El nuevo arte mexicano desembarca en Barcelona bajo el lema 'Sublime artificial'
La exposición incluye el trabajo de ocho artistas que se dieron a conocer en los noventa
La naturaleza ha sido domada, casi eliminada, y lo sublime se refugia ahora en lo artificioso, en una realidad casi virtual dominada por las nuevas tecnologías, el consumo y un urbanismo devorador. La desmesura de Ciudad de México -18 millones de personas- ofrece a los artistas un perfecto laboratorio para reflejar este cambio. La exposición de nuevo arte mexicano, que hasta el 12 de enero de 2003 se presenta en La Capella (Hospital, 56, Barcelona), reúne a ocho jóvenes artistas que se dieron a conocer en los noventa bajo el título genérico de Sublime artificial.
"Ha sido una generación que ha roto con lo realizado en la década anterior, en la que hubo una insistencia en reivindicar lo vernáculo, para enlazar de manera consciente con el disurso internacional desde una perspectiva cosmopolita", señala el comisario de la exposición, el crítico mexicano Eduardo Pérez Soler, quien añade que desde hace unos cinco años el arte mexicano ha entrado en el circuito global del arte. De hecho, el interés por estos creadores ha sido una constante en Barcelona durante la presente temporada en diversos espacios.
Los creadores seleccionados, todos ellos nacidos entre 1965 y 1975, se dieron a conocer en los noventa y en varios casos mantienen un constante nomadismo. Una de las artistas más conocidas es Daniela Rosssell, cuyos retratos fotográficos de adolescentes de la burguesía de su país en el ambiente más que kitsh en el que viven es un buen ejemplo tanto de lo artificioso como de lo contradictorio de la sociedad moderna. Otra manera de reflejarla es la "falsa" corporación creada por Minerva Cuevas en Internet (www.irational.org/mvc), que en Barcelona regala carnets de estudiante personalizados a todos los que lo deseen. La ironía que rezuman algunas de las obras claramente políticas de Cuevas puede encontrarse también en el trabajo de Damián Ortega, que manipula muñecos de superhéroes o, por ejemplo, transformó esculturas abstractas clásicas y serias en el cuerpo de insólitos Power Rangers. La contraposición de símbolos provenientes de la religión, el psicoanálisis o filosofías orientales que propone Pablo Vargas Lugo es más ambigua e inquietante, pero el aspecto lúdico también se encuentra en la obra de Abraham Cruzvillegas, que en La Capella propone una "escultura definitivamente inacabada", como la define el artista citando a Duchamp, realizada a partir de chapas de botellas de cerveza que el público puede degustar gratuitamente. Las chapas se amontonan, y es de suponer que crecerán, bajo el destapador que cuelga con un hilo del techo del viejo edificio. Se trata a la vez de una intervención en el espacio y de una especie de acción de convivencia que el público es libre de interpretar.
Carlos Amorales trata el tema de la identidad de manera metafórica a través de dos personajes con la misma máscara que pugnan por desplazarse de la pantalla del monitor de televisión. Melanie Smith aborda directamente la inmensidad de la ciudad mediante pinturas aparentemente abstractas inspiradas en su trama urbana y en un vídeo con vistas aéreas de algunos de sus barrios. Finalmente, Rubén Gutiérrez propone una de las piezas más curiosas en las que, mediante un trucaje fotográfico, ha convertido los depósitos de agua de La Habana en ovnis que sobrevuelan el paisaje cubano.
La exposición se enmarca en un ciclo de intercambios de exposiciones entre Barcelona y otras ciudades.
Babelia
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