_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Apuntalar Afganistán

Como otros escenarios conflictivos, Afganistán también se resiente del implacable viraje de la atención internacional hacia Irak. La intervención armada estadounidense tras el 11-S libró al país del dogal de los talibanes, pero en otros aspectos pocas cosas han cambiado en el país asiático en el último año. La seguridad, precaria, sigue confinada al escaparate de la capital y sus alrededores. Prosiguen los combates entre caudillos regionales remisos a aceptar la autoridad del Gobierno central. La condición de las mujeres afganas apenas ha cambiado desde el momento en que Occidente se conmovió con las imágenes de las burkas antes de que se instalase un Gobierno representativo.

El motivo central de este estado de cosas es que la autoridad de Kabul sobre el resto del país sigue siendo nominal. En los últimos días, los enfrentamientos en la región occidental de Herat entre el caudillo local tayiko Ismail Khan y su oponente pastún Amanullah Khan no sólo han dejado un reguero de muertos. El ataque a un destacamento estadounidense -EE UU mantiene en Afganistán siete u ocho mil soldados- motivó por primera vez desde el verano la intervención de los superbombaderos B-52. Las escaramuzas se repiten en el norte y en el suroeste.

En este contexto, el presidente Hamid Karzai ha aprovechado la reciente conferencia de donantes celebrada en Bonn para anunciar la formación de un Ejército nacional en Afganistán de alrededor de 70.000 soldados, algo por lo que Washington presiona insistentemente. Esas fuerzas armadas, que necesitarán años para llegar a ser realidad, dependen básicamente del dinero occidental, a un ritmo de unos 350 millones de euros anuales, según las primeras estimaciones.

A tenor de los antecedentes, las perspectivas no son muy halagüeñas. EE UU y sus aliados adquirieron hace un año un compromiso solemne con los afganos, pero las promesas de reconstrucción y ayuda al devastado país de Asia central se vienen cumpliendo con cuentagotas y gran retraso. Y en cambio, la estabilidad de Afganistán sigue siendo crucial para esta región asiática y para los planes estadounidenses de lucha global contra el terrorismo fundamentalista. Sin un apoyo decidido y prioritario, es difícil aventurar cómo Karzai y su frágil Gobierno van a mantener la credibilidad de su pueblo y embridar las ambiciones de tantos y tan poderosos -hasta 30.000 hombres en armas- señores de la guerra.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_