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Reportaje:LA FORMACIÓN MEDIOAMBIENTAL

Nacida de la miseria

Un libro realiza un amplio recorrido por los orígenes de la educación ambiental en España

Carmen Morán Breña

Lo que ahora son granjas escuela, colonias en el campo y en la playa o escuelas del bosque tienen antecedentes en los siglos XIX y XX "de los que se ha copiado hasta el nombre". Así lo explica el periodista experto en medio ambiente Joaquín Fernández, que ha dedicado los últimos ocho años a buscar los orígenes de la educación ecológica. Y ha encontrado también antecedentes remotos en los que se rendía pleitesía institucional a la naturaleza, como la primera fiesta del árbol de España y "puede que del mundo". No es de extrañar, comenzaba 1805 y se celebró en un pueblecito de Extremadura, Villanueva de la Sierra.

Fernández recoge en su libro Educación ambiental en España (1800-1975) todos sus hallazgos. "La educación ambiental nace de la miseria". Así empieza el libro. Fernández explica: "El país se da cuenta de la situación de miseria en que vivían muchos niños, de la falta de higiene y de las enfermedades que les ocasionaban la muerte en algunos casos. Había que acercarse a la naturaleza para protegerse y la mejor forma era hacerlo de la mano de la escuela", dice Fernández.

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Cabe hablar, pues, de dos objetivos, el sanitario y el pedagógico, que guían a los docentes hacia la naturaleza, incluso trasladando las escuelas al campo. "Eran movimientos espontáneos, ahora todo se reduce más a una metodología de la enseñanza. Entonces se llegó a una dimensión plena de integración con la naturaleza que engarzó con movimientos como el nudismo o el vegetarianismo", señala Fernández.

Así pues, el árbol, el bosque, los pájaros, se tomaron como referentes y la escuela se abrió al campo y al mar. Para los anales quedan experiencias como las escuelas del Ave María, en Granada y Madrid, "al servicio de los pobres y los marginados"; la Escuela Moderna de Eliseo Reclús y Francisco Ferrer; las colonias en el mar y en el campo; los libros de texto que destilaban el amor y el respeto por la naturaleza -"se les enseñaba que no mataran pájaros porque eran beneficiosos para la agricultura"-, las excursiones, e incluso los Boy Scouts. Los niños soltaban pájaros enjaulados, liberaban peces en los lagos y plantaban árboles en organizadas fiestas escolares.

"Los políticos se preocupaban de esto. Julián Besteiro hizo algún viaje a Inglaterra para ver cómo funcionaban aquellas escuelas naturales", explica el autor. Pero Fernández aclara que aunque todo este movimiento estaba muy ligado con una ideología de izquierdas, la relación con la naturaleza llegó también desde ámbitos reaccionarios o cuasimilitares. El auténtico auge de la educación ecológica se registró a finales del XIX y principios del XX y "atribuir este impulso a la Institución Libre de Enseñanza es reducirlo demasiado", explica el autor del libro.

Sin embargo, reconoce el gran papel que desarrolló la Institución. "Hubo un fenomenal intercambio cultural y natural entre los pueblos y las ciudades: se llevaba la cultura a los pueblos y la naturaleza a las ciudades, aunque en el campo también había necesidad de una educación próxima al medioambiente, porque la miseria era la misma", explica. Aquellas Misiones Pedagógicas llenaron la escuela de cultura y de naturaleza.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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