El 'Prestige' arruina a los mariscadores y vuelve a derramar fuel en alta mar
El Gobierno y la Xunta anuncian ayudas inmediatas para un millar de afectados directos
A Coruña Un millar de pescadores y mariscadores miraba ayer al mar contaminado de la Costa da Morte (A Coruña) sin saber cuándo podrán volver a trabajar. Su actividad está suspendida temporalmente, en tanto no desaparezca, a lo largo ya de 200 kilómetros de costa, el fuel derramado por el petrolero Prestige, cuyas consecuencias son palpables para algunos, como los percebeiros, que han visto su campaña arruinada. A 72,5 millas de Finisterre, el Prestige volvió ayer a verter fuel. Se teme que otro de sus tanques se haya agrietado. A su alrededor hay una mancha de 5,5 kilómetros de largo y 1,8 de ancho.
Mientras, la mancha de fuel derramado el miércoles se ha extendido por una sinuosa franja de casi 200 kilómetros del litoral coruñés, aunque las autoridades insisten en que las zonas estrictamente afectadas no suman más de 35 kilómetros. El cambio en la dirección del viento estabilizó la mancha, pero hubo ciertas filtraciones hacia el norte y hacia el sur. El ayuntamiento de A Coruña decretó el estado de alerta, y el acuario de la ciudad, que se nutre de agua del mar, ha decidido prescindir del suministro al detectar concentraciones de fuel. Al sur de la Costa da Morte, cerca del cabo Corrubedo y a unas seis millas de tierra, persistía una mancha de apenas 400 metros de longitud, aunque muy densa. A 20 millas de la costa hay otro charco de fuel, y mucho más allá está el Prestige, que, por primera vez en tres días, ha vuelto a verter combustible.
A pesar de todo, el consejero de Pesca de la Xunta de Galicia, Enrique López Veiga, trata de infundir optimismo. "Todo el fuel que tenía que llegar ya ha llegado", declaró tras visitar la zona afectada. López Veiga confirmó que los más perjudicados son los bancos de percebes, aunque no se puede asegurar que hayan muerto todos. Los peces, según el consejero, están saliendo bien librados, pese a que se hayan prohibido las capturas como medida precautoria. Los afectados directos, según los cálculos de la Xunta, son un millar. Los damnificados indirectos, incalculables: desde los hosteleros que viven de vender marisco a los turistas de verano y fin de semana hasta los supermercados y los pequeños comerciantes. "Aquí no hay una sola industria. No tenemos más que el mar", recuerda José Antonio Toja, patrón mayor de la cofradía de pescadores de Laxe.
La Costa da Morte vivió un domingo extraño, entre el abatimiento y el ajetreo, bajo un tímido sol que alumbraba la sopa maloliente del mar. Algunos pescadores ayudaban a los servicios de lucha contra la contaminación. Las lonjas hirvieron de actividad, con marineros que se reunían para estudiar soluciones o simplemente para comentar las novedades. Miles de personas de otras partes de Galicia ocuparon el domingo recorriendo las playas enlutadas de desecho industrial, como una especie de turismo solidario con sus paisanos, tan acostumbrados a la desgracia que el alcalde de Laxe, Antón Carracedo, dice que viven en "una ruleta rusa". O como apunta Ramón, propietario del pesquero Pirata, de Muxía: "Ya lo ves, compañero. Aquí la vida es negra".
"Negro, negro, negro ...", recitaba como una letanía un vecino de Corme tras ver cómo habían quedado las piedras repletas de percebe. El mar seguía oliendo a gasolina y teñido de oscuro desde Fisterra hasta Caión, a las puertas de la ría de A Coruña. Tras alcanzar la costa, el fuel se fue agrupando en remansos. En las peñas de Camelle y en el santuario de la Virgen de la Barca, en Muxía, el mar se había vuelto viscoso. En Laxe, el combustible penetró en la ensenada e impregnó la playa, en pleno centro del pueblo. En Caión, traspasó la barandilla del paseo marítimo.
La Xunta estudiará hoy mismo la concesión de ayudas, un salario social para los pescadores y una cantidad fija para los propietarios de los barcos en tanto dure su inactividad. El Gobierno central también creará hoy mismo una comisión interministerial para ocuparse del caso. La presidirá el vicepresidente primero, el gallego Mariano Rajoy.
Las promesas consuelan poco a los pescadores. Todo el mundo alude a las consecuencias a largo plazo sobre la riqueza marina y tiene muy presente que las indemnizaciones tardarán en cobrarse, porque recuerdan otros casos de naufragios de petroleros, como los del Urquiola o el Mar Egeo, cuyos damnificados tardaron lustros en cobrar. "Y además de los prejuicios materiales, está el efecto psicológico", recuerda el alcalde de Laxe. "¿Quién va a querer pescado de esta zona?".
Antón Carracedo dice que las desgracias han hecho crecer la resignación entre la gente de la Costa da Morte. Un grupo de marineros con el que estuvo hablando ayer le comentaba con tristeza irónica: "Nos ha tocado la lotería completa: el gordo, el segundo premio, el tercero... hasta la pedrea". "Ya estábamos jodidos", concluye el alcalde con crudeza, "y ahora nos han cortado el pescuezo".
"No es una marea negra"
Enrique López Veiga, consejero de Pesca, pide que se apliquen con cuidado los términos para definir el desastre ocasionado por el Prestige. "Aquí no hay una marea negra. Esto es un vertido de efectos muy perjudiciales", matiza. Aun con sus precisiones, López Veiga no niega el desastre medioambiental, como sí había hecho el día anterior el ministro de Agricultura. Las palabras de Arias Cañete no hicieron gracia a los mariscadores y quizá por eso el delegado del Gobierno, Arsenio Fernández de Mesa, que, como responsable del gabinete de crisis, está en permanente contacto con el vicepresidente primero, Mariano Rajoy, se apresuró a señalar ayer: "Aquí nunca hemos dicho que no pase nada". López Veiga ha estado los dos últimos días recorriendo la zona afectada, mientras que el presidente de la Xunta, Manuel Fraga, no sólo no ha acudido a la Costa da Morte, sino que desde el pasado viernes, un día después del accidente del Prestige, no ha vuelto a hacer una declaración sobre el asunto. Los alcaldes socialistas de la comarca se quejaron ayer de falta de comunicación con las autoridades.
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