El misterio del poeta púgil
La película 'Cravan vs. Cravan' indaga en la vida del polifacético artista.
Caballero de la industria, marinero en el Pacífico, mulero, recolector de naranjas en California, encantador de serpientes, rata de hotel, sobrino de Oscar Wilde, leñador en los bosques gigantes, ex campeón de Francia de boxeo, nieto del canciller de la Reina, chófer de automóvil en Berlín, ladrón de bancos en Lausana. 'Yo soy todas las cosas, todos los hombres y todos los animales'. Así se definió a sí mismo Arthur Cravan, y 'así me gusta definirlo hoy', afirma Isaki Lacuesta, el joven director de Cravan vs. Cravan, una película documental que bucea en el misterio de este púgil-poeta admirado por surrealistas y dadaístas que nació en Lausana en 1886 y desapareció en México en 1918. Cravan vs. Cravan, una ópera prima que se presentó en los festivales de Sitges y Tudela, se estrena hoy en Madrid.
Isaki Lacuesta (Girona, 1975) ha rodado su primera película en torno a la vida de un personaje que logró hacerse famoso entre sus coetáneos por sus extravagancias, por su belleza, por sus dos metros de altura y por sus combates. Arthur Cravan (cuyo verdadero nombre era Fabian Avenarois Lloyd) no mentía cuando se presentaba como el sobrino de Oscar Wilde. Huyó de su entorno burgués en Lausana y se instaló en París en 1910. Allí se relacionó con los futuristas y, junto a Robert Delaunay y Blaise Cendrars, descubrió la capacidad creativa de la provocación. Lacuesta, estudiante del Master de Documental de la Universidad Pompeu Fabra, descubrió al personaje hace cuatro años. Acudió a la autora de la biografía más completa de Cravan, María Luisa Borrás, y con su colaboración y su propio olfato el director siguió la pista de esta vieja leyenda de Barcelona. La obra más famosa del poeta boxeador fue su combate ('lo que me gusta del boxeo es que la victoria ya anuncia la derrota', señala en el filme el pintor Eduardo Arroyo) con el campeón del mundo de pesos pesados Jack Johnson. Ocurrió en 1916, en la Monumental. Lacuesta ha buscado con su cámara lo que queda de aquel combate, ha encontrado al único testigo (Juli Lorente, que entonces tenía siete años) y ha seguido las huellas de la fantasmal figura de Cravan.
Filmar lo imposible. Contar la construcción de un mito. Ésa era la principal dificultad de la película que Isaki Lacuesta quería hacer. 'Creí que el mejor enfoque posible pasaba por situar el filme en la frontera ambigua y degenerada entre el documental y la ficción, que a mi entender es uno de los terrenos de exploración más interesantes del cine actual', dice. 'Mucha gente cree que esto es un falso documental. Quizá es el primer documental real que parece falso. Es un documental verdadero sobre un poeta que mentía mucho'.
Babelia
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