La Fundación Miró recupera la visión optimista de la pintura de Fernand Léger
La exposición reúne 150 pinturas y dibujos del artista que abarcan toda su trayectoria
Considerado el renovador del cubismo tras las pautas marcadas por Picasso y Braque, Fernand Léger (Francia, 1881- 1955) sigue teniendo un algo de inclasificable. Defensor activo de la modernidad, sus cuadros desprenden un halo de clasicismo, pero por encima de todo rezuman un optimismo acorde con la actitud positiva con la que abordaba su compromiso con la realidad. La Fundación Miró de Barcelona inauguró ayer, con el patrocinio de la Fundación BBVA, una antológica del artista que reúne hasta el 26 de enero un conjunto de 150 pinturas y dibujos.
No es casual que la última pieza de la exposición sea la película Ballet mecánique (1924). Fernando Léger fue un enamorado de todas las artes y tuvo un interés especial en el tratamiento moderno de las mismas. Por eso, el cortometraje mudo de Léger que se proyecta en la Fundación Miró no tiene argumento. El artista estaba convencido de que el cine daría un paso adelante cuando se olvidara del guión, un lastre heredero de la excesiva dependencia que, para él, tenía el cine con la literatura. La película se acompaña de otras en las que colaboró el artista y de un vídeo sobre su vida y su obra.
Organizada cronológicamente, la exposición arranca con sus cuadros de juventud claramente influidos por el impresionismo, corriente que había deslumbrado por su novedad a Léger. "Los impresionistas realizaron una revolución formidable. Nosotros llegamos a un terreno abonado, y eso es muy importante", dijo Léger. Las primeras pinturas que se presentan en la exposición datan de la década de 1900, época en la que, enfermo de una afección pulmonar, se instala en Córcega. Allí captó la luminosidad del Mediterráneo. "No hay que olvidar que Léger era un pintor del norte, en el que primaba más la reflexión que la espontaneidad", explicó la comisaria de la exposición, Brigitte Hedel-Samson.
Voluntad positiva
Tras el impacto pictórico de la luz, Léger empieza a experimentar con un lenguaje que se fundamenta en el contraste de colores, formas y líneas. Después de la I Guerra Mundial, en la que atrincherado realizaba dibujos que pueden contemplarse en la exposición, Léger incorpora el mundo de las máquinas. Influido por el futurismo y su pasión por el progreso, el artista crea unos mecanismos de paz, lejos de los artilugios para matar que había contemplado en el conflicto bélico.
La visión comprometida con el mundo, pero siempre optimista, será una constante en sus obras. Esta voluntad positiva hará que su trabajo sea catalogado de ingenuo. Este aspecto no se corresponde con la realidad porque Léger fue un artista muy ligado a los acontecimientos del mundo.
Los dibujos de la guerra van acompañados de otros muchos en lo que, según Hedel- Samson, es "otra exposición dentro de la exposición, ya que los dibujos que se muestran recogen todas las etapas del artista". La comisaria de la exposición calificó a Léger como "un gran dibujante, aspecto que aún no es del todo conocido". La antológica muestra cómo la obra del artista va evolucionando en la década de 1920 desde una concepción casi constructivista a un tipo de trabajo en el que las composiciones aparecen como bodegones en los que los objetos no se sustentan en ninguna base. Estos elementos suspendidos se relacionan con los demás sin que tenga que existir necesariamente una complicidad temática. A finales de la década de 1920 y durante la de 1930, la figura humana adquirirá un protagonismo mucho más marcado. Con Desnudo sobre el fondo rojo demostrará que para dar volumen no es necesario recurrir al claroscuro, sino que con el tratamiento individualizado de cada una de las partes del cuerpo, la figura aparece con toda su fuerza y dimensión. La utilización del característico negro de Léger resaltará esta idea de volumen.
El montaje no pasa por alto la etapa norteamericana de Léger, que pasó una buena temporada viajando por Canadá y Estados Unidos. En Nueva York descubre la luz de los neones, que comporta que las personas con quienes habla de noche adquieran un singular color que rompe los límites de sus cuerpos. Este hallazgo lo traspasará a los cuadros, donde el color actuará como un elemento independiente de los márgenes que le imponen las formas.
La exhibición concluye con el regreso de Léger a Francia. Son los tiempos en los que tras la II Guerra Mundial, París se recompone. Se realizan grandes construcciones con andamios por los que circulan los operarios. Este monumento a la modernidad, que enlaza con la idea mítica de la construcción de la Torre de Babel, servirá como referencia a sus últimas obras.
Estos mismos trabajos, pero realizados sobre tapiz, pueden verse cerca de la Fundación Miró, en la Fundación Frank Daurel, situada en el recinto del Pueblo Español de Montjuïc, en donde se presenta la exposición Léger monumental, que hasta el 15 de diciembre presenta esculturas, tapices y murales cerámicos del artista.
Babelia
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