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Merry Christmas

Parece que los lamentos no son sólo europeos. En todas partes se cuecen habas. Con motivo del estreno de su nueva película Gangs of New York, Martin Scorsese ha insistido en los problemas económicos que tuvo para acabarla, en sus disputas con los productores, y hasta en la forma casi amanuense en que ha resuelto las necesidades, gracias a su propio empeño, al de algunos colaboradores amigos y a la generosidad del joven protagonista Leonardo DiCaprio, que se avino a intervenir en la producción. Con estos lamentos, Scorsese se ha transformado en un cineasta europeo más.

Algo así podría desprenderse de lo afirmado por el prestigioso profesor de guiones cinematográficos Robert McKee, que estos días ha impartido su magisterio en Barcelona. No ha tenido remilgos en criticar la banalidad de los actuales guiones del cine norteamericano, incluidos los de Spielberg y Scorsese, "santones del cine que tienen el éxito demasiado fácil, que son autoindulgentes y que acaban rodando pestiños con firma". ¡Ahí es nada!

También, y de forma contundente, McKee ha criticado la mediocridad de los guiones europeos (la clásica lección de siempre: un buen guión no debería ser una secuencia más otra secuencia más otra secuencia, sino una secuencia, pero otra secuencia, pero otra secuencia...). Muy especialmente extendió su crítica a los productores que se lamentan del avasallamiento del cine de Hollywood para justificar el poco interés que despiertan sus películas. Hace años, dijo, el neorrealismo italiano, la nouvelle vague y muchos directores aislados se toparon igualmente con ese problema... pero lograron encontrar su parcelita al sol.

Puede que tenga algo de razón el profesor. Las lágrimas sucias se secan en casa y no son aptas para la publicidad. Aunque no es precisamente ésta la semana más adecuada para sostener sus tesis. De un lado, por la euforia ante los recientes premios de la Academia Europea, no sólo por la victoria deslumbrante de Pedro Almodóvar (incluido el mejor guión), sino por la calidad de las películas de otros candidatos como Roman Polanski, Ken Loach, Mike Leigh o Aki Kaurismaki... (¿Por qué hay tantos comentaristas que se empeñan en llamar perdedores a los directores que no han obtenido premio? Ser finalista no es perder, sino lo contrario).

Por otra parte, el síntoma de estas fechas de Navidad viene a demostrar al profesor que los lamentos tienen base. Más de la mitad de las casi 4.000 pantallas que hay en el mercado español están copadas por media docena de producciones de multinacionales americanas, proporción similar a la que se da en otros países. El mundo entero puede celebrar la Navidad contemplando al unísono las maravillas de los efectos especiales y cómo nos va envejeciendo Pierce Brosnan y su James Bond, o cómo nos van creciendo Daniel Radcliffe en Harry Potter o Elijah Wood en El señor de los anillos... Mientras tanto, las películas premiadas por la Academia Europea de Cine (o las finalistas) esperan con paciencia la posibilidad de un huequecito en las carteleras. A trancas barrancas, algunas lo van consiguiendo. En tiempos del neorrealismo puede que fuera más fácil: no existía una invasión parecida... aunque siempre la haya habido de algún tipo.

En estos mismos días, Álex de la Iglesia recibió un homenaje por su filmografía nada menos que en Nueva York, es decir, donde también se organizan las operaciones cinematográficas multinacionales. Allí volvió a surgir el tema de la crisis del cine europeo. Otro lamento, aunque el director de 800 balas se resistiera a la derrota: "Sobreviviremos, siempre hemos sobrevivido", declaraba con obligado optimismo.

Pero habrá que espabilar. Los lamentos de Scorsese son de marketing. No confundirse.

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