Una vida rica en amores y dolores
Un rápido repaso histórico a las mujeres pintoras deja en la mente pocos nombres. El de Frida Kahlo, no hay duda, será uno de los primeros. Ella es "la" pintora, la artista más famosa de la historia y seguramente la más cotizada. Ha contribuido a ello no sólo su pintura, que realmente no alcanzó el favor de la crítica hasta varias décadas después de su muerte, sino sobre todo su trayectoria vital. La biografía de Frida es rica en amores y dolores, a lo que se suma el haber vivido una de las épocas más intensas del pasado siglo que le permitió conocer a personajes como León Trotski o André Breton.
Fue este último el que le colgó la etiqueta de "surrealista avant la lettre", una clasificación en la que ella no parecía encontrarse muy cómoda, pero que le sirvió para darse a conocer en Europa y presentar su obra en diversas exposiciones. La obra de Kalho tiene, efectivamente, un punto de surreal, pero en ella pesa casi más la atracción por la pintura anónima de los exvotos y una búsqueda de las raíces indígenas que se refleja también en su misma manera de vestirse y vivir. Son elementos todos ellos que hacen de Frida Kalho un perfecto antecedente de algunas de las últimas corrientes artísticas. Por una parte, el hecho de que fuera una pintora que en su obra se reflejaba constantemente a sí misma como mujer y en la que el cuerpo, sufriente, adquiría el protagonismo absoluto, enlaza con las muchas creaciones de mujeres artistas que en las últimas décadas han hablado también desde la condición femenina a través del cuerpo o su fragmentación. Por otra, su búsqueda de las raíces indígenas desde una relación directa con las vanguardias ha sido también una de las constantes en el arte que en la pasada década se llamó "multicultual". En cierta manera, Kalho es un ejemplo moral, un referente que va más allá de la calidad de una pintura que, por otra parte, también ha conseguido numerosos y adinerados adeptos.
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