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ENCUENTRO DE LAS LETRAS EN BARCELONA

Bryce Echenique cuenta cómo los latinoamericanos llegaron a escribir sobre sí mismos

"He sentido mucho cariño. He reprimido las lágrimas en algún momento y he reído en muchos otros". Así resumió Alfredo Bryce Echenique su divertida y emocionada conferencia de ayer por la tarde en el Hall Proteo de Kosmópolis, lleno hasta la bandera.

Con un vaso de vodka en la mano y una cabeza repleta de anécdotas ilustrativas, el reciente ganador del Premio Planeta trazó una charla redonda sobre cómo los escritores latinoamericanos alcanzaron a contarse a ellos mismos y con sus palabras, después de largos años de "leerse a sí mismos en libros escritos por europeos". "Los latinoamericanos", continuó, "fuimos inventados por los europeos, que nos contaron como una cosa pintoresca".

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La historia de la formación de la literatura del continente fue, entonces, toda una carrera de "obstáculos" presidida por el deseo de "ser otros". Como el de un tío suyo, quien proponía vender Perú y comprar otro país cerca de París.

Inicios equívocos

Bryce se remontó a los primeros años del siglo XIX para establecer los principios de una literatura latinoamericana. "Entonces nos cerraron todas las revistas", afirmó. Era una época, explicó, en la que José Joaquín Fernández de Lizardi escribía novelas en las que "ponía todo lo que no podía contar en su revista". La circunstancia propició, según el autor de La vida exagerada de Martín Romaña, que "la novela latinoamericana naciera viciada, porque una novela no tiene finalidad, es una mentira contada en prosa". "Nuestra literatura nació de equívocos. Escribimos novelas de tesis para matar al patrón, que era el único que las podía comprar, porque el indio era analfabeto".

"Había que inventar esa literatura del boom, la de Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, que se inventaron el realismo mágico para contar Latinoamérica desde Latinoamérica". Y Juan Rulfo, quien contó "la tristeza de ser un indio mexicano con las palabras de un indio mexicano". Y Miguel Ángel Asturias, "que cuando mostró a Paul Valéry sus poemas, sueños e historias de Guatemala, éste le dijo: 'Usted es surrealista'. Y él contestó: 'No, guatemalteco".

Pero según Bryce, el realismo mágico restó la posibilidad de explorar la realidad. Y había que ponerle humor, la "ironía que inventó Cortázar" para "banalizar el drama", porque, dijo, García Márquez, Vargas Llosa y compañía "se ponían muy serios al escribir". Y recordó a su personaje Martín Romaña, a quien "educaron para ir a Francia, a una cultura superior, y cuando llegó delante de Notre Dame dijo: 'Caracho, en Perú era más bonita".

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