Todos a una
Lo único que ha quedado claro en medio de la marea negra en el mar de Galicia es que el presidente Aznar no sabe pilotar la maquinaria del Estado. Durante estos días aciagos su comportamiento displicente y atravesado ha merecido toda clase de críticas. Hay que añadir una más: este hombre no sabe llevar el avión. Cuando Aznar llegó al Gobierno, después de realizar una oposición llena de golpes bajos contra los socialistas mucha gente que no le había votado, comprobó con agradable sorpresa que el Estado funcionaba. Este milagro fue posible porque con el viento económico a favor y sin turbulencias en el espacio se gobierna con el piloto automático y la máquina manda. Sentado en su despacho, el presidente se limitó a obedecer órdenes de Washington, a cumplir con aplicación el programa de Bruselas y a vigilar las agujas, niveles y botones rojos del panel de mandos. Aznar pudo emplear el tiempo libre en repartir favores a los amigos y en practicar su deporte favorito, que no es el padel sino su habilidad para convertir a los adversarios políticos en enemigos personales. Usted mismo podría ser presidente del Gobierno en una situación de gran bonanza. Es en el momento de una dificultad grave e imprevista cuando un político debe dar la talla y medir su carácter frente al destino. Mientras el fuel avanza, así han visto los españoles a Aznar: orgulloso e impotente, agresivo y distante, retórico y desarbolado al frente de un Gobierno desbancado por la catástrofe. El mar siempre devuelve lo que nos es suyo. El vómito negro que el petrolero naufragado está arrojando sobre Galicia tampoco se detiene en sus playas. Ha seguido tierra adentro hasta anegar todas las conciencias. A un kilo y tres cuartos de fuel oil nos tocaría por persona si las 77.000 toneladas, que cargaba el Prestige, se repartieran por igual entre todos los españoles. Con esa ración de fuel oil se podrían llenar las copas de todos los bares, los platos de todos los restaurantes, los asientos de todas las poltronas oficiales y aún quedaría material para pintar de negro todas las paredes, fachadas y alcobas de todos nuestros pueblos y ciudades. Esta es hoy la verdadera España negra. Llegó el Rey a Galicia y dijo: "Aquí, como en Fuenteovejuna. Todos a una". Tal vez el Rey ignora que en el drama de Lope acababan de matar al comendador y el pueblo asumió una responsabilidad colectiva. Todos a una. Nadie pide violencia ahora: sólo que este Gobierno dimita, puesto que no sabe llevar el avión.
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