Una maravilla de cine artesano
Carlos Sorín ha vuelto a su Patagonia, escenario de todo su cine, y ahora, allí, sin aparato profesional alguno, ante un puñado de asombrosos actores naturales, improvisa una película trenzando los frágiles hilos de tres Historias mínimas. Parece desde aquí imposible hacer tanto con tan poco, llegar tan lejos con tan liviano equipaje. Sorín es un magnífico calígrafo. Escribe nítidamente con la cámara, construye sobre la pantalla cuentos llenos de vigorosa sencillez. Una historia de lucha, la de una mujer que huye del cerco de la rutina y la soledad. Una historia de amistad, la de un anciano hacia su perro, que un día perdió y ahora cree encontrarlo. Y una historia de amor, la de un viajante de comercio por una tendera de la ciudad, San Julián, donde todo converge. Los tres frágiles relatos son uno solo, de gran cohesión interior. Su ensamblaje es perfecto, y la interpretación no estudiada roza lo sublime. Estalla de luz sureña este viaje cordial, en el que flotan como islotes a la deriva gentes del camino, elocuentes incluso, o sobre todo, cuando callan.
HISTORIAS MÍNIMAS
Dirección: Carlos Sorín. Guión: Pablo Solarz. Intérpretes: Javier Lombardo, Antonio Benedictis, Javiera Bravo, Francis Sandoval, Carlos Montero, Aníbal Maldonado, Mariela Díaz. Género: comedia. Argentina, 2002. Duración: 94 minutos.
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