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CRÓNICAS DEL SITIO
Columna
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¿Que todo siga igual?

Tengo una amiga profesora en la Universidad. No lleva escolta como alguno de sus compañeros, pero hace unos años aparecieron sus datos entre los papeles incautados a unos etarras detenidos. En la Ertzaintza le dijeron que su caso no era tan grave como para ponerle protección. Había tantos en su misma situación que no tenían medios suficientes para todos.

En vez de escolta, le pusieron un video, para que aprendiese a hacer ella misma de su propio guardaespaldas. Mi amiga es partidaria de compartir las cosas, las buenas y las malas. Desde entonces, ella, su marido y sus hijos se guardan las espaldas mutuamente, porque nunca se sabe. Yo les he acompañado en muchas ocasiones y les he visto cuidarse con una soltura que casi parecen felices. Lo cual no es tan paradójico, porque cada día se ganan a pulso la vida y el cariño que les une.

Los católicos tienen un buen chollo; se confiesan y hala, a seguir pecando
Habría que investigar las armas de atontamiento que se ocultan en despachos

Me conmovió el primer día que les acompañé hasta el garaje: los niños se quedaron conmigo junto a la puerta de salida. Se mostraban participativos, pero un poco dolidos por la espera impuesta: -"Ama no nos deja ayudarle a revisar el coche".

Ella les escuchaba mientras dirigía el foco de la linterna a los guardabarros: -"Es por los daños colaterales", me explicó con aparente tranquilidad.

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Así transcurren los días y los años de esta mujer y se diría que no le afecta. Es simpática y parece siempre alegre. Pero hay momentos en que su humor cambia. Y basta una palabra. Una frase que roza una zona en carne viva de su alma. Entonces su mirada se vuelve feroz.

La otra noche fue uno de esos momentos. Había acabado su segunda actividad en casa y estaba a punto de acostarse cuando sonó el teléfono. La voz de una adolescente se identificó en ese tono ininteligible de operadora de marketing telefónico. Luego dijo que estaba haciendo una encuesta.

A la primera pregunta, mi amiga le contestó que no estaba de acuerdo con ninguna de las dos opciones que le proponía. -"Ah, bueno, entonces, NSNC". -"¿Qué dice?" -"No sabe, no contesta. Siguiente pregunta..."

-"¿Cómo que no sé y que no le contesto? Estoy contestándole claramente que no estoy de acuerdo con ninguna de las dos respuestas que usted me da a elegir".

La siguiente pregunta: "¿Está usted de acuerdo en que los ciudadanos vascos y vascas tengan capacidad de autogobierno como propone el lehendakari Ibarretxe o quiere que todo siga igual?"

Aquí mi amiga estalló: -"Oiga. ¿Qué clase de encuesta es ésta? ¿Quién la ha encargado? ¿Quiénes son ustedes?"

Todavía se le encendía el rostro cuando me lo contaba. Y no fue la única. Por esos días salió el escándalo de la encuesta a los empresarios encargada por la Presidencia del Gobierno vasco y filtrada por el PNV. Pero ésta es otra encuesta, de la que a la hora de escribir estas líneas no se sabe aún quién la ha encargado, aunque me lo supongo.

Son inefables. De cien empresarios encuestados, partidarios del PP: cero. O sea, 0% de ciudadanos vascos apoyan al segundo partido más votado en esta comunidad. La carcajada resonó por los montes y los valles de nuestra amada tierra. Y van ellos y explican que se les han "deslizado los datos". Que donde se leía "cero" quería decir "siete".

Ya unos días antes, el portavoz del Gobierno había salido a pedir perdón por usar fondos públicos para hacer propaganda del plan secesionista de Ibarretxe. Nota: lo de "plan secesionista" no lo dijo el portavoz, sino yo, porque me encanta decirlo.

Pues después de pedir perdón siguen con la misma murga. Si ya me lo decía un protestante: "Los católicos tienen un buen chollo; se confiesan y hala, a seguir pecando".

¿Llegaremos a saber el origen y contenido de la encuesta que hicieron a mi amiga? A mí me gustaría conocer esas preguntas, más que nada, para ir ensayando el "referéndum". Claro que, bien mirado, el referéndum ya nos lo están haciendo, gota a gota. ¿Por qué me acordaré de Sadam Hussein y de su 100% de adhesiones?

Habría que mandar inspectores, como los de la ONU, a investigar las armas de atontamiento masivo que se ocultan en algunos despachos y en algunas cocinas. En esos pucheros en los que se está cocinando y recocinando la pregunta. Lo decisivo es que quien no entienda nada, contribuya con su papeleta a que gane el SÍ. Un SÍ resplandeciente que se coloque como una aureola sobre la frente de ya saben quién.

Vistas como están las cosas, ya sólo confío en Max Bilbao. Que podrá estar medio desaparecido como muchos otros, pero no pierde la fuerza de la curiosidad. ¿Logrará este personaje mitad bilbaíno mitad berlinés, mitad ángel mitad detective, desentrañar el misterio? Habrá que seguir su pista en la viñeta de arriba. Sólo convirtiéndonos en personajes de cómic, lograremos estar a la altura de nuestro Gobierno.

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