Sombreros gachos y capotes de vuelo, origen de una expulsión
La Compañía de Jesús tuvo en Madrid desde el siglo XVI hasta el XVIII sus dos principales emblemas en dos edificios contiguos: el Colegio Imperial, hoy en la calle de los Estudios, y la catedral de San Isidro, en la calle de Toledo, 57, donde acaban de aflorar las pinturas y frescos. La ocultación de estas obras de arte se asocia a una medida de cautela política, en sede religiosa, derivada de la pérdida de presencia pastoral de la orden ignaciana tras su expulsión, en 1767, uno de los hitos más destacados de la historia de Madrid en muchos años.
El éxodo sobrevino tras el llamado motín de Esquilache, un marqués italiano nombrado por Carlos III plenipotenciario suyo. Quiso Esquilache modernizar las costumbres de esta ciudad. Propuso entonces, el 10 de marzo de 1766, prohibir los sombreros gachos de alas anchas y los grandes capotes de vuelo con los que muchos lugareños se cubrían. Pretextaba el marqués que bajo aquel atuendo algunos rufianes se amparaban para delinquir.
Las medidas del italiano enardecieron a la población castiza: brillaron las navajas y la sangre corrió por las calles madrileñas. Se desató una crisis política de gran envergadura, acompañada de las sospechas de cortesanos enciclopedistas, en ascenso a la sazón ante el rey, sobre la supuesta instigación de las revueltas por miembros de la Compañía de Jesús. Ésta contaba entonces con el monopolio de la enseñanza media, es decir, las humanidades, en España, amén del apoyo de buena parte de la nobleza.
Sobrevino un reacomodo político de gran alcance y Manuel de Roda y Arrieta, ex alumno de los jesuitas transformado en firme adversario suyo, accedió al principal cargo estatal. Su influencia ante Carlos III, más las maquinaciones de algunas órdenes religiosas celosas del ascendiente jesuítico, precipitaron la salida de España de hasta 2.700 sacerdotes de la compañía -otros tantos desde América hispana- que fueron embarcados hacia los Estados Pontificios en la noche del 2 de abril de 1767.
