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Columna
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Gasolinera

Gibraltar, titulaba EL PAÍS, es una gasolinera; una inmensa gasolinera. La gasolinera del Estrecho. Es más cosas, pero dejemos ahora que el trasiego de fuel en sus aguas, aunque asomando la oreja a las aguas españolas, es un peligro real, antes y ahora. Nadie parece acordarse de los vertidos que hace años provocaron serios problemas en las costas españolas próximas, llegando incluso a verse afectadas playas de Estepona, casi en el mismo lindero con Marbella. En los dos últimos años se habían detectado y denunciado 41 vertidos de fuel en aguas del Estrecho.

Los empresarios turísticos de la Costa del Sol preparan un detenido informe sobre los efectos que podría ocasionar para esta zona turística y la economía andaluza una previsible catástrofe, porque, como ya adelantan, nadie está exento de un Prestige. Puede que no sea para tanto, pero no quieren verle las orejas al lobo. Van a pedir al Gobierno español y a la Unión Europea que Gibraltar deje de ser el potencial peligro medioambiental que llevaría a su ruina a la industria turística.

Los dos últimos vertidos detectados en la bahía de Algeciras, con grave repercusión en las playas de La Línea de la Concepción, no hacen más que alertar de peligros mayores. Es un peligro para el turismo y desarrollo de esta zona y también para la fauna marítima. Ahora que se está a tiempo, bueno sería atender las recomendaciones de los especialistas y que Gibraltar deje de ser una amenaza medioambiental de primer orden.

Por el contrario, buenas noticias para la Costa del Sol. Empieza a funcionar la depuradora del Rincón de la Victoria, aunque al parecer tendrá que resolver cuestiones menores con Medio Ambiente. Llegué a la Costa del Sol en los años setenta y ya entonces se hablaba de éstas y otras depuradoras. Jaume Matas, el ministro que no quiere ser noticia, deja por escrito que para el 2005 estará terminado el saneamiento integral de esta zona turística. Y uno que lo vea

Si no se pueden evitar las pantallas de cemento por la voracidad de los especuladores y políticos municipales acuciados ante la necesidad de pagar abultadas nóminas, se consiga, al menos, que los turistas y el paisanaje se bañen en aguas limpias.

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