La mancha, en Málaga
La mancha del vertido del Prestige llegó ayer a la cumbre hispano-francesa de Málaga. Tarde para curar, Aznar y Chirac pusieron el acento en la prevención. Decidieron, a partir de hoy mismo, realizar un control exhaustivo sobre los buques dudosos -de más de 15 años o con carga peligrosa- que transiten por sus zonas económicas exclusivas y, en su caso, expulsarlos. Chirac apoyó los esfuerzos de Aznar para que en Copenhague la UE adopte medidas comunitarias más duras. Si el Gobierno español no ha estado a la altura de sus responsabilidades en esta catástrofe ecológica, tampoco la Comisión Europea ha cumplido con sus responsabilidades. La Unión Europea ha pecado de una legislación cuya plena entrada en vigor resulta tardía y falta de medios suficientes. Ya con la actual son los Estados miembros los responsables de inspeccionar un 25% de los barcos que recalan en sus puertos, pero el control real y efectivo no llega al 10%. Chirac y Aznar decidieron unas medidas que, si no van acompañadas de más medios para aplicarlas, quedarán en papel mojado.
La cumbre de Málaga vino precedida de la apertura de la primera comisaría conjunta en la frontera La Jonquera-Le Perthus, una experiencia que ambos países prometen multiplicar, junto con un reforzamiento de la cooperación en materia judicial, para reforzar la lucha contra ETA. En Málaga se ha puesto de manifiesto entre España y Francia un deseo de conexión, no sólo terrestre o eléctrica, sino política, que nunca se debió abandonar. Aznar y Chirac parecieron de acuerdo en muchos temas esenciales de la construcción europea y reflejaron una nueva sintonía. El partido de Chirac se ha acercado a la familia de los populares hoy dominante en Europa. Y quizá influya en Aznar la constatación de que la pareja o eje franco-alemán se está reconstruyendo en la UE, mientras que el acercamiento a Blair no ha dado los resultados esperados, ni siquiera para resolver el contencioso de Gibraltar.
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