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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El declive alemán

Hace ya tiempo que los alemanes se desayunan con malas noticias. La última es el nuevo incremento del desempleo, en casi 100.000 personas, con lo que vuelve a estar por encima de los cuatro millones. El consumo ante las navidades se anuncia catastrófico, salvo que tenga algún efecto la rebaja de los tipos decidida por el BCE. No es de extrañar que, según una macroencuesta del International Herald Tribune, sean hoy la sociedad menos optimista de Europa. La economía y la propia sociedad alemanas muestran síntomas de esclerotización, y la célebre locomotora amenaza con pasar a ser furgón de cola.

Con peor pie no podía haber comenzado el canciller Gerhardt Schröder su segundo mandato, tras la apretada victoria de septiembre. Su nuevo proyecto de reformas liberalizadoras -el primero ya había fracasado en la legislatura anterior- para acabar con la lápida fiscal y la selva regulatoria que atenazan a la economía alemana fue, junto al liderazgo demostrado durante las inundaciones del verano pasado, su principal carta electoral. Pero el canciller, que ha sufrido desde entonces un formidable descalabro en su popularidad, no ha sabido utilizar el debate sobre los Presupuestos para dar un mínimo ímpetu al espíritu genuino de cambio. En su mensaje al Parlamento esta semana, tan largo y desafiante, ha seguido dejando en el aire los detalles sobre sus planes reformistas.

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El deterioro del clima político alemán debería alarmar a Europa tanto como la situación económica. Partidos, sindicatos, patronales y grupos corporativos y de intereses se muestran partidarios de cambios y reconocen que Alemania está cavando su tumba como país de vanguardia industrial. Pero todos también son rotundos en sus vetos a las reformas que puedan afectarles negativamente. Esta falta de capacidad para asumir sacrificios en común y liberar a la economía de sus mil cadenas parece una combinación de egoísmo, ceguera y desprecio a la cohesión social. Alemania ha entrado en una espiral en la que cada vez son más las empresas y los trabajadores expulsados de la vida económica y laboral y cada vez menos los que pueden alimentar a un Estado social que muchos consideran desde hace tiempo en quiebra.

La oposición de la CDU /CSU, mientras tanto, embiste contra Schröder por supuesta "estafa electoral" en sus promesas sobre fiscalidad. Y algunos, como el derrotado y humillado Edmund Stoiber, llama a manifestaciones contra el Gobierno en una propuesta de oposición extraparlamentaria impropia de la tercera economía mundial. A medida que pasa el tiempo y se profundiza la crisis estructural, serán mayores los sacrificios que se impondrán por la fuerza de los hechos. Por eso harían bien los socios de Berlín en recordar a Gobierno y oposición que sus ejercicios de irresponsabilidad acabarán afectando a todos.

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