Mucho ruido y pocas nueces
La autora asegura que algunas estrategias están siendo eficaces para combatir la enfermedad y demanda un mayor apoyo económico y tecnológico de los países ricos hacia los más afectados por la epidemia.
Con 42 millones de personas infectadas por el virus causante del sida en todo el mundo y 3 millones de muertos sólo en este año 2002, la falsa dicotomía prevención versus tratamiento ya no se sostiene. Prevenir que nuevas personas sigan infectándose es muy importante; evitar que mueran los 6 millones de personas que, en este momento, necesitan con urgencia medicamentos antirretrovirales, a un ritmo de 8.000 personas diarias, es también vital. Sólo 230.000 personas de estos 6 millones están recibiendo terapia antirretroviral y la mitad de ellos viven en Brasil.
No hay excusa para esta negligencia, desde hace tiempo se está demostrando que el tratamiento de los pacientes pobres que viven en países pobres es posible, que pueden cumplir el tratamiento si se les da la oportunidad para ello, que son capaces de responsabilizarse del mismo y que experimentan el mismo restablecimiento de los criterios clínicos, inmunológicos y virológicos que aquellas personas bajo tratamiento en países ricos. Ayudaría una pauta de tratamiento menos complicada, la disponibilidad de herramientas de seguimiento en todos los lugares y fármacos más fáciles de manejar y con menos efectos secundarios; pero lo que ayudaría de forma más efectiva es la disponibilidad inmediata de los medicamentos. Uno de los mayores obstáculos para acceder a ellos en los países que más los necesitan es el desorbitado precio que tienen en la actualidad, aun con la reducción que han experimentado en estos dos últimos años.
Hacen falta muchas cosas, pero la voluntad política es clave para controlar esta tragedia
No es cierto que los laboratorios no puedan bajar más el precio de los antirretrovirales, como tampoco lo es que los países más ricos no puedan apoyar con más dinero y tecnología a los más afectados por esta epidemia.
Hay estrategias que se han revelado como eficaces a la hora de bajar los precios de estos medicamentos. Poner diferentes precios a los diferentes países en función de su capacidad adquisitiva es una de estas estrategias, que paguen más los que más pueden pagar en beneficio de aquellos que no tienen ni para comer; supuestamente ésta es la estrategia utilizada por las grandes compañías farmacéuticas innovadoras; sin embargo, los descuentos ofrecidos a algunos países no llegan al nivel que estos países pueden asumir, las negociaciones son largas y poco transparentes y los resultados escasos, muy pocas personas se benefician de estas ofertas. Estimular desde los estados y la comunidad internacional la competencia entre productos de compañías farmacéuticas innovadoras y compañías que fabrican genéricos es una de las estrategias más eficaces hasta este momento; en estos dos últimos años el precio de algunas combinaciones de antirretrovirales ha caído desde 10.000 euros a 300 por paciente y año, una gran disminución, aunque sigue siendo demasiado caro para todas aquellas personas que viven con menos de un euro diario.
Hacer uso de las disposiciones que protegen la salud pública dentro de los acuerdos de comercio de la OMC sería muy útil para los países que necesitan con urgencia acceder a estos medicamentos. Se ha avanzado en el último año, especialmente tras la cumbre de la OMC en Doha; sin embargo, aún continúan las negociaciones para dar solución a aquellos países que no pueden utilizarlas de manera efectiva y en estas negociaciones se pone en evidencia que los intereses económicos priman por encima del derecho a la salud; los países más ricos, en especial Estados Unidos, protegen a su industria farmacéutica más allá de los límites razonables.
La transferencia de tecnología a países de medio desarrollo para que puedan producir localmente sus propios medicamentos y exportarlos a aquellos otros países que no tienen esta capacidad es una solución sostenible a largo plazo y que refuerza la autonomía de los países en desarrollo; el mejor ejemplo es Brasil. Ha reducido la mortalidad por sida en un 50% y es capaz de dar tratamiento universal a su población.
Para poner en práctica alguna o todas estas estrategias se necesita dinero, con este fin se creó el Fondo Mundial para el Sida, la Malaria y la Tuberculosis. Desgraciadamente, estamos lejos de tener todos los fondos necesarios actualmente. Los países que podrían donar este dinero al fondo no lo hacen a pesar de la gran publicidad que se ha hecho alrededor de esta idea y de las promesas que se hicieron al principio. Los fondos donados son escasos y están lejos de ser lo que podrían permitirse muchos de los países ricos, incluido España. Se hizo mucho ruido en la superficie, pero ha habido poco en el fondo.
Durante la XIV Conferencia Mundial del Sida, celebrada en Barcelona el pasado mes de julio, tanto los representantes de países pobres como de organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales pidieron reiteradamente más compromiso político a los países ricos y más accesibilidad a los medicamentos de las grandes empresas farmacéuticas. En cinco meses no ha habido una respuesta que se traduzca en una mejora sustancial de la calidad de vida de las personas infectadas por el VIH, ni por parte de unos ni de otros. Mientras tanto, durante estos cinco meses han muerto más de un millón de personas.
Hacen falta muchas cosas para atajar esta pandemia, pero lo fundamental es la voluntad política, esta voluntad es clave para controlar esta tragedia. Voluntad política para poner dinero donde se necesita y para estimular la investigación en busca de soluciones para estas personas es lo que ha llevado a controlar la epidemia en los países que tienen dinero. La falta de esta voluntad política es la que está llevando a la muerte a millones de personas cada año.
En el caso del sida, y del acceso a la salud en general, lo que hace falta son más nueces, todas las que sean posibles, y bastante menos ruido. Dado que el derecho a la vida es fundamental y universal, no poner todos los medios para salvar a los seis millones de personas en riesgo inmediato de morir por sida pone en entredicho que los países ricos podamos seguir denominándonos países desarrollados.
Emilia Herranz es directora de la Campaña por el Acceso a Medicamentos Esenciales de Médicos Sin Fronteras (MSF) España.
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