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Reportaje:

Cuando los obispos saludaban 'a la romana'

Una serie de debates analizan Cataluña bajo el franquismo

Francesc Valls

Una serie de debates analizan Cataluña bajo el franquismo

La sublevación militar de Franco tuvo en los cardenales catalanes Isidro Gomá y Enrique Pla i Deniel dos puntales pastoral-teológicos. De la pluma del primero salió la carta conjunta de los obispos españoles que convirtió el movimiento sedicioso en cruzada. La Iglesia también en Cataluña era aplastantemente franquista aquel primer año triunfal, con tan contadas como honrosas excepciones. El cardenal Vidal i Barraquer fue una de ellas, lo que le llevó a morir en el exilio. Ahora que prescriben los silencios guardados durante la transición democrática, la historia vuelve con toda su fuerza a llamar a las cosas por su justo nombre. Y son objeto de debate y revisión aquellos complejos años de falangistas catalanes, fusilamientos en el Camp de la Bóta y obispos saludando a la romana, brazo en alto, tiempos aquellos en que la plaza de Catalunya llegó a llamarse, por unos meses, del Ejército español. A esta tarea de volver sobre ello se entregaron el pasado lunes por la tarde Albert Manent, historiador y escritor; Hilari Raguer, historiador y monje de Montserrat -actualmente en El Miracle-, y el filólogo Joan Samsó. Es la primera de tres sesiones que bajo el título genérico de Exili interior, represa i transició organiza el Institut d'Estudis Humanístics Miquel Coll i Alentorn, vinculado a Unió Democràtica. Las jornadas han sido coordinadas por Carme Drópez , directora de la fundación, y por el escritor y periodista Xavier Bru de Sala.

Albert Manent, el primer ponente de la tarde, recordó que en 1939 nadie creía que Franco fuese tan represor como resultó. Josep Recasens, de la Unió Socialista de Catalunya, subrayó Manent, veía la entrada de Franco con un cierto alivio por la situación catastrófica de hambruna y desolación que se vivía en la zona republicana en los últimos meses de guerra. Pero pronto la esperanza se convirtió en pesadilla: "No saben la merda que ens vé a sobre". Una profecía recogida por el poeta J. V. Foix se trocó en dura realidad. La literatura en catalán que floreció durante la República se convirtió en pasta de papel y en las iglesias se prohibió el catalán como lengua de predicación. Vidal i Barraquer -dijo Manent- transcribió en una de sus cartas al Vaticano el "ambiente de Hispanidad" que se respiraba y que hizo que algunos catalanes que habían luchado con Franco también comenzaran a sentirse vencidos.

No era para menos. El canónigo Artero fue el encargado de pronunciar la homilía el mismo día en que el Ejército español en ceremonia solemne devolvió la catedral de Tarragona a la Iglesia. Llevado por la "fuerza de la oratoria", como él mismo se excusó a posteriori, hizo desde el púlpito la afirmación: "Perros catalanes no sois dignos del sol que os calienta", recordó Hilari Raguer en su intervención. Así respiraban algunos en 1939. En "el año de la victoria" se prohibió la Federació de Joves Cristians de Catalunya, el Foment de la Pietat e incluso se incitó a la denuncia de los curas que confesaran en catalán. Desde las instancias del poder franquista se intentó que fuera la propia Iglesia la que reprimiese el uso del catalán, una tarea difícil dado el escaso conocimiento del castellano en las zonas rurales. "La Iglesia había pasado de ser perseguida por ser Iglesia durante los primeros años de la guerra a ser perseguida por ser catalana", dijo Raguer.

Los tonos más oscuros que claros del cuadro los completó Joam Samsó, quien dibujó una situación de desierto cultural. Hasta 1941 no comenzaron tímidamente algunas manifestaciones, reflejo en realidad del escaso apoyo de una burguesía ausente de las tareas de mecenazgo y apoyo. "Hasta el final de la II Guerra Mundial las iniciativas que surgían eran de carácter marginal", destacó Samsó. En 1946 comienzan reconocimientos a Verdaguer, Balmes e incluso a Maragall, aunque la cultura catalana y su expresión literaria quedó reducida a los Juegos Florales.

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