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Tribuna:LA POLÉMICA SOBRE EL DÉFICIT DE LA UPV
Tribuna
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De lo que pasa cuando los presupuestos se hacen con una fotocopiadora

En sucesivos actos inaugurales del curso académico de la UPV-EHU y durante las dos últimas legislaturas he oído de boca del lehendakari, Juan José Ibarretxe, que "ésta va a ser la legislatura de la Universidad". Existe una forma sublime del desprecio consistente en halagar sin intención manifiesta de corresponder. Estoy seguro de que no va por ahí, pero es un hecho indiscutible que la Universidad Pública Vasca padece desde hace tiempo de una precariedad presupuestaria, que estas últimas semanas se ha venido a identificar, de manera insólita, inusitada, inopinada, impropia, injusta, burda, en torno a los complementos de productividad, más conocidos como euskotramos. Pero podía haberse centrado, como ha sucedido antes, en las desviaciones del presupuesto ordinario, de la misma forma que en el futuro lo estará, si no se endereza el diálogo, sobre el Plan Plurianual de inversiones o el primer Plan Universitario. Depende de por dónde soplen entonces los vientos del interés extrauniversitario.

Se siguen presupuestando desde hace tres años 500 millones para los complementos, cuando deberían ser 1.500
Se ha hablado de supuestos 'desatinos' de la gestión universitaria, sin concretar todavía ninguno

Porque un departamento gubernamental responsable, en este caso, de la Universidad -el de Educación y Universidades, precisamente- puede trabajar para corregir ese estado de cosas o, en ausencia de política, contribuir a hacer mayor el desafuero. La UPV-EHU sufre desde los últimos años la prórroga presupuestaria del Gobierno vasco, de forma que al depender básicamente de la subvención ordinaria de éste, tiene la misma fotocopia de hace tres balances. Semejante desatino se corrige en otros entes dependientes del Gobierno con leyes de acompañamiento presupuestario o con aportaciones extraordinarias al mismo.

La UPV-EHU ha tenido que arrastrarse jadeando durante meses para que en octubre se le concediera una partida extra de mil trescientos millones de pesetas que le permitiera seguir abriendo la puerta cada mañana, porque simplemente el incremento vegetativo de las antigüedades del personal o sus igualaciones salariales al IPC producían un déficit cada vez más inaguantable.

Pero eso era un parche, porque había más asuntos abiertos. Uno muy importante era el de los complementos individuales por productividad para parte del profesorado (porque más de la mitad se seguía quedando fuera), una fórmula interruptus para abordar lo que originalmente empezó como demanda de homologación salarial a otros niveles similares en la Administración vasca. Una fórmula, además, exigente, objetivada y medida, muy lejos del café para todos o del incremento salarial uniforme. Una fórmula presupuestada en su origen en unos mil quinientos millones de pesetas anuales, pero a la que se asignaron, en y para el último trimestre de 2000, sólo quinientos millones.

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Después, la fotocopiadora presupuestaria hizo estragos, repitiendo año tras año quinientos cuando debieran haber sido mil quinientos. Así, cada año genera la UPV-EHU por esa vía mil millones de agujero financiero. (Por cierto que cualquier institución pública o privada puede generar déficit, voluntaria o involuntariamente, sin que por ello incurra ni en "delito" ni en "irregularidad"; simplemente será una responsabilidad de la que deberá dar cuenta y subsanar en el más breve plazo). Pero se trata de un déficit, a la vez, justificado sobradamente en pronunciamientos e intervenciones políticas: del Acuerdo de la anterior legislatura entre PNV y EA, que contemplaba ésta -el desarrollo de los complementos- como una de sus dos únicas actuaciones para con la universidad, al cruce de documentos habido entre el Departamento de Educación y el Rectorado para definir un Convenio de financiación de los mismos... hasta semana y media antes de que la consejera diera su particular, inesperado e impensado puñetazo en la mesa.

O sea, que lo de que el profesorado universitario "se lo lleva crudo" y se reparte lo que no tiene, ni hablar de peluquín. O eso de que se gestiona mal el presupuesto... ¿Cuál? ¿El prorrogado que hace que el 83% del mismo se consuma entre sueldos del personal y el levantar la persiana cada mañana? Porque aquí no se contrata un profesor fuera del Plan Universitario, que, recuerdo, solo contempla nuevas titulaciones y segundo Plan de Normalización Lingüística (si acaso, alguna sustitución por cargos). Solo tendríamos de margen un 17% del presupuesto que dilapidar. O igual estamos desarrollando mal el Plan Universitario. Aunque como la comisión de seguimiento no se reúne desde marzo, es todo un acertijo.

Y así se podría seguir citando supuestos desatinos de la gestión universitaria, todavía ninguno concretado o precisado en lo más mínimo, otros, imposibles por definición. Pero no importa, porque si hay voluntad siempre se puede creer en lo que no existe, si eso favorece mi particular interés editorial, de lobby (¿sindical?), de facción, de inquina o de simple ignorancia, por no pensar y poner en marcha un mínimo de sentido crítico.

Cada peseta que gasta la Universidad pública la mira y la remira un control interno, una auditoría externa y el Tribunal Vasco de Cuentas. A pesar de eso, igual es que les engañamos a todos. Muchos errores habrá, sin duda, en la gestión de este equipo, como en todos los equipos rectorales, pero de ahí a las afirmaciones contra la UPV-EHU y el halo de sospecha que se ha lanzado sobre todos y cada uno o una de sus componentes va un abismo inaceptable (más, viniendo de donde ha venido).

El acuerdo del pasado martes del Consejo de Gobierno del Gobierno vasco parece intentar poner orden en una situación estructural y coyuntural que se le había ido a alguien de las manos. Es urgente que el problema económico de la UPV-EHU, de su financiación precaria y de la justa demanda a un salario ajustado al trabajo de su profesorado se sustancie en un acuerdo entre las partes. Ese es el problema económico de la Universidad, más allá de rectores, equipos rectorales, consejeras y viceconsejeros. Ése y, estos días, restituir la fama y buen nombre de una institución como la UPV-EHU y de sus componentes.

A partir de ahí, que cada cual haga sus deberes y que no se nos mezcle en pleitos tan ajenos a nosotros que, todavía, no acertamos ni a ver con claridad.

Antonio Rivera es vicerrector del campus de Álava de la Universidd del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea

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