Dos reyes en el olvido
Todavía abierta al público, la triple exposición dedicada a la memoria de Felipe V en Madrid, ésta, que lo está a la de su heredero Fernando VI, podría ser tomada como otra más de las que, desde hace unos años, se vienen montando para revisar, desde el punto de vista dinástico, la historia moderna de nuestro país, con todas las luces y las sombras que suelen acompañar a este tipo de iniciativas. En parte, sin duda es así, pero, en el caso que nos ocupa, es necesario aclarar que hay más razones de peso complementarias, tanto por haber sido Fernando VI el monarca que fundó la Academia de Bellas Artes que lleva el nombre de su santo patrón y llevarse a cabo la exposición en la propia institución, que, además, este año cumple su 250º aniversario, como por haber sido el periodo de gobierno de este monarca menos estudiado e injustamente preterido, quizá, entre otras cosas, por estar en medio de dos etapas más dilatadas y mejor definidas de los reinados de Felipe V y Carlos III. Un reinado bajo el signo de la paz. Fernando VI y Bárbara de Braganza (1746-1759), constituye un ambicioso proyecto de reconstrucción histórica que cuenta con 225 piezas de la índole más diversa.
UN REINADO BAJO EL SIGNO DE LA PAZ. FERNANDO VI Y BÁRBARA DE BRAGANZA (1746-1759)
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Alcalá, 13. Madrid Hasta el 26 de enero de 2003
Frente al casi medio siglo de
Felipe V (1700-1746) y los casi 30 años de Carlos III (1759-1788), los 13 años que llevó la corona Fernando VI pueden dar la falsa impresión de ser poca cosa. Pero no fue en absoluto de esta manera, porque, en primer lugar, como lo indica el título de la muestra, la época de Fernando VI no sólo fue un periodo de paz, sino de una paz programada y absolutamente rentable desde todos los puntos de vista. Nos encontramos, pues, con un tiempo de prosperidad y regeneración, cuya benéfica influencia, en todos los órdenes de la vida nacional, se dejó sentir mucho tiempo después del fallecimiento del monarca. No hace falta descender al detalle en la explicación de estos beneficios en los terrenos económico-sociales, militares y científicos, pero, si acaso no se conocen, se podrían inducir con sólo tomar en consideración los culturales y artísticos, tal y como quedan brillantemente reflejados a lo largo de la exposición.
Dividida en media docena de apartados, la muestra revisa sucesivamente la imagen de los monarcas, la situación y transformaciones de Madrid como Corte, el Real Sitio de Aranjuez, el marco suntuario cortesano, el mundo religioso y, sobre todo, como cabía esperar, un panorama muy completo de lo que fue el arranque de la Real Academia de San Fernando. Obviamente, según cada uno de los apartados, vemos cuadros, esculturas, planos arquitectónicos, documentos, libros, trajes, uniformes, monedas, cerámicas, etcétera, todo ello sabiamente entremezclado a favor de una reconstrucción didáctica muy completa de lo que fue este interesante y poco conocido periodo de prosperidad, donde se dejó sentir la inteligente acción de gobierno de personalidades como José de Carvajal y el marqués de la Ensenada. Desde el punto de vista artístico, siguió la presencia tutelar de algunos notables creadores extranjeros, como Van Loo, Olivieri y Giaquinto, pero también despuntaron entonces figuras locales de fuste, como, entre otros, Francisco Meléndez, Antonio González Ruiz, Francisco Preciado de la Vega, etcétera, destacando la nueva generación de arquitectos, que ejercerían una benéfica influencia a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII.
Esta ambiciosa exposición logra perfilar una imagen del periodo, que resulta lo suficientemente sugerente como para que ya no se pueda seguir poniendo entre paréntesis este feliz momento de la historia de nuestro país.
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