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Tribuna
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La investigación en economía en España

El autor cree necesario redoblar el apoyo a los departamentos universitarios que pueden impulsar la investigación

Al igual que ocurre con otras políticas públicas financiadas a través de impuestos, la evaluación de la eficacia de las políticas científicas resulta esencial para justificar su rentabilidad social. Un elemento clave en dicha evaluación es la disponibilidad de criterios sobre la calidad de las publicaciones de los investigadores que reciben fondos públicos. Siguiendo la tradición existente en otras ciencias más maduras, vienen apareciendo durante los últimos años numerosos estudios dedicados a medir la producción científica en Economía, tanto a nivel internacional como nacional.

Así, en la página web de la European Economic Association (EEA) pueden encontrarse cuatro estudios diferentes que evalúan a todos los departamentos europeos de Economía de acuerdo con su calidad investigadora. En esta onda, varias revistas académicas españolas (Revista de Economía Aplicada, nº 20, 1999, e Investigaciones Económicas, nº 2, 2002) han publicado recientemente información cuantitativa sobre nuestra producción investigadora.

Es falaz el argumento de que menos tiempo para investigación conlleva mejor docencia

¿Qué panorama ofrecen estos estudios sobre la calidad de la investigación económica en España? El diagnóstico es inequívoco: en la mayoría de los departamentos españoles de Economía no se publica ni en revistas internacionales ni en revistas nacionales.

Comenzando por las evaluaciones internacionales de la EEA, en el periodo 1996-2000 hay seis departamentos españoles entre los sesenta primeros europeos en términos de producción total. Cuando se mira a la producción por investigador, encontramos cuatro centros españoles con mayor productividad que, por ejemplo, la prestigiosa London School of Economics. El resultado, pues, es que existen muy pocos departamentos españoles que realmente tengan peso en la liga europea.

Podría argumentarse que estas cifras están sesgadas a favor de la élite ya que una buena parte de los economistas académicos españoles publica en revistas nacionales, no contempladas en las clasificaciones internacionales. ¿Qué panorama nos encontramos si nos centramos en publicaciones españolas? Utilizando datos del artículo aparecido en 1999 en la Revista de Economía Aplicada, sobre las publicaciones existentes en seis revistas nacionales con evaluación anónima durante 1992-1997 se encuentra un total de 18.000 páginas publicadas.

Dado que los profesores doctores en departamentos de Economía en España son por ahora 2.880, ello implicaría una media de una página al año por investigador. Ya que la longitud típica de un artículo es de unas 20 páginas, el resultado es que la producción científica media de un investigador en dicho conjunto de revistas españolas es de un artículo cada veinte años.

Sin embargo, no queda ahí lo peor: sólo 27 departamentos están por encima de este nivel, y 44 de los 88 departamentos y centros de investigación llevan más de un siglo sin publicar un artículo en dichas revistas.

Esta radiografía preocupante sugiere la necesidad de adoptar algunas acciones de política científica específicas para el área de Economía. Por una parte, parece oportuno redoblar el apoyo a aquellos departamentos que pueden llevar la investigación española a altas cotas de prestigio en la comunidad científica internacional.

No existen muchas áreas científicas en las que España pueda situarse en el grupo de cabeza y, por tanto, resulta eficiente apostar fuertemente por aquellos investigadores de contrastada valía internacional. Por otra parte, habría que estimular a aquellos departamentos especializados en publicaciones nacionales a que dieran el salto cualitativo de enviar sus trabajos a revistas internacionales donde, a cambio de una competencia mas alta, obtendrían una mayor difusión de sus investigaciones, circunscritas hasta ahora al limitado ámbito español.

¿Qué hacer con la gran mayoría de centros donde la noción de investigar simplemente no existe? Es imposible sostener que no se puede alcanzar el nivel de un artículo cada cien años por falta de medios. También es falaz el conocido argumento de que menos tiempo dedicado a la investigación conlleva mejor docencia. En la nueva sociedad del conocimiento se necesita gente con capacidad de hacer preguntas interesantes y saber resolverlas.

La educación universitaria para tareas intelectualmente mecánicas no es lo que necesitan nuestros jóvenes. Ninguna de las grandes universidades americanas que cobran matrículas millonarias a sus alumnos argumentan que investigación y docencia son tareas antagónicas.

Por el contrario, todas estimulan la investigación al máximo para atraer a los mejores estudiantes, que saben que sin investigación no hay ideas y sin capacidad de generar ideas el futuro es poco halagüeño. Ofrecer fondos públicos a estos departamentos parece un desperdicio de recursos mientras no hagan un esfuerzo serio de incorporarse al carro de la investigación.

Para ello, los posibles estímulos derivados de la política científica deben estar sujetos al compromiso de contratar a jóvenes doctores formados en otros departamentos de reputación internacional o a la financiación de estancias temporales de jóvenes profesores de estas instituciones en los departamentos con mayor proyección investigadora.

Joan María Esteban es presidente de la Asociación Española de Economía.

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