar a esa pregunta.
El verdadero problema social de Cataluña estriba en que, así como políticamente existe una correlación entre el Gobierno de Madrid y el de Barcelona, socialmente hay una disparidad absoluta, por la distinta naturaleza de las fuerzas obreras sobre las que se apoyan uno y otro. El Gobierno de Madrid tiene al partido socialista como base de sustentación proletaria. El Gobierno de la Generalidad ha sido elevado al poder merced al apoyo de una masa sindicalista, que, si bien en estos momentos está en trance de evolucionar, no se desnaturalizará tan absolutamente que pueda convertirse en marxista de la noche a la mañana. Creen los hombres de la izquierda que el proletariado de Cataluña será sencillamente republicano y catalanista. ¿Es esto tan sencillo?
He hablado con un ex gobernador de Barcelona, quien me refiere algunos episodios característicos de la lucha encarnizada entre el sindicalismo y el socialismo durante la primera etapa de la República. Los sindicalistas resistieron desesperadamente a la política de atracción del proletariado catalán intentada desde el Ministerio de Trabajo por el señor Largo Caballero. Se daba el caso de que los obreros catalanes preferían tratar directamente con los patronos, aunque las mejoras que pudiesen arrancarles fuesen menores que las que les brindaban los Comités Paritarios y la intervención de los delegados de Trabajo, toda la red que los socialistas habían ido tendiendo a su paso por el Gobierno. Y ahora, al hundirse la CNT y la FAI, ¿qué forma tomará el movimiento proletario catalán?
Descartado el optimismo izquierdista, que sueña con escamotear la lucha de clases, quedan dos versiones probables. Una de ellas es la incorporación de las masas trabajadoras catalanas al marxismo. La otra es la reaparición del problema separatista bajo nuevas formas, que es imposible prever por ahora.
La conquista del proletariado catalán por el marxismo es aún remota, aunque haya algunos líderes socialistas en Cataluña que creen llegada la coyuntura. He hablado con uno de ellos. Me dice:
-Muchos de los elementos que se desprenden del sindicalismo anarquista vienen a nutrir nuestras filas. En Cataluña existe hoy la Unió Socialista de Cataluña, la sección catalana del Partido Socialista Español y varias fracciones comunistas. Todos estos grupos marxistas pueden llegar a la unificación. Ésta se conseguiría sólo con que el Partido Socialista Español hiciese una declaración favorable a la tendencia leninista de Largo Caballero y al reconocimiento del ideal nacionalista del proletariado catalán.
-Ninguna de las dos cosas parece muy probable.
-A pesar de todo, el marxismo ganará adeptos en Cataluña de día en día. El ideal de los hombres de izquierda, que quieren confinar al proletariado catalán en unas aspiraciones puramente políticas y catalanistas, no se realizará.
-Hay, sin embargo, un largo periodo por delante. Antes de que el marxismo pueda ser una fuerza considerable en Cataluña pasará mucho tiempo. Sin contar con que esa orientación leniniana del socialismo no es precisamente la que con más facilidad puede encajar en el espíritu pequeño-burgués del obrero catalán.
-Es cuestión de tiempo, lo reconocemos. Pero mucho menos del que pueda creerse. Antes de unos meses el panorama social de Cataluña habrá cambiado radicalmente. No hay ninguna razón para que Cataluña no tenga en la lucha de clases la fuerza que debe tener dada su población proletaria.
-Entonces, ¿ustedes no creen que la Esquerra pueda detener los avances de los partidos revolucionarios?
-No. No podrá detenerlos.
Los catalanistas, tanto los de la derecha como los de la izquierda, no consideran factible, sin embargo, esta evolución hacia el marxismo del proletariado catalán. Hasta ahora, la fuerza de la Unión General de Trabajadores no merecía que se la tomase en cuenta, y juzgando por este antecedente histórico creen más factible que al descomponerse la fuerza del anarquismo sindicalista se forme un catalanismo revolucionario. (...)
Entrevista con el doctor Goebbels
El lugarteniente de Hitler y actual ministro del Gobierno alemán, doctor Goebbels, habla expresamente a los lectores de Ahora.
Tengo -dice- el convencimiento de que la transformación espiritual de Europa, expresada en el fascismo, el kemalismo y el nacionalsocialismo, será completa dentro de una o dos décadas. Cada pueblo deberá encontrar en la esencia de su propia personalidad nacional nuevas formas para dicho espíritu.
He ofrecido hacerlo y lo cumplo. Cuando solicité una interviú con el doctor Goebbels, que es, a mi juicio, el tipo más interesante de la nueva Alemania -incluyendo en esta subordinación de interés al propio Hitler-, me pusieron, naturalmente, algunas cortapisas. Ser ciudadano de la República Española y periodista liberal no es hoy, para los gobernantes alemanes, una invitación a la confianza. Los españoles estamos haciendo exactamente lo contrario de lo que hacen los alemanes, y ya suponen ellos que no vamos a traicionar nuestras convicciones nacionales en beneficio de las suyas. El señor Ministro de Propaganda -me dijeron- contestará a tres preguntas que usted le haga, pero, si no quiere correr el riesgo de ser desautorizado, estas tres preguntas y sus respuestas deben publicarse textualmente, sin comentarios ni interpretaciones; cada pregunta, con su respuesta, a renglón seguido. Nada más. Así lo prometí y así lo cumplo. Permítaseme, sin embargo, decir a mis lectores quién es este doctor Goebbels.
Es un tipo ridículo, grotesco; con su gabardinita y su pata torcida, se ha pasado diez años siendo el hazmerreír de los periodistas liberales. Toda Alemania está llena de anécdotas pintorescas sobre este tipo estrafalario, al que -verdad o mentira-, se le ha colgado todo aquello que puede hacer polvo a un hombre. Siendo, como es, el azote de los judíos, se ha dicho incluso que era judío, aunque, según parece, la única verdad es que su suegra llevaba un apellido israelita.
Pero Goebbels era un tipo enconado, duro, implacable, que todos los días, después de andar ajetreado en menesteres revolucionarios, se encerraba en la redacción del Angriff el órgano en la prensa del nacionalsocialismo, y dictaba a una mecanógrafa un artículo de fondo. Este artículo de fondo del Angriff, que Goebbels dictaba mientras iba y venía por la redacción arrastrando su pata coja, llegó a ser lo que todos los periodistas quisieran que fuesen sus artículos: un suceso, un verdadero suceso que se producía en la conciencia del lector cada vez que en el Metro, en el café, en la calle, donde fuese, alguien cogía el periódico y se ponía a leerle. Tenía esa misma facultad prodigiosa que en nuestro tiempo han tenido León Daudet, el reaccionario, y Trotski, el comunista. Goebbels escribía como hablaba: claro, sucinto, terminante. Hay en él la misma capacidad de sugestión y de dominio que en todos los grandes iluminados, en todos esos tipos nazarenoides de una sola idea encarnizada: Robespierre o Lenin. Lucirá mucho menos que Hitler en las paradas, pero es más certero. Creo que no se pone nunca la camisa parda, pero debajo de su gabardinita insignificante lleva la guerrera más ajustada de Alemania. Es de esa estirpe dura de los sectarios, de los hombres votados a un ideal con el cual fusilan a su padre si se les pone por delante. En España no ha habido así más que algunos curas carlistas, hace ya muchos años.
Pregunta. ¿Cómo se propone el Ministerio de Propaganda contrarrestar la propaganda antialemana que puedan llevar a cabo en el extranjero los judíos emigrados de Alemania?
Respuesta. Nos consta que los judíos emigrados al extranjero mantienen estrechas relaciones con los judíos en Alemania. A las organizaciones israelitas alemanas no ha de serles difícil, por consiguiente, lograr que sus hermanos de raza emigrados se abstengan de toda agitación y de toda injerencia en los asuntos internos de Alemania, con lo cual prestarán un servicio a los judíos que en Alemania residen. El boicot de defensa contra los judíos, puesto en práctica por nosotros hace algún tiempo, nos demostró que este género de presión era perfectamente posible. En adelante seguiremos manteniendo el principio de que los judíos residentes en Alemania tienen obligación de evitar que el país donde viven sea difamado.
P. ¿Qué métodos de propaganda piensa emplear el ministerio fuera de Alemania?
R. Nuestro método de propaganda en el extranjero será muy sencillo. No haremos ninguna propaganda. Nos limitaremos a procurar que la verdad sobre Alemania sea conocida en todo el mundo. Trataremos de explicar a los demás países lo que en realidad ha ocurrido en Alemania y los motivos que han dado lugar a que lo ocurrido pudiera ocurrir. Hemos podido comprobar que las ideas corrientes en el extranjero sobre la situación de Alemania y sobre las causas espirituales de la revolución alemana son en extremo confusas. Pero tenemos, por otra parte, el convencimiento de que para disipar estas confusiones bastará la difusión de la verdad. No tenemos la pretensión de influir sobre la opinión extranjera. Pedimos únicamente que para los juicios del extranjero sirva de base la verdad de lo que ocurre en Alemania.
P. ¿Cree el señor Ministro de Propaganda que la doctrina nacionalsocialista puede y debe encontrar un eco en los demás países?
R. Puedo repetir, con referencia al nacionalsocialismo, las palabras de Mussolini, cuando dijo que el fascismo no era artículo de exportación. Tampoco lo es el nacionalsocialismo. Pero tengo, eso sí, el convencimiento de que la transformación espiritual de Europa, expresada en el fascismo, el kemalismo y el nacionalsocialismo, será completa dentro de una o dos décadas. Cada pueblo deberá encontrar en la esencia de su propia personalidad nacional nuevas formas para dicho espíritu. Pero no cabe duda de que llevarán una ventaja los pueblos que se mueven ya ahora al impulso irresistible del sentimiento nacionalista.
De los tres artículos de Chávez Nogales, el primero analiza la situación política en Cataluña mediante diálogos con dirigentes políticos catalanes; el segundo es una premonitoria entrevista con Joseph Goebbels, y el tercero (en el recuadro de la página siguiente) trata sobre la celebración de la Semana Santa en la República.
La situación en Cataluña
Sostienen los hombres de izquierda de Cataluña que el proletariado catalán, la clase obrera industrial, los menesterosos y en general los desheredados que se mueven siempre por indiscutible espíritu protestatario y de insolidaridad social, carece de esa mentalidad doctrinaria creada por la sistematización marxista del dogma de la lucha de clases. Es decir, que los proletarios catalanes no son marxistas.
-¿En qué consiste entonces el revolucionarismo del proletariado catalán?
-En una aspiración desesperada hacia la libertad, en un hondo sentido de justicia social, en una fe absoluta en los ideales republicanos que no han sido hasta ahora superados, y en la vinculación del propio bienestar y el mejoramiento de las condiciones de trabajo, en el bienestar y el mejoramiento de Cataluña.
-Pero todo esto no es revolucionario; es todo lo contrario, es ser conservador.
-Así es. El proletariado catalán, marchando a nuestro lado, tiene un cauce abierto a la corriente de sus reivindicaciones.
-Demasiado fácil y optimista es el panorama. Si el proletariado catalán es sencillamente republicano y autonomista, Cataluña es, sin duda, el país ideal, el islote paradisíaco en el mapa de las luchas sociales de nuestro tiempo.
-Así es y así debe ser. La única fuerza insurreccional de Cataluña se está liquidando en estos momentos. La CNT y la FAI; es decir, el sindicalismo revolucionario y el anarquismo. Ambos están a punto de desaparecer. Constituyen una supervivencia, acaso mejor el cadáver insepulto de un ideal que ya no tiene una existencia verdadera.
-¿Es tan cierta como se dice la desaparición del anarcosindicalismo? ¿No se tratará de un optimismo cándido?
-No; la Confederación, y su brazo armado, la FAI, desaparecen rápidamente. Su antigua fuerza, el apoliticismo, tenía razón de ser cuando las elecciones eran sencillamente una esgrima entre los electoreros de los partidos y también cuando el proletariado se entusiasmaba con las conquistas inmediatas de mejora en las condiciones de trabajo y aumento en los salarios. En aquella época, el sindicalismo y su instrumento de acción, la Federación Anarquista Ibérica, que tenía indiscutiblemente una técnica perfecta de la acción directa, arrastraban tras de sí a las masas trabajadoras. Hoy, no; el apoliticismo ha fracasado ante las experiencias electorales de 1931 y de ahora. La masa proletaria encuentra en el voto un instrumento de acción eficaz que antes no tenía. Ante este hecho, una gran parte del sindicalismo evoluciona y se dispone a participar en la lucha política; a la cabeza de esta orientación, Ángel Pestaña, elegido precisamente diputado, se ha puesto al frente del partido sindicalista.
"La otra parte del sindicalismo revolucionario está en franca descomposición. El organismo confederal pasa por una crisis de confianza en la opinión obrera, y los cuadros sindicales autónomos en su mayoría. Nosotros, los hombres de la Esquerra, recogeremos esas masas, que vendrán a nuestro lado atraídas por la satisfacción que nuestro catalanismo y nuestro auténtico ideal republicano pueden depararles".
-Y al desaparecer la fuerza de la CNT y de la FAI, ¿qué versión tomarán los grupos que son fatal e irreductiblemente revolucionarios?
-Sólo quedará en completa insolidaridad con la obra de los republicanos de izquierda una mínima parte de la organización sindical, el inexpugnable reducto de la anarquía, las fuerzas de choque de la FAI. Son hombres formados en la lucha revolucionaria, que difícilmente cambiarán de mentalidad. Pero a partir de esta evolución, su obra revolucionaria, privada del aliento de las grandes masas de los sindicatos, quedará reducida a una acción putchquista.
-¿Se atreverá la Esquerra a reprimir inflexiblemente desde el poder esa acción terrorista si llegase a producirse?
-La Esquerra sabrá mantener el orden.
-Si la acción terrorista de ese residuo del anarcosindicalismo lo exigiera, ¿se decidirían los gobernantes de Cataluña a colocar fuera de la legalidad a la FAI?
-Sólo un hombre, el presidente de la Generalidad, el honorable don Luis Companys, puede contestar a esa pregunta.
El verdadero problema social de Cataluña estriba en que, así como políticamente existe una correlación entre el Gobierno de Madrid y el de Barcelona, socialmente hay una disparidad absoluta, por la distinta naturaleza de las fuerzas obreras sobre las que se apoyan uno y otro. El Gobierno de Madrid tiene al partido socialista como base de sustentación proletaria. El Gobierno de la Generalidad ha sido elevado al poder merced al apoyo de una masa sindicalista, que, si bien en estos momentos está en trance de evolucionar, no se desnaturalizará tan absolutamente que pueda convertirse en marxista de la noche a la mañana. Creen los hombres de la izquierda que el proletariado de Cataluña será sencillamente republicano y catalanista. ¿Es esto tan sencillo?
He hablado con un ex gobernador de Barcelona, quien me refiere algunos episodios característicos de la lucha encarnizada entre el sindicalismo y el socialismo durante la primera etapa de la República. Los sindicalistas resistieron desesperadamente a la política de atracción del proletariado catalán intentada desde el Ministerio de Trabajo por el señor Largo Caballero. Se daba el caso de que los obreros catalanes preferían tratar directamente con los patronos, aunque las mejoras que pudiesen arrancarles fuesen menores que las que les brindaban los Comités Paritarios y la intervención de los delegados de Trabajo, toda la red que los socialistas habían ido tendiendo a su paso por el Gobierno. Y ahora, al hundirse la CNT y la FAI, ¿qué forma tomará el movimiento proletario catalán?
Descartado el optimismo izquierdista, que sueña con escamotear la lucha de clases, quedan dos versiones probables. Una de ellas es la incorporación de las masas trabajadoras catalanas al marxismo. La otra es la reaparición del problema separatista bajo nuevas formas, que es imposible prever por ahora.
La conquista del proletariado catalán por el marxismo es aún remota, aunque haya algunos líderes socialistas en Cataluña que creen llegada la coyuntura. He hablado con uno de ellos. Me dice:
-Muchos de los elementos que se desprenden del sindicalismo anarquista vienen a nutrir nuestras filas. En Cataluña existe hoy la Unió Socialista de Cataluña, la sección catalana del Partido Socialista Español y varias fracciones comunistas. Todos estos grupos marxistas pueden llegar a la unificación. Ésta se conseguiría sólo con que el Partido Socialista Español hiciese una declaración favorable a la tendencia leninista de Largo Caballero y al reconocimiento del ideal nacionalista del proletariado catalán.
-Ninguna de las dos cosas parece muy probable.
-A pesar de todo, el marxismo ganará adeptos en Cataluña de día en día. El ideal de los hombres de izquierda, que quieren confinar al proletariado catalán en unas aspiraciones puramente políticas y catalanistas, no se realizará.
-Hay, sin embargo, un largo periodo por delante. Antes de que el marxismo pueda ser una fuerza considerable en Cataluña pasará mucho tiempo. Sin contar con que esa orientación leniniana del socialismo no es precisamente la que con más facilidad puede encajar en el espíritu pequeño-burgués del obrero catalán.
-Es cuestión de tiempo, lo reconocemos. Pero mucho menos del que pueda creerse. Antes de unos meses el panorama social de Cataluña habrá cambiado radicalmente. No hay ninguna razón para que Cataluña no tenga en la lucha de clases la fuerza que debe tener dada su población proletaria.
-Entonces, ¿ustedes no creen que la Esquerra pueda detener los avances de los partidos revolucionarios?
-No. No podrá detenerlos.
Los catalanistas, tanto los de la derecha como los de la izquierda, no consideran factible, sin embargo, esta evolución hacia el marxismo del proletariado catalán. Hasta ahora, la fuerza de la Unión General de Trabajadores no merecía que se la tomase en cuenta, y juzgando por este antecedente histórico creen más factible que al descomponerse la fuerza del anarquismo sindicalista se forme un catalanismo revolucionario. (...)
Entrevista con el doctor Goebbels
El lugarteniente de Hitler y actual ministro del Gobierno alemán, doctor Goebbels, habla expresamente a los lectores de Ahora.
Tengo -dice- el convencimiento de que la transformación espiritual de Europa, expresada en el fascismo, el kemalismo y el nacionalsocialismo, será completa dentro de una o dos décadas. Cada pueblo deberá encontrar en la esencia de su propia personalidad nacional nuevas formas para dicho espíritu.
He ofrecido hacerlo y lo cumplo. Cuando solicité una interviú con el doctor Goebbels, que es, a mi juicio, el tipo más interesante de la nueva Alemania -incluyendo en esta subordinación de interés al propio Hitler-, me pusieron, naturalmente, algunas cortapisas. Ser ciudadano de la República Española y periodista liberal no es hoy, para los gobernantes alemanes, una invitación a la confianza. Los españoles estamos haciendo exactamente lo contrario de lo que hacen los alemanes, y ya suponen ellos que no vamos a traicionar nuestras convicciones nacionales en beneficio de las suyas. El señor Ministro de Propaganda -me dijeron- contestará a tres preguntas que usted le haga, pero, si no quiere correr el riesgo de ser desautorizado, estas tres preguntas y sus respuestas deben publicarse textualmente, sin comentarios ni interpretaciones; cada pregunta, con su respuesta, a renglón seguido. Nada más. Así lo prometí y así lo cumplo. Permítaseme, sin embargo, decir a mis lectores quién es este doctor Goebbels.
Es un tipo ridículo, grotesco; con su gabardinita y su pata torcida, se ha pasado diez años siendo el hazmerreír de los periodistas liberales. Toda Alemania está llena de anécdotas pintorescas sobre este tipo estrafalario, al que -verdad o mentira-, se le ha colgado todo aquello que puede hacer polvo a un hombre. Siendo, como es, el azote de los judíos, se ha dicho incluso que era judío, aunque, según parece, la única verdad es que su suegra llevaba un apellido israelita.
Pero Goebbels era un tipo enconado, duro, implacable, que todos los días, después de andar ajetreado en menesteres revolucionarios, se encerraba en la redacción del Angriff el órgano en la prensa del nacionalsocialismo, y dictaba a una mecanógrafa un artículo de fondo. Este artículo de fondo del Angriff, que Goebbels dictaba mientras iba y venía por la redacción arrastrando su pata coja, llegó a ser lo que todos los periodistas quisieran que fuesen sus artículos: un suceso, un verdadero suceso que se producía en la conciencia del lector cada vez que en el Metro, en el café, en la calle, donde fuese, alguien cogía el periódico y se ponía a leerle. Tenía esa misma facultad prodigiosa que en nuestro tiempo han tenido León Daudet, el reaccionario, y Trotski, el comunista. Goebbels escribía como hablaba: claro, sucinto, terminante. Hay en él la misma capacidad de sugestión y de dominio que en todos los grandes iluminados, en todos esos tipos nazarenoides de una sola idea encarnizada: Robespierre o Lenin. Lucirá mucho menos que Hitler en las paradas, pero es más certero. Creo que no se pone nunca la camisa parda, pero debajo de su gabardinita insignificante lleva la guerrera más ajustada de Alemania. Es de esa estirpe dura de los sectarios, de los hombres votados a un ideal con el cual fusilan a su padre si se les pone por delante. En España no ha habido así más que algunos curas carlistas, hace ya muchos años.
Pregunta. ¿Cómo se propone el Ministerio de Propaganda contrarrestar la propaganda antialemana que puedan llevar a cabo en el extranjero los judíos emigrados de Alemania?
Respuesta. Nos consta que los judíos emigrados al extranjero mantienen estrechas relaciones con los judíos en Alemania. A las organizaciones israelitas alemanas no ha de serles difícil, por consiguiente, lograr que sus hermanos de raza emigrados se abstengan de toda agitación y de toda injerencia en los asuntos internos de Alemania, con lo cual prestarán un servicio a los judíos que en Alemania residen. El boicot de defensa contra los judíos, puesto en práctica por nosotros hace algún tiempo, nos demostró que este género de presión era perfectamente posible. En adelante seguiremos manteniendo el principio de que los judíos residentes en Alemania tienen obligación de evitar que el país donde viven sea difamado.
P. ¿Qué métodos de propaganda piensa emplear el ministerio fuera de Alemania?
R. Nuestro método de propaganda en el extranjero será muy sencillo. No haremos ninguna propaganda. Nos limitaremos a procurar que la verdad sobre Alemania sea conocida en todo el mundo. Trataremos de explicar a los demás países lo que en realidad ha ocurrido en Alemania y los motivos que han dado lugar a que lo ocurrido pudiera ocurrir. Hemos podido comprobar que las ideas corrientes en el extranjero sobre la situación de Alemania y sobre las causas espirituales de la revolución alemana son en extremo confusas. Pero tenemos, por otra parte, el convencimiento de que para disipar estas confusiones bastará la difusión de la verdad. No tenemos la pretensión de influir sobre la opinión extranjera. Pedimos únicamente que para los juicios del extranjero sirva de base la verdad de lo que ocurre en Alemania.
P. ¿Cree el señor Ministro de Propaganda que la doctrina nacionalsocialista puede y debe encontrar un eco en los demás países?
R. Puedo repetir, con referencia al nacionalsocialismo, las palabras de Mussolini, cuando dijo que el fascismo no era artículo de exportación. Tampoco lo es el nacionalsocialismo. Pero tengo, eso sí, el convencimiento de que la transformación espiritual de Europa, expresada en el fascismo, el kemalismo y el nacionalsocialismo, será completa dentro de una o dos décadas. Cada pueblo deberá encontrar en la esencia de su propia personalidad nacional nuevas formas para dicho espíritu. Pero no cabe duda de que llevarán una ventaja los pueblos que se mueven ya ahora al impulso irresistible del sentimiento nacionalista.
La República y las cofradías de Semana Santa
DESPUÉS DEL COLAPSO de los primeros tiempos de la República, vuelve este año la Semana Santa a tener su antigua magnificencia. En el año 1931, días antes de la proclamación de la República, se celebró por última vez con todo su esplendor. Fue una Semana Santa de las que hacen época: las hermandades se gastaron el dinero a manos llenas, acudieron a Sevilla millares y millares de turistas, y sólo con el alquiler de las sillas y los palcos para presenciar el desfile ganó el Ayuntamiento más de 50.000 pesetas. Después vino el diluvio. En 1932, el nuevo Estado laico no daba subvenciones. Las hermandades se negaron a salir en procesión. Los acaudalados hermanos mayores habían emigrado. Los capillitas, tildados de cavernícolas, se escondían bajo siete estados de la tierra. El pistolerismo anarcosindicalista mantenía en estado de alarma a la ciudad, y "Sevilla la Roja", como la denominaba la pintoresca prosopopeya comunista, no quería procesiones. En 1933, los republicanos conservadores de la ciudad pusieron todo su empeño en que hubiese procesiones con la República. Los monárquicos no querían. "¿Habéis traído la República?", decían. "Pues se acabaron las cofradías". "¿No sois laicos? Pues quedaros sin procesiones". Vinculaban a su monarquismo la conmemoración de la Semana Santa; como en toda España, se pretendía por entonces que la religión fuera patrimonio único y exclusivo de los monárquicos. Pero los sevillanos, republicanos o monárquicos, no estaban dispuestos a que su tradicional conmemoración se perdiese para siempre. Se consiguió al fin arrastrar a una hermandad, la de la Estrella de Triana, para que saliese en procesión. Fue un desastre. Le dieron una pedrada al Cristo, y al pasar por la puerta del Perdón le hicieron dos disparos a la Virgen. A la hermandad, una de las más pobres, le habían dado hasta 3.000 pesetas para los gastos. No hubo ni para pagar a los carpinteros que debían desmontar el paso después de la procesión. Montado se quedó semanas y semanas. Nadie anticipaba una peseta ni daba un martillazo sin cobrarlo con arreglo a la tarifa del sindicato. El capataz Canela decía, desesperado: "Cualquier día vendrán los ladrones y se lo llevarán todo". Y añadía, con heroica conformidad: "Quizá sea una solución. Los ladrones desmontarán las cosas que hay en el paso para llevárselas, y ya nos las devolverá la Guardia Civil cuando las encuentre". Aquel primer intento fue una verdadera catástrofe, de la que lógicamente sacaron partido político los enemigos del régimen. En 1934, el Ayuntamiento, todavía por aquello del laicismo, no se atrevió tampoco a subvencionar a las hermandades, pero se encontró una fórmula ecléctica: cedió el arrendamiento de palcos y sillas a la Cámara de Comercio, y, por intercesión de ésta, se auxilió económicamente a las cofradías. Salieron casi todas las hermandades. Hubo mucho fervor. La gente tenía ganas de Semana Santa. Pero se perdió dinero. Hubo pocos forasteros. Este año es ya otra cosa. La Semana Santa sevillana vuelve, al fin, a su tradicional magnificencia. Ya no se atreven a boicotearla los enemigos del régimen, ni los creyentes, ni los ateos. El Ayuntamiento, todo lo laico y republicano que se quiera, se lanza a subvencionar cuantiosamente a las hermandades, y, con el apoyo oficial del municipio y el Estado, Sevilla volverá a ofrecer el maravilloso espectáculo del Jueves Santo (...)
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